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			 Piotr Kropotkin El apoyo mutuo 
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| Prólogo a la Edición Rusa - Introducción - Capítulo 1 - Capítulo 2 - Capítulo 3 - Capítulo 4 -Capítulo 5 - Capítulo 6 - Capítulo 7 - Capítulo 8 - Conclusión | |
										Capítulo 1
 LA AYUDA MUTUA ENTRE LOS ANIMALES
 
										La concepción de la lucha por la 
										existencia como condición del desarrollo 
										progresivo, introducida en la ciencia 
										por Darwin y Wallace, nos permitió 
										abarcar, en una generalización, una 
										vastísima masa de fenómenos, y esta 
										generalización fue, desde entonces, la 
										base de todas nuestras teorías 
										filosóficas, biológicas y sociales. Un 
										número infinito de los más diferentes 
										hechos, que antes explicábamos cada uno 
										por una causa propia, fueron encerrados 
										por Darwin en una amplia generalización. 
										La adaptación de los seres vivientes a 
										su medio ambiente, su desarrollo 
										progresivo, anatómico y fisiológico, el 
										progreso intelectual y aun el 
										perfeccionamiento moral, todos estos 
										fenómenos empezaron a presentársenos 
										como parte de un proceso común. 
										Comenzamos a comprenderlos como una 
										serie de esfuerzos ininterrumpidos, como 
										una lucha contra diferentes 
										condiciones desfavorables, lucha que 
										conduce al desarrollo de individuos, 
										razas, especies y sociedades tales- que 
										representarían la mayor plenitud, la 
										mayor variedad y la mayor intensidad de 
										vida., 
										Es muy posible que, al comienzo de sus 
										trabajos, el mismo Darwin no tuviera 
										conciencia de toda la importancia y 
										generalidad de aquel fenómeno la lucha 
										por la existencia, al que recurrió 
										buscando la explicación de un grupo de 
										hechos, a saber: la acumulación de 
										desviaciones del tipo primitivo y la 
										formación de nuevas especies. Pero 
										comprendió que el término que él 
										introducía en la ciencia perdería su 
										sentido filosófico exacto si era 
										comprendido exclusivamente en sentido 
										estrecho, como lucha entre los 
										individuos por los medios de 
										subsistencia. Por eso, al comienzo mismo 
										de su gran investigación sobre el origen 
										de las especies, insistió en que se debe 
										comprender "la lucha por la existencia 
										en su sentido amplio y metafórico, es 
										decir, incluyendo en él la dependencia 
										de un ser viviente de los otros, y 
										también -lo que es bastante más 
										importante- no sólo la vida del 
										individuo mismo, sino también la 
										posibilidad de que deje descendencia. 
										De este modo, aunque el mismo Darwin, 
										para su propósito especial, utilizó la 
										expresión "lucha por la existencia" 
										preferentemente en su sentido estrecho, 
										previno a sus sucesores en contra del 
										error (en el cual parece que cayó él 
										mismo en una época) de la comprensión 
										demasiado estrecha de estas palabras. En 
										su obra posterior, Origen del hombre, 
										hasta escribió varias páginas bellas y 
										vigorosas para explicar el verdadero y 
										amplio sentido de esta lucha. Mostró 
										cómo, en innumerables sociedades 
										animales, la lucha por la existencia 
										entre los individuos de estas sociedades
										desaparece completamente, y cómo, 
										en lugar de la lucha, aparece la
										cooperación que conduce al 
										desarrollo de las facultades 
										intelectuales y de las cualidades 
										morales, y que asegura a tal especie las 
										mejores oportunidades de vivir y 
										propasarse. Señaló que, de tal modo, en 
										estos casos, no se muestran de ninguna 
										manera "más aptos" aquéllos que son 
										físicamente más fuertes o más astutos, o 
										más hábiles, sino aquéllos que mejor 
										saben unirse y apoyarse los unos a los 
										otros -tanto los fuertes como los 
										débiles- para el bienestar de toda su 
										comunidad "Aquellas comunidades 
										-escribió- que encierran la mayor 
										cantidad de miembros que simpatizan 
										entre sí, florecerán mejor y dejarán 
										mayor cantidad de descendientes- 
										(segunda edición inglesa, página 163). 
										La expresión, tomada por Darwin de la 
										concepción malthusiana de la lucha de 
										todos contra uno, perdió, de tal modo, 
										su estrechez cuando fue transformada en 
										la mente de un hombre que comprendía la 
										naturaleza profundamente. Por desgracia, 
										estas observaciones de Darwin, que 
										podrían haberse convertido en base de 
										las investigaciones más fecundas, 
										pasaron inadvertidas, a causa de la masa 
										de hechos en que entraba, o se suponía, 
										la lucha real entre los individuos por 
										los medios de subsistencia. 
										Y Darwin no sometió a una investigación 
										más severa la importancia comparativa y 
										la relativa extensión de las dos formas 
										de la "lucha por la vida" en el mundo 
										animal: la lucha inmediata entre las 
										personas aisladas, y la lucha común, 
										entre muchas personas, en conjunto; 
										tampoco escribió la obra que se proponía 
										escribir sobre los obstáculos naturales 
										a la multiplicación excesiva de los 
										animales, tales como la sequía, las 
										inundaciones, los fríos repentinos, las 
										epidemias, etc.  
										Sin embargo, tal investigación era 
										ciertamente indispensable para 
										determinar las verdaderas proporciones y 
										la importancia en la naturaleza de la 
										lucha individual por la vida entre 
										los miembros de una misma especie de 
										animales en comparación con la lucha 
										de toda la comunidad contra los 
										obstáculos naturales y los enemigos de 
										otras especies. Más aún, en este mismo 
										libro sobre el origen del hombre, donde 
										escribió los pasajes citados que refutan 
										la estrecha comprensión malthusiana de 
										la "lucha" se abrió paso nuevamente el 
										fermento malthusiano; por ejemplo, allí 
										donde se hacía la pregunta: ¿es menester 
										conservar la vida de los "débiles de 
										mente y cuerpo" en nuestras sociedades 
										civilizados? (capítulo V). Como si miles 
										de poetas, sabios inventores y 
										reformadores "locos", Y también los 
										llamados "entusiastas débiles de mente" 
										no fueran el arma más fuerte de la 
										humanidad en su lucha por la vida, en la 
										lucha que se sostiene con medios 
										intelectuales y- morales, cuya 
										importancia expuso tan bien el mismo 
										Darwin en los mismos capítulos de su 
										libro.  
										Luego sucedió con la teoría de Darwin lo 
										que sucede con todas las teorías que 
										tienen relación con la vida humana. Sus 
										continuadores no sólo no la ampliaron, 
										de acuerdo con sus indicaciones, sino 
										que, por lo contrario, la restringieron 
										aún más. Y mientras Spencer, trabajando 
										independientemente, pero en análogo 
										sentido, trataba hasta cierto punto de 
										ampliar las investigaciones acerca de la 
										cuestión de quién es el más apto 
										(especialmente en el apéndice de la 
										tercera edición de Data of 
										Ethics), numerosos continuadores de 
										Darwin restringieron la concepción de la 
										lucha por la existencia hasta los 
										límites más estrechos. Empezaron a 
										representar el mundo de los animales 
										como un mundo de luchas ininterrumpidas 
										entre seres eternamente hambrientos y 
										ávidos de la sangre de sus hermanos. 
										Llenaron la literatura moderna con el 
										grito de ¡Ay de los vencidos! y 
										presentaron este grito como la última 
										palabra de la biología. 
										Elevaron la lucha "sin cuartel", Y en 
										pos de ventajas individuales, a la 
										altura de un principio, de una ley de 
										toda la biología, a la cual el hombre 
										debe subordinarse, de lo contrario, 
										sucumbirá en este mundo que está basado 
										en el exterminio mutuo. Dejando de lado 
										a los economistas, los cuales 
										generalmente apenas conocen, del campo 
										de las ciencias naturales, algunas 
										frases corrientes, y ésas tomadas de los 
										divulgadores de segundo grado, debemos 
										reconocer que aun los más autorizados 
										representantes de las opiniones de 
										Darwin emplean todas sus fuerzas para 
										sostener estás falsas ideas. Si tomamos, 
										por ejemplo, a Huxley, a quien se 
										considera, sin duda, como uno de los 
										mejores representantes de la teoría del 
										desarrollo (evolución) veremos entonces 
										que en el artículo titulado "La lucha 
										por la existencia y su relación con el 
										hombre" no enseña que "desde el punto de 
										vista del moralista, el mundo animal se 
										encuentra en el mismo nivel que la lucha 
										de gladiadores: alimentan bien a los 
										animales y los arrojan a la lucha: en 
										consecuencia, sólo los más fuertes, los 
										más ágiles y los más astutos sobreviven 
										únicamente para entrar en lucha al día 
										siguiente. No es necesario que el 
										espectador baje el dedo para exigir que 
										sean muertos los débiles- aquí, sin 
										ello, no hay cuartel para nadie". 
										En el mismo artículo, Huxley dice más 
										adelante que entre los animales, lo 
										mismo que entre los hombres primitivos 
										"los más débiles y los más estúpidos 
										están condenados a muerte, mientras que 
										sobreviven los más astutos y aquellos a 
										quienes es más difícil vulnerar, a que 
										los que mejor supieron adaptarse a las 
										circunstancias, pero que de ningún modo 
										son mejores en los otros sentidos. La 
										vida -dice- era una lucha constante y 
										general, y con excepción de las 
										relaciones limitadas y temporales dentro 
										de la familia, la guerra hobbesiana de 
										uno contra todos era el estado normal de 
										la existencias. 
										Hasta dónde se justifica o no semejante 
										opinión sobre la naturaleza, se verá en 
										los hechos que este libro aporta, tanto 
										del mundo animal como de la vida del 
										hombre primitivo. Pero podemos decir ya 
										ahora que la opinión de Huxley sobre la 
										naturaleza tiene tan poco derecho a ser 
										reconocida en tanto que deducción 
										científica, como la opinión opuesta de 
										Rousseau, que veía en la naturaleza 
										solamente amor, paz y armonía, 
										perturbados por la aparición del hombre. 
										En realidad, el primer paseo por el 
										bosque, la primera observación sobre 
										cualquier sociedad animal o hasta el 
										conocimiento de cualquier trabajo serio 
										en donde se habla de la vida de los 
										animales en los continentes que aún 
										no están densamente poblados por 
										el hombre (por ejemplo de D'Orbigny, 
										Audubon, Le Vaillant), debía obligar al 
										naturalista a reflexionar sobre el papel 
										que desempeña la vida social en el mundo 
										de los animales, y preservarle tanto de 
										concebir la naturaleza en forma de campo 
										de batalla general como del extremo 
										opuesto, que ve en la naturaleza sólo 
										paz y armonía. El error de Rousseau 
										consiste en que perdió de vista, por 
										completo, la lucha sostenida con picos y 
										garras, y Huxley es culpable del error 
										de carácter opuesto; pero ni el 
										optimismo de Rousseau ni el pesimismo de 
										Huxley pueden ser aceptados como una 
										interpretación desapasionada y 
										científica de la naturaleza. 
										Si bien, comenzamos a estudiar los 
										animales no únicamente en los 
										laboratorios y museos sino en el bosque, 
										en los prados, en las estepas y en las 
										zonas montañosas, en seguida observamos 
										que, a pesar de que entre diferentes 
										especies y, en particular, entre 
										diferentes clases de animales, en 
										proporciones sumamente vastas, se 
										sostiene la lucha y el exterminio, se 
										observa, al mismo tiempo, en las mismas 
										proporciones, o tal vez mayores, el 
										apoyo mutuo, la ayuda mutua y la 
										protección mutua entre los animales 
										pertenecientes a la misma especie o, por 
										lo menos, a la misma sociedad. La 
										sociabilidad es tanto una ley de la 
										naturaleza como lo es la lucha mutua. 
										Naturalmente, sería demasiado difícil 
										determinar, aunque fuera 
										aproximadamente, la importancia numérica 
										relativa de estas dos series de 
										fenómenos. Pero si recurrimos, a la 
										verificación indirecta y preguntamos a 
										la naturaleza: "¿Quiénes son más aptos, 
										aquellos que constantemente luchan entre 
										sí o, por lo contrario, aquellos que se 
										apoyan entre sí?", en seguida veremos 
										que los animales que adquirieron las 
										costumbres de. ayuda mutua resultan, sin 
										duda alguna, los más aptos. Tienen más 
										posibilidades de sobrevivir como 
										individuos y como especie, y alcanzan en 
										sus correspondientes clases (insectos, 
										aves, mamíferos) el más alto desarrollo 
										mental y organización física. Si tomamos 
										en consideración los Innumerables hechos 
										que hablan en apoyo de esta opinión, se 
										puede decir con seguridad que la ayuda 
										mutua constituye tanto una ley de la 
										vida animal como la lucha mutua. Más 
										aún. Como factor de evolución, es decir, 
										como condición de desarrollo en general, 
										probablemente tiene importancia mucho 
										mayor que la lucha mutua, porque 
										facilita el desarrollo de las costumbres 
										y caracteres que aseguran el 
										sostenimiento y el desarrollo máximo de 
										la especie junto con el máximo bienestar 
										y goce de la vida para cada individuo, 
										y, al mismo tiempo, con el mínimo de 
										desgaste inútil de energías, de fuerzas. 
										Hasta donde yo sepa, de los sucesores 
										científicos de Darwin, el primero que 
										reconoció en la ayuda mutua la 
										importancia de una ley de la 
										naturaleza y de un factor 
										principal de la evolución, fue el 
										muy conocido biólogo ruso, ex-decano de 
										la Universidad de San Petersburgo, 
										profesor K. F. Kessler. Desarrolló este 
										pensamiento en un discurso pronunciado 
										en enero del año 1880, algunos meses 
										antes de su muerte, en el congreso de 
										naturalistas rusos, pero, como muchas 
										cosas buenas publicadas, sólo en la 
										lengua rusa, esta conferencia pasó casi 
										completamente inadvertida. 
										Como zoólogo viejo -decía Kessler-, se 
										sentía obligado a expresar su protesta 
										contra el abuso del término "lucha por 
										la existencia", tomado de la - zoología, 
										o por lo menos contra la valoración 
										excesivamente exagerada de su 
										importancia. -Especialmente en la 
										zoología -decía- en las ciencias 
										consagradas al estudio multilateral del 
										hombre, a cada paso se menciona la lucha 
										cruel por la existencia, y a menudo se 
										pierde de vista por completo, que 
										existe otra ley que podemos llamar
										de la ayuda mutua, y que, 
										por lo menos ton relación a los 
										animales, tal vez sea más importante 
										-que la ley de la lucha por la 
										existencias. Señaló luego Kessler que la 
										necesidad de dejar descendencia, 
										inevitablemente une a los animales, y 
										"cuando más se vinculan entre si los 
										individuos de una determinada especie, 
										cuanto más ayuda mutua se prestan, tanto 
										más se consolida la existencia de la 
										especie y tanto más se dan la! 
										posibilidades de que dicha especie vaya 
										más lejos en su desarrollo y se 
										perfeccione, además, en su aspecto 
										intelectual". "Los animales de todas las 
										clases, especialmente de las superiores, 
										se prestan ayuda mutua" -proseguía 
										Kessler (pág. 131), y confirmaba su idea 
										con ejemplos tomados de la vida de los 
										escarabajos enterradores o necróforos y 
										de la vida social de las aves y de 
										algunos mamíferos. Estos ejemplos eran 
										poco numerosos, como era menester en un 
										breve discurso de inauguración, pero 
										puntos importantes fueron claramente 
										establecidos. Después de haber señalado 
										luego que en el desarrollo de la 
										humanidad la ayuda mutua desempeña un 
										papel aún más grande, Kessler concluyó 
										su discurso con las siguientes 
										observaciones.  
										"Ciertamente, no niego la lucha por la 
										existencia, sino que sostengo que, el 
										desarrollo progresivo, tanto de todo el 
										reino animal como en especial de la 
										humanidad, no contribuye tanto la lucha 
										recíproca cuanto la ayuda mutua. Son 
										inherentes a todos los cuerpos orgánicos 
										dos necesidades. esenciales: la 
										necesidad de alimento y la necesidad de 
										multiplicación. La necesidad de 
										alimentación los conduce a la lucha por 
										la subsistencia, y al exterminio 
										recíproco, y la necesidad de la 
										multiplicación los conduce a aproximarse 
										a la ayuda mutua. Pero, en el desarrollo 
										del mundo orgánico, en la transformación 
										de unas formas en otras, quizá ejerza 
										mayor influencia la ayuda mutua entre 
										los individuos de una misma especie que 
										la lucha entre ellos". 
										La exactitud de las opiniones expuestas 
										más arriba llamó la atención de la 
										mayoría de los presentes en el congreso 
										de los zoólogos rusos, y N. A. 
										Syevertsof, cuyas obras son bien 
										conocidas de los ornitólogos y 
										geógrafos, las apoyó e ilustró con 
										algunos ejemplos complementarios. 
										Mencionó algunas especies de halcones 
										dotados de una organización quizá ideal 
										para. los fines de ataque, pero a pesar 
										de ello, se extinguen, mientras -que las 
										otras especies de halcones que practican 
										la ayuda mutua prosperan. Por otra 
										parte, tomad un ave tan social como el 
										pato -dijo- en general, está mal 
										organizado, pero practica el apoyo mutuo 
										y, a juzgar por sus innumerables 
										especies y variedades, tiende 
										positivamente a extenderse por toda la 
										tierra". 
										La disposición de los zoólogos rusos a 
										aceptar las opiniones de Kessler le 
										explica muy naturalmente porque casi 
										todos ellos tuvieron oportunidad de 
										estudiar el mundo animal en las extensas 
										regiones deshabitadas del Asia 
										Septentrional o de Rusia Oriental, y el 
										estudio de tales regiones conduce, 
										inevitablemente, a esas mismas 
										conclusiones. Recuerdo la impresión que 
										me produjo el mundo animal de Siberia 
										cuando yo exploraba las tierras altas de 
										Oleminsk Vitimsk en compañía de tan- 
										destacado zoólogo como era mi, amigo 
										Iván Simionovich Poliakof. Ambos 
										estábamos bajo la impresión reciente de
										El origen de las especies, de 
										Darwin, pero yo buscaba vanamente esa 
										aguzada competencia entre los animales 
										de la misma especie a que nos había 
										preparado la lectura de la obra de 
										Darwin, aun después de tomar en cuenta 
										la observación hecha en el capitulo III 
										de esta obra (pág. 54).  
										-¿Dónde está esa lucha? -preguntaba yo a 
										Poliakof-. Veíamos muchas adaptaciones 
										para la lucha, muy a menudo para la 
										lucha en común, contra las condiciones 
										climáticas desfavorables, o contra 
										diferentes enemigos, y I. S. Poliakof 
										escribió algunas páginas hermosas sobre 
										la dependencia mutua de los carnívoros, 
										rumiantes y roedores en su distribución 
										geográfica. Por otra parte, vi yo allí, 
										y en el Amur, numerosos casos de apoyo 
										mutuo, especialmente en la época de la 
										emigración de las aves y de los 
										rumiantes, pero aun en las regiones del 
										Amur y del Ussuri, donde la vida animal 
										se distingue por su gran abundancia, muy 
										raramente me ocurrió observar, a pesar 
										de que los buscaba, casos de competencia 
										real y de lucha entre los individuos de 
										-una misma especie de animales 
										superiores. La misma impresión brota de 
										los trabajos de la mayoría de los 
										zoólogos rusos, y esta circunstancia 
										quizá aclare por qué las ideas de 
										Kessler fueron tan bien recibidas por 
										los darwinistas rusos, mientras que 
										semejantes opiniones no son corrientes 
										entre los continuadores de Darwin de 
										Europa Occidental, que conocen el mundo 
										animal preferentemente en la Europa más 
										occidental, donde el exterminio de los 
										animales por el hombre alcanzó tales 
										proporciones que los individuos de 
										muchas especies, que fueron en otros 
										tiempos sociales, viven ahora 
										solitarios. 
										Lo primero que nos sorprende, cuando 
										comenzamos a estudiar la lucha por la 
										existencia, tanto en sentido directo 
										como en el figurado de la expresión, en 
										las regiones aún escasamente habitadas 
										por el hombre, es la abundancia de casos 
										de ayuda mutua practicada por los 
										animales, no sólo con el fin de educar a 
										la descendencia, como está reconocido 
										por la mayoría de los evolucionistas, 
										sino también para la seguridad del 
										individuo y para proveerse del alimento 
										necesario. En muchas vastas 
										subdivisiones del reino animal, la ayuda 
										mutua es regla general. b ayuda mutua se 
										encuentra hasta entre los animales más 
										inferiores y probablemente conoceremos 
										alguna vez, por las personas que 
										estudian la vida microscópica de las 
										aguas estancadas, casos de ayuda mutua 
										inconsciente hasta entre los 
										microorganismos más pequeños. 
										Naturalmente, nuestros conocimientos de 
										la vida de los invertebrados -excluyendo 
										las termitas, hormigas y abejas- son 
										sumamente limitados; pero a pesar de 
										esto, de la vida de los animales más 
										inferiores podemos citar algunos casos 
										de ayuda mutua bien verificados. 
										Innumerables sociedades de langostas, 
										mariposas -especialmente vanessae-, 
										grillos, escarabajos (cicindelae),
										etc., en realidad se hallan 
										completamente inexploradas, pero ya el 
										mismo hecho de su existencia indica que 
										deben establecerse aproximadamente sobre 
										los mismos principios que las sociedades 
										temporales de hormigas y abejas con 
										fines de migración. En cuanto a los 
										escarabajos, son bien conocidos casos 
										exactamente observados de ayuda mutua 
										entre los sepultureros (Necrophorus).
										Necesitan alguna materia orgánica en 
										descomposición para depositar los huevos 
										y asegurar la alimentación de sus 
										larvas; pero la putrefacción de ese 
										material no debe producirse muy 
										rápidamente. Por eso, los escarabajos 
										sepultureros entierran los cadáveres de 
										todos los animales pequeños con que se 
										topan -casualmente durante sus 
										búsquedas. En general, los escarabajos 
										de esta raza viven solitarios; pero, 
										cuando alguno de ellos encuentra el 
										cadáver de algún ratón o de un ave, que 
										no puede enterrar, convoca a varios 
										otros sepultureros más (se juntan a 
										veces hasta seis) para realizar esta 
										operación con sus fuerzas asociadas. Si 
										es necesario, transportan el cadáver a 
										un suelo más conveniente y blando. En 
										general, el entierro se realiza de un 
										modo sumamente meditado y sin la menor 
										disputa con respecto a quién corresponde 
										disfrutar del privilegio de poner sus 
										huevos en el cadáver enterrado. Y cuando 
										Gleditsch ató un pájaro muerto a una 
										cruz hecha de dos palitos, o suspendió 
										una rana de un palo clavado en el suelo, 
										los sepultureros, del modo más amistoso, 
										dirigieron la fuerza de sus 
										inteligencias reunidas para vencer la 
										astucia del hombre. La misma combinación 
										de esfuerzos se observa también en los 
										escarabajos del estiércol. 
										Pero, aún entre los animales situados en 
										un grado de organización algo inferior, 
										podemos encontrar ejemplos semejantes. 
										Ciertos cangrejos anfibios de las Indias 
										Orientales y América del Norte se reúnen 
										en grandes masas cuando se dirigen hacia 
										el mar para depositar sus huevas, por lo 
										cual cada una de estas migraciones 
										presupone cierto acuerdo mutuo. En 
										cuanto a los grandes cangrejos de las 
										Molucas (Limulus), me sorprendió 
										ver en el año 1882, en el acuario de 
										Brighton, hasta qué punto son capaces 
										estos animales torpes de prestarse ayuda 
										entre sí cuando alguno de ellos la 
										necesita. Así, por ejemplo, uno se dio 
										vuelta Y quedó de espalda en un rincón 
										de la gran cuba donde se les guarda en 
										el acuario, y su pesada caparazón, 
										parecida a una gran cacerola, le impedía 
										tomar su posición habitual, tanto más 
										cuanto que en ese rincón habían hecho 
										una división de hierro que dificultaba 
										más aún sus tentativas de volverse. 
										Entonces, los compañeros corrieron en su 
										ayuda, y durante una hora entera observé 
										cómo trataban de socorrer a su camarada 
										de cautiverio. Al principio aparecieron 
										dos cangrejos, que empujaron a su amigo 
										por debajo, y después de esfuerzos 
										empeñosos, consiguieron colocarlo de 
										costado, pero la división de hierro 
										impedíales terminar su obra, y él 
										cangrejo cala de nuevo, pesadamente, de 
										espaldas. Después de muchas tentativas, 
										uno de los salvadores se dirigió hacia 
										el fondo de la cuba y trajo consigo 
										otros dos cangrejos, los cuales, con 
										fuerzas frescas, se entregaron 
										nuevamente a la tarea de levantar y 
										empujar al camarada incapacitado. 
										Permanecimos en el acuario, más de dos 
										horas, y cuando nos íbamos, nos 
										acercamos de nuevo a echar; un vistazo a 
										la cuba: ¡el trabajo de liberación 
										continuaba aún! Después de haber sido 
										testigo de este episodio, creo 
										plenamente en la observación hecha por 
										Erasmo Darwin, a saber: que "el cangrejo 
										común, durante la muda, coloca en 
										calidad de centinela a cangrejos que no 
										han sufrido la muda o bien a un 
										individuo cuya caparazón se ha 
										endurecido ya, a fin de proteger a los 
										individuos que han mudado, en su 
										situación desamparada, contra la 
										agresión de los enemigos marinos". 
										Los casos de ayuda mutua entre las 
										termitas, hormigas y abejas son tan 
										conocidos para casi todos los lectores, 
										en especial gracias a los populares 
										libros de Romanes, Büchner y John 
										Lubbock, que puedo limitarme a muy pocas 
										citas. Si tomamos un hormiguero, no sólo 
										veremos que todo género de trabajo -la 
										cría de la descendencia el 
										aprovisionamiento, la construcción, la 
										cría de los pulgones, etc.-, se realiza 
										de acuerdo con los principios de ayuda 
										mutua voluntaria, sino que, junto con 
										Forel, debemos también reconocer que el 
										rasgo principal, fundamental, de la vida 
										de muchas especies de hormigas es que 
										cada hormiga comparte y está obligada a 
										compartir su alimento, ya deglutido y en 
										parte digerido, con cada miembro de la 
										comunidad que haya manifestado su 
										demanda de ello. Dos hormigas 
										pertenecientes a dos especies diferentes 
										o a dos hormigueros enemigos, en un 
										encuentro casual, se evitarán la una a 
										la otra. Pero dos hormigas 
										pertenecientes -al mismo hormiguero, o a 
										la misma colonia de hormigueros, siempre 
										que se aproximan, cambian algunos 
										movimientos de antena y, -"si una de 
										ellas está hambrienta o siente sed, y si 
										especialmente en ese momento la otra 
										tiene el papo lleno, entonces la primera 
										pide inmediatamente alimento". La 
										hormiga a la cual se dirigió el pedido 
										de tal modo, nunca se rehúsa; separa sus 
										mandíbulas, y dando a su cuerpo la 
										posición conveniente, devuelve una gota 
										de líquido transparente, que la hormiga 
										hambrienta sorbe.  
										La devolución de alimentos para nutrir a 
										otros es un rasgo tan importante de la 
										vida de la hormiga (en libertad) y se 
										aplica tan constantemente, tanto para la 
										alimentación de los camaradas 
										hambrientos como para la nutrición de 
										las larvas, que, según la opinión de 
										Forel, los órganos digestivos de las 
										hormigas se componen de dos partes 
										diferentes; una de ellas, la posterior, 
										se destina al uso especial de la hormiga 
										misma, y la otra, la anterior, 
										principalmente a utilidad de la 
										comunidad. Si cualquier hormiga con el 
										papo lleno, mostrara ser tan egoísta que 
										rehusara alimento a un camarada, la 
										tratarían como enemiga o peor aún. Si la 
										negativa fuera hecha en el momento en 
										que sus congéneres luchan contra 
										cualquier especie de hormiga o contra un 
										hormiguero extraño, caerían sobre su 
										codiciosa compañera con mayor furor que 
										sobre sus propias enemigas. Pero, si la 
										hormiga no se rehusara a alimentar a 
										otra hormiga perteneciente a un 
										hormiguero enemigo, entonces las 
										congéneres de la última la tratarían 
										como amiga. Todo esto está confirmado 
										por observaciones y experiencias 
										sumamente precisas, que no dejan ninguna 
										duda sobre la autenticidad de los hechos 
										mismos ni sobre la exactitud de su 
										interpretación. 
										De tal modo, en esta inmensa división 
										del mundo animal, que comprende más de 
										mil especies y es tan numerosa que el 
										Brasil, según la afirmación de los 
										brasileños, no pertenece a los hombres, 
										sino a las hormigas, no existe en 
										absoluto lucha ni competencia por el 
										alimento entre los miembros de un mismo 
										hormiguero o de una colonia de 
										hormigueros. Por terribles que sean las 
										guerras entre las diferentes especies de 
										hormigas y los diferentes hormigueros, y 
										cualesquiera que sean las atrocidades 
										cometidas durante la guerra, la ayuda 
										mutua dentro de la comunidad, la 
										abnegación en beneficio común, se ha 
										transformado en costumbre, y el 
										sacrificio, en bien común, es la regla 
										general. Las hormigas, y las termitas 
										repudiaron de este modo la "guerra 
										hobbesiana", y salieron ganando. Sus 
										sorprendentes hormigueros, sus 
										construcciones, que sobrepasan por la 
										altura relativa, a las construcciones de 
										los hombres; sus caminos pavimentados y 
										galerías cubiertas entre los 
										hormigueros; sus espaciosas salas y 
										graneros; sus campos trigo; sus 
										cosechas, los granos "malteados", los 
										"huertos" asombrosos de la "hormiga 
										umbelífera", que devora hojas y abona 
										trocitos de tierra con bolitas de 
										fragmentos de hojas masticadas y por eso 
										crece en estos huertos solamente una 
										clase de hongos, y todos los otros son 
										exterminados; sus métodos racionales de 
										cuidado de los huevos y de las larvas, 
										comunes a todas las hormigas, y la 
										construcción de nidos especiales y 
										cercados para la cría de los pulgones, 
										que Linneo llamó tan pintorescamente 
										"vacas de las hormigas" y, por último, 
										su bravura, atrevimiento y elevado 
										desarrollo mental; todo esto es la 
										consecuencia natural de la ayuda mutua 
										que practican a cada paso de su vida 
										activa y laboriosa. La sociabilidad de 
										las hormigas condujo también al 
										desarrollo de otro rasgo esencial de su 
										vida, a saber: el enorme desarrollo de 
										la iniciativa individual que, a su vez, 
										contribuyó a que se desarrollaran en la 
										hormiga tan elevadas y variadas 
										capacidades mentales que producen la 
										admiración y el asombro de todo 
										observador. 
										Si no conociéramos ningún otro caso de 
										la vida de los animales, aparte de 
										aquellos conocidos de las hormigas y 
										termitas, podríamos concluir con 
										seguridad que la ayuda mutua (que 
										conduce a la confianza mutua, primera 
										condición de la bravura) y la iniciativa 
										personal (primera condición del progreso 
										intelectual), son dos condiciones 
										incomparablemente más importantes en el 
										desarrollo del mundo de los animales que 
										la lucha mutua. En realidad, las 
										hormigas prosperan, a pesar de que no 
										poseen ninguno de los rasgos 
										"defensivos" sin los cuales no puede 
										pasarse animal alguno que lleve vida 
										solitaria. Su color les hace muy 
										visibles para sus enemigos, y en los 
										bosques y en los prados, los grandes 
										hormigueros de muchas especies, llaman 
										la atención en seguida. La hormiga no 
										tiene caparazón duro; su aguijón, por 
										más que resulte peligroso cuando 
										centenares se hunden en el cuerpo de un 
										animal, no tiene gran valor para la 
										defensa individual. Al mismo tiempo, las 
										larvas y los huevos de las hormigas 
										constituyen un manjar para muchos de los 
										habitantes de los bosques. 
										No obstante, las mal defendidas hormigas 
										no sufren gran exterminio por parte de 
										las aves, ni aun de los osos 
										hormigueros; e infunden terror a 
										insectos que son bastante más fuertes 
										que ellas mismas. Cuando Forel vació un 
										saco de hormigas en un prado, vio que 
										-los grillos se dispersaban abandonando 
										sus nidos al pillaje de las hormigas; 
										las arañas y los escarabajos abandonaban 
										sus presas por miedo a encontrarse en 
										situación de víctimas"; las hormigas se 
										apoderan hasta de los nidos de avispas, 
										después de una batalla durante la cual 
										muchas perecieron en bien de la 
										comunidad. Aun los más veloces insectos 
										no alcanzaron a salvarse, y Forel tuvo 
										ocasión de ver, a menudo, que las 
										hormigas atacaban y mataban, 
										inesperadamente, mariposas, mosquitos, 
										moscas, etc. Su fuerza reside en el 
										apoyo mutuo y en la confianza mutua. Y 
										si la hormiga -sin hablar de otras 
										termitas más desarrolladas- ocupa la 
										cima de una clase entera de insectos por 
										su capacidad mental; si por su bravura 
										se puede equiparar a los más valientes 
										vertebrados, y su cerebro -usando las 
										palabras de Darwin- "constituye uno de 
										los más maravillosos átomos de materia 
										del mundo, tal vez aun más asombroso que 
										el cerebro del hombre" -¿no debe la 
										hormiga todo esto a que la ayuda mutua 
										reemplaza completamente la lucha mutua 
										en su comunidad? 
										Lo mismo es cierto también con respecto 
										a las abejas. Estos pequeños insectos, 
										que podrían ser tan fácil presa de 
										numerosas aves, y cuya miel atrae a toda 
										clase de animales, comenzando por el 
										escarabajo y terminando con el oso, 
										tampoco tienen particularidad alguna 
										protectora en la estructura o en lo que 
										a mimetismo se refiere, sin los cuales 
										los insectos que viven aislados apenas 
										podrían evitar el exterminio completo. 
										Pero, a pesar de eso, debido a la ayuda 
										mutua practicada por las abejas, como es 
										sabido, alcanzaron a extenderse 
										ampliamente por la tierra; poseen una 
										gran inteligencia, y han elaborado 
										formas de vida social sorprendentes. 
										Trabajando en común, las abejas 
										multiplican en proporciones 
										inverosímiles sus fuerzas individuales, 
										y recurriendo a una división temporal 
										del trabajo, por lo cual cada abeja 
										conserva su aptitud para cumplir cuando 
										es necesario, cualquier clase de 
										trabajo, alcanzando tal grado de 
										bienestar y seguridad que no tiene 
										ningún animal, por fuerte que sea o bien 
										armado que esté. En sus sociedades, las 
										abejas a menudo superan al hombre, 
										cuando éste descuida las ventajas de una 
										ayuda mutua bien planeada. Así, por 
										ejemplo, cuando un enjambre de abejas se 
										prepara a abandonar la colmena para 
										fundar una nueva sociedad, cierta 
										cantidad de abejas exploran previamente 
										la vecindad, y si logran descubrir un 
										lugar conveniente para vivienda, por 
										ejemplo, un cesto viejo, o algo por el 
										estilo, se apoderan de él, y lo limpian 
										y lo guardan, a veces durante una semana 
										entera, hasta que el enjambre se forma y 
										se asienta en el lugar elegido. ¡En 
										cambio, muy a menudo los hombres 
										hubieron de perecer en sus emigraciones 
										a nuevos países, sólo porque los 
										emigrantes no comprendieron la necesidad 
										de unir sus esfuerzos! Con la ayuda de 
										su inteligencia colectiva reunida, las 
										abejas luchan con éxito contra las 
										circunstancias adversas, a veces 
										completamente imprevistas y desusadas, 
										como sucedió, por ejemplo, en la 
										exposición de París, donde las abejas 
										fijaron con su propóleo resinoso (cera) 
										un postigo que cerraba una ventana 
										construida en la pared de sus colmenas. 
										Además, no se distinguen por las 
										inclinaciones sanguinarias, -y por el 
										amor a los combates inútiles con que 
										muchos escritores dotan tan gustosamente 
										a todos los animales. Los centinelas que 
										guardan las entradas de las colmenas 
										matan sin piedad a todas las abejas 
										ladronas que tratan de penetrar en ella; 
										pero las abejas extrañas que caen por 
										error no son tocadas, especialmente si 
										llegan cargadas con la provisión del 
										polen recogido, o si son abejas jóvenes, 
										que pueden errar fácilmente el camino. 
										De este modo, las acciones bélicas, se 
										reducen a las más estrictamente 
										necesarias. 
										La sociabilidad de las abejas es tanto 
										más instructiva cuanto más los instintos 
										de rapiña y de pereza continúan 
										existiendo entre ellas, y reaparecen de 
										nuevo cada vez que las circunstancias 
										les son favorables. Sabido es que 
										siempre hay un cierto número de abejas 
										que prefieren la vida de ladrones a la 
										vida laboriosa de obreras; por lo cual, 
										tanto en los períodos de escasez de 
										alimentos como en los períodos de 
										abundancia extraordinaria, el número de 
										las ladronas crece rápidamente. Cuando 
										la recolección está terminada y en 
										nuestros campos y praderas queda poco 
										material para la elaboración de la miel, 
										las abejas ladronas aparecen en gran 
										número: por otra parte, en las 
										plantaciones de azúcar de las Indias 
										Orientales y en las refinerías de 
										Europa, el robo, la pereza y, muy a 
										menudo, la embriaguez, se vuelven 
										fenómenos corrientes entre las abejas. 
										Vemos, de este modo, que los instintos 
										antisociales continúan existiendo; pero 
										la selección natural debe aniquilar 
										incesantemente a las ladronas, ya que, a 
										la larga, la práctica de la reciprocidad 
										se muestra más ventajosa para la especie 
										que el desarrollo de los individuos 
										dotados de inclinaciones de rapiña. "Los 
										más astutos y los más inescrupulosos" de 
										los que hablaba Huxley como de los 
										vencedores, son eliminados para dar 
										lugar a los individuos que comprenden 
										las ventajas de la vida social y del 
										apoyo mutuo. 
										Naturalmente, ni las hormigas ni las 
										abejas, ni siquiera las termitas, se han 
										elevado hasta la concepción de una 
										solidaridad más elevada, que abrazase 
										toda su especie. En este respecto, 
										evidentemente, no alcanzaron un grado de 
										desarrollo que no encontrarnos siquiera 
										entre los dirigentes políticos, 
										científicos y religiosos, de la 
										humanidad. Sus instintos sociales casi 
										no van más allá de los límites del 
										hormiguero o de la colmena. A pesar de 
										eso, Forel describió colonias de 
										hormigas en Mont Tendré y en la montaña 
										Saleve, que incluían no menos de 
										doscientos hormigueros, y los habitantes 
										de tales colonias pertenecían a dos 
										diferentes especies (Formica exsecta 
										y F. pressilabris). Forel afirma que 
										cada miembro de estas colonias conoce a 
										los miembros restantes, y que todos 
										toman parte en la defensa común. Mac 
										Cook observó, en Pensilvania, una nación 
										entera de hormigas, compuesta de 1600 a 
										1700 hormigueros, que vivían en completo 
										acuerdo; y Bates describió las enormes 
										extensiones de los campos brasileños 
										cubiertos de montículos de termitas, en 
										done algunos hormigueros servían de 
										refugio a dos o tres especies 
										diferentes, y la mayoría de estas 
										construcciones estaban unidas entre sí 
										por galerías abovedadas y arcadas 
										cubiertas. De este modo, algunos ensayos 
										de unificación de subdivisiones bastante 
										amplias de una especie, con fines de 
										defensa mutua y de vida social, se 
										encuentra hasta entre los animales 
										invertebrados. 
										Pasando ahora a los animales 
										superiores, encontramos aún más casos de 
										ayuda mutua, indudablemente consciente, 
										que se practica con todos los fines 
										posibles, a pesar de que, por otra 
										parte, debernos observar qué nuestros 
										conocimientos de la vida, hasta de los 
										animales superiores, todavía se 
										distinguen sin embargo, por su gran 
										insuficiencia. Una multitud de casos de 
										este género fueron descritos por 
										zoólogos eminentísimos, pero, sin 
										embargo, hay divisiones enteras del 
										reino animal de los cuales casi nada nos 
										es conocido. 
										Sobre todo, tenemos pocos testimonios 
										fidedignos con respecto a los peces, en 
										parte debido a la dificultad de las 
										observaciones y en parte porque no se ha 
										prestado a esta materia la debida 
										atención. En cuanto a los mamíferos, ya 
										Kessler observó lo poco que conocemos de 
										su vida. Muchos de ellos sólo salen de 
										noche de sus madrigueras; otros, se 
										ocultan debajo de la tierra; los 
										rumiantes, cuya vida social y cuyas 
										migraciones ofrecen un interés muy 
										profundo, no permiten al hombre 
										aproximarse a sus rebaños. De las que 
										sabemos más, es de las aves; sin 
										embargo, la vida social de muchas 
										especies continúa siendo aún poco 
										conocida para nosotros. Por otra parte, 
										en general, no tenemos de qué quejamos 
										poca la falta de casos bien 
										establecidos, como se verá a 
										continuación. Llamo la atención 
										únicamente que la mayor parte de estos 
										hechos han sido reunidos por zoólogos 
										indiscutiblemente eminentes -fundadores 
										de la zoología descriptiva- sobre la 
										base de sus propias observaciones, 
										especialmente en América, en la época en 
										que aún estaba muy densamente poblada 
										por mamíferos y aves. El gran desarrollo 
										de la ayuda mutua que ellos observaron, 
										ha sido notado también recientemente en 
										el Africa central, todavía poco poblada 
										por el hombre. 
										No tengo necesidad de detenerme aquí 
										sobre las asociaciones entre macho y 
										hembra para la crianza de la prole, para 
										asegurar su alimento en las primeras 
										épocas de su vida y para la caza en 
										común. Es menester recordar solamente 
										que semejantes asociaciones familiares 
										están extendidas ampliamente hasta entre 
										los carnívoros menos sociables y las 
										aves de rapiña; su mayor interés reside 
										en que la asociación familiar constituye 
										el medio en donde se desarrollan los 
										sentimientos más tiernos, hasta entre 
										los animales muy feroces en otros 
										aspectos. Podemos, también, agregar que 
										la rareza de asociaciones que traspasen 
										los límites de la familia en los 
										carnívoros y las aves de rapiña, aunque 
										en la mayoría de los casos es resultado 
										de la forma de alimentación, sin 
										embargo, indudablemente constituye 
										también, hasta cierto punto, la 
										consecuencia de cambios en el mundo 
										animal, provocados por la rápida 
										multiplicación de la humanidad. Hasta 
										ahora se ha prestado poca atención a 
										estas circunstancias, pero sabemos que 
										hay especies cuyos individuos llevan una 
										vida completamente solitaria en regiones 
										densamente pobladas, mientras que 
										aquellas mismas especies o sus 
										congéneres más próximos viven en 
										rebaños, en lugares no habitados por el 
										hombre. En este sentido podemos citar 
										como ejemplo a los lobos, zorros, osos y 
										algunas aves de rapiña. 
										Además, las asociaciones que no 
										traspasan los limites de la familia 
										presentan para nosotros comparativamente 
										poco interés; tanto más cuanto que son 
										conocidas muchas otras asociaciones, de 
										carácter bastante más general, como, por 
										ejemplo, las asociaciones formadas por 
										muchos animales, para la caza, la 
										defensa mutua o, simplemente, para el 
										goce de la vida. Audubon ya mencionó que 
										las águilas se reúnen a veces en grupos 
										de varios individuos, y su relato sobre 
										dos águilas calvas, macho y hembra, que 
										cazaban en el Mississipi, es muy 
										conocido como modelo de descripción 
										artístico, pero una de las más 
										convincentes observaciones en este 
										sentido Pertenece a Syevertsof. Mientras 
										estudiaba la fauna de las estepas rusas, 
										vio cierta vez un águila perteneciente a 
										la especie gregaria (cola blanca, 
										Haliaetos abicilla) que se elevaba 
										hacia lo alto; durante media hora, el 
										águila describió círculos amplios, en 
										silencio, y repentinamente resonó su 
										penetrante graznido. Al poco tiempo 
										respondió a este grito el graznido de 
										otro águila que se había acercado 
										volando a la primera, le siguió una 
										tercera, una cuarta, etcétera, hasta que 
										se reunieron nueve o diez, que pronto se 
										perdieron de vista. Después de medio 
										día, Syevertsof se dirigió hacia el 
										lugar donde notó que habían volado las 
										águilas y, ocultándose detrás de una 
										ondulación de la estepa, se acercó a la 
										bandada y observó que se habían reunido 
										alrededor del cadáver de un caballo. Las 
										águilas viejas, que generalmente se 
										alimentan primero -tales son las reglas 
										de la urbanidad entre las águilas-, ya 
										estaban posadas sobre las parvas de heno 
										vecinas, en calidad de centinelas, 
										mientras las jóvenes continúan 
										alimentándose, rodeadas por bandadas de 
										cornejas. De esta y otras observaciones 
										semejantes Syevertsof dedujo que las 
										águilas de cola blanca se reúnen para la 
										caza; elevándose a gran altura, si son 
										por ejemplo alrededor de una decena, 
										pueden observar una superficie de cerca 
										de 50 verstas cuadradas, y, en cuanto 
										descubren algo, en seguida, consciente e 
										inconscientemente, avisan a sus 
										compañeras, que se acercan y sin 
										discusión, se reparten el alimento 
										hallado. 
										En general, Syevertsof más tarde tuvo 
										varias veces ocasión de convencerse de 
										que las águilas de cola blanca se reúnen 
										siempre para devorar la carroña y que 
										algunas de ellas (al comienzo del 
										festín, las jóvenes) desempeñan siempre 
										el papel de vigilantes, mientras las 
										otras comen. Realmente, las águilas de 
										cola blanca, unas de las más bravas y 
										mejores cazadoras, son, en general, aves 
										gregarias, y Brehm dice que, 
										encontrándose en cautiverio, se 
										aficionan rápidamente al hombre (I. 
										c., pág. 499-501). 
										La sociabilidad es el rasgo común de 
										muchas otras aves de rapiña. El grifo 
										halcón brasileño (Caravara), uno de los 
										rapaces más "desvergonzados", es, sin 
										embargo, extraordinariamente sociable. 
										Sus asociaciones para la caza han sido 
										descritas por Darwin y otros 
										naturalistas, y está probado que, si se 
										apoderan de una presa demasiado grande, 
										convocan entonces a cinco ó seis de sus 
										camaradas para llevarla. Por la tarde, 
										cuando estas aves, que se encuentran 
										siempre en movimiento, después de haber 
										volado todo el día, se dirigen a 
										descansar y se posan sobre algún árbol 
										aislado del campo, siempre se reúnen en 
										bandadas poco numerosas, y entonces se 
										juntan con ellas los pernócteros, 
										pequeños milanos de alas oscuras, 
										parecidos a las cornejas, sus 
										"verdaderos amigos", como dice 
										D'Orbigny. En el viejo mundo, en las 
										estepas transcaspianas, los milanos, 
										según las observaciones de Zarudnyi, 
										tienen la misma costumbre de construir 
										sus nidos en un mismo lugar, agrupándose 
										varios. El grifo social -una de las 
										razas más fuertes de los milanos- 
										recibió su propio nombre por su amor a 
										la sociedad. Viven en grandes bandadas, 
										y en el Africa se encuentran montañas 
										enteras literalmente cubiertas, en todo 
										lugar libre,- por sus nidos. 
										Decididamente, gozan de la vida social y 
										se reúnen en bandadas muy grandes para 
										volar a gran altura, lo que constituye 
										para ellos una especie de deporte. 
										"Viven en gran amistad -dice Le 
										Vaillant-, y a veces en una misma cueva 
										encontré hasta tres nidos". 
										Los milanos urubú, en Brasil, se 
										distinguen quizá por una mayor 
										sociabilidad que las cornejas de pico 
										blanco, dice Bates, el conocido 
										explorador del río Amazonas. Los 
										pequeños milanos egipcios (Pernocterus 
										stercorarius), también viven en 
										buena amistad. Juegan en el aire, en 
										bandadas, pasan la noche juntos, y, por 
										la mañana, en montones, se dirigen en 
										busca de alimento, y entre ellos no se 
										produce ni la más pequeña rifía; así lo 
										atestigua Brehm, que ha tenido 
										posibilidad plena de observar su vida. 
										El halcón de cuello rojo se encuentra 
										también en bandadas numerosas en los 
										bosques del Brasil, y el halcón rojo 
										cernícalo (Tinunculus cenchyis), 
										después de abandonar Europa y de haber 
										alcanzado en invierno las estepas y los 
										bosques de Asia, se reúne en grandes 
										sociedades. En las estepas meridionales 
										de Rusia lleva (más exactamente, 
										llevaba) una vida tan social que Nordman 
										lo observó en grandes bandadas juntos 
										con otros gerifaltes (falco 
										tinunculus, F. oesulon y F. 
										subbuteo) que se reunían los días 
										claros alrededor de las cuatro de la 
										tarde, y se recreaban con sus vuelos 
										hasta entrada la noche. Generalmente 
										volaban todos juntos, en una línea 
										completamente recta, hasta un punto 
										conocido y determinado; después de lo 
										cual, volvían inmediatamente siguiendo 
										la misma línea, y luego repetían 
										nuevamente aquel vuelo. 
										Tales vuelos en bandadas por el placer 
										mismo del vuelo son muy comunes entre 
										las aves de todo género. Ch. Dixon 
										informa que, especialmente en el río 
										Humber, en las llanuras pantanosas, a 
										menudo aparecen. a fines de agosto, 
										numerosas bandadas de becasas (traga 
										alpina; "arenero de montaña" llamada 
										también "buche negro") y se quedan 
										durante el invierno. Los vuelos de estas 
										aves son sumamente interesantes, puesto 
										que, reunidas en una enorme bandada, 
										describen círculos en el aire, luego se 
										dispersan y se reúnen de nuevo, 
										repitiendo esta maniobra con la 
										precisión de soldados bien instruidos. 
										Dispersos entre ellos suelen encontrarse 
										areneros de otras especies, alondras de 
										mar y chochas. 
										Enumerar aquí las diversas asociaciones 
										de caza de las aves sería simplemente 
										imposible: constituyen el fenómeno más 
										corriente; pero, es menester, por lo 
										menos, mencionar las asociaciones de 
										pesca de los pelícanos, en las que estas 
										torpes aves evidencian una organización 
										y una inteligencia notables. Se dirigen 
										a la pesca siempre en grandes bandadas, 
										Y, eligiendo una bahía conveniente, 
										forman un amplio semicírculo, frente a 
										la costa; poco a poco, este semicírculo 
										se estrecha, a medida que las aves nadan 
										hacia la costa, y, gracias a esta 
										maniobra, todo pez caído en el 
										semicírculo es atrapado. En los ríos, 
										canales, los pelícanos se dividen en dos 
										partes, cada una de las cuales forma su 
										semicírculo, y va al encuentro de la 
										otra, nadando, exactamente como irían al 
										encuentro dos partidas de hombres con 
										dos largas redes, para recoger el pez 
										caído entre ellas. A la entrada de la 
										noche, los pelicanos vuelven a su lugar 
										de descanso habitual -siempre el mismo 
										para cada bandada- y nadie ha observado 
										nunca que se hayan originado peleas 
										entre ellos por un lugar de pesca o por 
										un lugar de descanso. En América del 
										sur, los pelícanos se reúnen en bandadas 
										hasta 50.000 aves, una parte de las 
										cuáles se entrega al sueño mientras 
										otras vigilan, y otra parte se dirige a 
										la pesca. 
										Finalmente, cometería yo una gran 
										injusticia con nuestro gorrión 
										doméstico, tan calumniado, si no 
										mencionara cuán de buen girado comparte 
										toda la comida que encuentra con los 
										miembros dé la sociedad a que pertenece. 
										Este hecho era bien conocido por los 
										griegos antiguos, y hasta nosotros ha 
										llegado el relato del orador que exclamó 
										cierta vez (cito de memoria): "Mientras 
										os hablo, un gorrión vino a decir a los 
										otros gorriones que un esclavo ha 
										desparramado un saco de trigo, y todos s 
										han ido a recoger el grano". Muy 
										agradable fue para mi encontrar 
										confirmación de esta observación de los 
										antiguos en el pequeño libro 
										contemporáneo de Gurney, el cual está 
										completamente convencido que los 
										gorriones domésticos se comunican entre 
										si siempre que puedan conseguir comida 
										en alguna parte. Dice: "Por lejos del 
										patio de la granja que se hubiesen 
										trillado las parvas de trigo, los 
										gorriones de dicho patio siempre 
										aparecían con los buches repletos de 
										granos". Cierto es que los gorriones 
										guardan sus dominios con gran celo de la 
										invasión de extraños, como, por ejemplo, 
										los gorriones del jardín de Luxemburgo, 
										París, que atacan con fiereza a todos 
										los otros gorriones que tratan, a su 
										vez, de aprovechar el jardín y la 
										generosidad de sus visitantes; pero 
										dentro de sus propias comunidades o 
										grupos practican con extraordinaria 
										amplitud el apoyo mutuo a pesar de que a 
										veces se producen riñas, como sucede, 
										por otra parte, entre los mejores 
										amigos. 
										La caza en grupos y la alimentación en 
										bandadas son tan corrientes en el mundo 
										de las aves que apenas es necesario 
										citar más ejemplos: es menester 
										considerar estos dos fenómenos como un 
										hecho plenamente establecido. En cuanto 
										a la fuerza que dan a las aves 
										semejantes asociaciones, es cosa bien 
										evidente. Las aves de rapiña más grandes 
										suelen verse obligadas a ceder ante las 
										asociaciones de los pájaros más 
										pequeños. Hasta las águilas -aun la 
										poderosísima y terrible águila rapaz y 
										el águila marcial, que se destacan por 
										una fuerza tal que pueden levantar en 
										sus garras una liebre o un antílope 
										joven- suelen versé obligadas a 
										abandonar su presa a las bandadas de 
										milanos, que emprenden una caza regular 
										de ellas, no bien notan que alguna ha 
										hecho una buena presa. Los milanos 
										también dan caza al rápido gavilán 
										pescador, y le quitan el pescado 
										capturado; pero nadie ha tenido ocasión 
										de observar que los milanos se pelearan 
										por la posesión de la presa arrebatada 
										de tal modo. En la isla Kerguelen el 
										doctor Coués ha visto que el Buphagus, 
										la pequeña gallina marina, de los 
										pescadores de focas, persigue a las 
										gaviotas con el fin de obligarlas a 
										vomitar el alimento; a pesar de que, por 
										otra parte, las gaviotas, unidas a las 
										golondrinas marinas, ahuyentan a la 
										pequeña gallina de mar en cuanto se 
										aproxima a sus posesiones, especialmente 
										durante el anidamiento. Los frailecicos
										(Vanellus oristatus), pequeños 
										pero muy rápidos, atacan osadamente a 
										los buhardos, a los mochuelos, o a una 
										corneja o águila que atisban sus huevos, 
										es un espectáculo instructivo. Se siente 
										que están seguros de. la victoria, y se 
										ve la decepción del ave de rapiña. En 
										semejantes casos, las avefrías se apoyan 
										mutuamente, a la perfección, y la 
										bravura de cada una aumenta con el 
										número. Ordinariamente persiguen al 
										malhechor de tal modo que éste prefiere 
										abandonar la caza con tal de alejarse de 
										sus atormentadores. El frailecico ha 
										merecido bien el apodo de "buena madre" 
										que le dieron los griegos, puesto que 
										jamás rehusa defender a las otras aves 
										acuáticas, de los ataques de sus 
										enemigos. 
										Lo mismo es menester decir acerca del 
										pequeño habitante de nuestros jardines, 
										la blanca nevatilla, o aguzanieve 
										(Motacilla alba), cuya longitud 
										total alcanza apenas a ocho pulgadas. 
										Obliga hasta al cemicalo a suspender la 
										caza. "No bien las aguzanieves ven al 
										ave de rapiña -ha escrito Brehm, padre- 
										lanzando un grito fuerte la persiguen, 
										previniendo así a todas las otras aves, 
										y, de tal modo, obligan a muchos buitres 
										a renunciar a la caza. A menudo he 
										admirado su coraje y su agilidad, y 
										estoy firmemente convencido de que sólo 
										el halcón, rapidísimo y noble, es capaz 
										de capturar a la nevatilla... Cuando sus 
										bandadas obligan a cualquier ave de 
										rapiña a alejarse, ensordecen con sus 
										chillidos triunfantes y luego se 
										separan" (Brehm tomo tercero, pág. 950). 
										En tales casos, se reúnen con el fin 
										determinado de dar caza al enemigo, 
										exactamente lo mismo tuve oportunidad de 
										observar en la población volátil de un 
										bosque que se elevaba de golpe ante el 
										anuncio de la aparición de alguna ave 
										nocturna, y todos, tanto las aves de 
										rapiña como- los pequeños e inofensivos 
										cantores, empezaban a perseguir al 
										recién venido y, finalmente, le 
										obligaban a volver a su refugio. 
										¡Qué diferencia enorme entre las fuerzas 
										del milano, del cernícalo o del gavilán 
										y la de tan pequeños pajarillos, como la 
										nevatilla del prado, sin embargo, estos 
										pequeños pajarillos gracias a su acción 
										conjunta y su bravura, prevalecen sobre 
										las rapaces, que están dotadas de vuelo 
										poderoso y armadas de manera excelente 
										para el ataque. En Europa, las 
										nevatillas no sólo persiguen a las aves 
										de rapiña que pueden ser peligrosas para 
										ellas, sino también a los gavilanes 
										pescadores, "más bien para entretenerse 
										que para hacerles daño" -dice Brehm. En 
										la India, según el testimonio del Dr. 
										Jerdón, los grajos, persiguen al milano 
										gowinda "simplemente para distraerse". Y 
										Wied dice que a menudo rodean al águila 
										brasileña urubitinga innumerables 
										bandadas de tucanes ("burlones") y 
										caciques (ave que está estrechamente 
										emparentado con nuestras cornejas de 
										Pico blanco) y se burlan de él. -"El 
										cernícalo -agrega Wied-, ordinariamente 
										soporta tales molestias con mucha 
										tranquilidad; además, de tanto en tanto, 
										coge a uno de los burlones que lo 
										rodean". Vemos, de tal modo, en todos 
										estos casos (y se podría citar decenas 
										de ejemplos semejantes), que los 
										pequeños pájaros, inmensamente 
										inferiores por su fuerza al ave de 
										rapiña, se muestran, a pesar de eso, más 
										fuertes que ella gracias a que actúan en 
										común. 
										Dos grandes familias de aves, a saber, 
										las grullas y los papagayos han 
										alcanzado los más admirables resultados 
										en lo que respecta a la seguridad 
										individual, al goce de la vida en común. 
										Las grullas son sumamente sociables, y 
										viven en excelentes relaciones no sólo 
										con sus congéneres, sino también con la 
										mayoría de las aves acuáticas. Su 
										prudencia no es menos asombrosa que su 
										inteligencia. Inmediatamente disciernen 
										las condiciones nuevas y actúan de 
										acuerdo con las nueve exigencias. Sus 
										centinelas vigilan siempre que las 
										bandadas comen o descansan, y los 
										cazadores saben, por experiencia, cuán 
										difícil es aproximárseles. Si el hombre 
										consigue cogerlas desprevenidas, no 
										vuelven más a ese lugar sin enviar 
										primero un explorador, y tras él una 
										partida de exploradores; y cuando esta 
										partida vuelve con la noticia de que no 
										se vislumbra peligro, envían una segunda 
										partida exploradora para comprobar el 
										informe de los primeros, antes de que 
										toda la bandada se decida a adelantarse. 
										Con especies próximas, las grullas 
										contraen verdaderas amistades, y, en 
										cautiverio, ninguna otra ave, excepción 
										hecha solamente del no menos social e 
										inteligente papagayo, contrae una 
										amistad tan verdadera con el hombre. 
										"La grulla no ve en el hombre un amo, 
										sino un amigo, y trata de demostrárselo 
										de todos modos" -dice Brehm basado en su 
										experiencia personal. Desde la mañana 
										temprano hasta bien entrada la noche, la 
										grulla se encuentra en incesante 
										actividad; pero, consagra en total 
										algunas horas de la mañana a la búsqueda 
										del alimento, en especial el alimento 
										vegetal; el resto del tiempo se entrega 
										a la vida social. "Estando con ánimo de 
										juguetear -escribe Brehm- la grulla 
										levanta de la tierra danzando, 
										piedrecillas, pedacitos de madera, los 
										arroja al aire tratando de agarrarlos 
										tuerce el cuello, despliega las alas, 
										danza, brinca, corre, y, por todos los 
										medios, expresa su buen humor, y siempre 
										es hermosa y graciosa. Puesto que viven 
										constantemente en sociedad, casi no 
										tienen enemigos, a pesar de que Brehm 
										tuvo ocasión de ver, a veces, que alguna 
										era atrapada accidentalmente por un 
										cocodrilo, pero con excepción del 
										cocodrilo, no conoce la grulla ningún 
										otro enemigo. La prudencia de la grulla, 
										que se ha hecho proverbial, la salva de 
										todos los enemigos, y, en general, vive 
										hasta una edad muy avanzada. Por esto no 
										es sorprendente que la grulla, para 
										conservar la especie, no tenga necesidad 
										de criar una descendencia numerosa y, 
										generalmente, no pone más de dos huevos. 
										En cuanto al elevado desarrollo de su 
										inteligencia, bastará decir que todos 
										los observadores reconocen unánimemente 
										que la capacidad intelectual de la 
										grulla recuerda poderosamente la 
										capacidad del hombre. 
										Otra ave sumamente social, el papagayo, 
										ocupa, como es sabido, por el desarrollo 
										de su capacidad intelectual, el primer 
										puesto en todo el mundo volátil. Su modo 
										de vida está tan excelentemente descrito 
										por Brehm, que me será suficiente 
										reproducir el trozo siguiente, como la 
										mejor característica: 
										"Los papagayos -dice- viven en 
										sociedades o bandadas muy numerosas, 
										excepto durante el periodo de 
										aparejamiento. Eligen como vivienda un 
										lugar del bosque, de donde salen todas 
										las mañanas para sus expediciones de 
										caza. Los miembros de cada bandada están 
										muy ligados entre sí, comparten tanto el 
										dolor corno la alegría. Todas las 
										mañanas se dirigen juntos al campo, al 
										huerto, o a cualquier árbol frutal, para 
										alimentarse de frutas. Apostan 
										centinelas para proteger a toda la 
										bandada y siguen con atención sus 
										advertencias. En caso de peligro, se 
										apresuran todos a volar, prestándose 
										mutuo apoyo, y por la tarde, todos 
										vuelven al lugar de descanso al mismo 
										tiempo. Dicho más brevemente, viven 
										siempre en unión estrechamente 
										amistosa." 
										Encuentran también placer en la sociedad 
										de otras aves. En la India: -dice Leyard- 
										los grajos y los cuervos cubren volando 
										una distancia de muchas millas, para 
										pasar la noche junto con los papagayos, 
										en las espesuras de bambúes. Cuando se 
										dirigen a la caza, los papagayos no sólo 
										demuestran un ingenio y una prudencia 
										sorprendentes, sino también capacidad 
										para adaptarse a las circunstancias. 
										Así, por ejemplo, una bandada de 
										cacatúas blancas de Australia, antes de 
										iniciar el saqueo de un trigal, 
										indefectiblemente envía una partida de 
										exploradores, que se distribuye en los 
										árboles más altos de la vecindad del 
										campo citado, mientras que otros 
										exploradores se posan sobre los árboles 
										intermedios entre el campo y el bosque, 
										y transmiten señales. Si las señales 
										comunican que "todo está en orden, 
										entonces una decena de cacatúas se 
										separa de la bandada, traza varios 
										círculos en el aire y se dirige hacia 
										los árboles más próximos al campo. Esta 
										segunda partida, a su vez, observa con 
										bastante detención los alrededores, y 
										sólo después de esa observación, da la 
										señal para el traslado general; después, 
										toda ¡-a bandada se eleva al mismo 
										tiempo y saquea rápidamente el campo. 
										Los colonos australianos vencen con 
										mucha dificultad la vigilancia de los 
										papagayos; pero, si el hombre, con toda 
										su astucia y sus armas, consigue matar 
										algunas cacatúas, entonces se vuelven 
										tan vigilantes y prudentes, que 
										desbaratan todas las artimañas de los 
										enemigos. 
										No hay duda alguna de que sólo gracias 
										al carácter social de su vida, pudieron 
										los papagayos alcanzar ese elevado 
										desarrollo de la inteligencia y de los 
										sentidos (que encontramos en ellos) y 
										que casi llega al nivel humano. Su 
										elevada inteligencia indujo a los 
										mejores naturalistas a llamar a algunas 
										especies -especialmente al papagayo 
										gris- "ave-hombres". En cuanto a su 
										afecto mutuo, sabido es que si ocurre 
										que uno de la bandada es muerto por un 
										cazador, los restantes comienzan a volar 
										sobre el cadáver de su camarada lanzando 
										gritos lastimeros y "caen ellos mismos 
										víctimas de su afección amistosa" -como 
										escribió Audubon-, y si dos papagayos 
										cautivos, aunque sean pertenecientes a 
										dos especies distintas, contrajeran 
										amistad, y uno de ellos muriera 
										accidentalmente, no es raro entonces que 
										el otro también perezca de tristeza y de 
										pena por su amigo muerto. 
										No es menos evidente que en sus 
										asociaciones los papagayos encuentren 
										una protección contra los enemigos 
										incomparablemente superior a la que 
										podrían encontrar por medio del 
										desarrollo más ideal de sus "picos y 
										garras". Muy escasas aves de rapiña y 
										mamíferos se atreven a atacar a los 
										papagayos -y esto solamente a las 
										especies pequeñas- y Brehm tiene toda la 
										razón cuando dice, hablando de los 
										papagayos, que ellos, igual que las 
										grullas y los monos sociales, apenas 
										tienen otro enemigo fuera del hombre; y 
										agrega: "Muy probablemente, la mayoría 
										de los papagayos grandes mueren de vejez 
										y no en las garras de sus enemigos". 
										Unicamente el hombre, gracias a su 
										superior inteligencia, y a sus armas 
										-que también constituyen el resultado de 
										su vida en sociedad-, puede, hasta 
										cierto punto, exterminar a los 
										papagayos. Su misma longevidad se debe 
										de tal modo al resultado de la vida 
										social. Y, muy probablemente, es 
										necesario decir lo mismo con respecto a 
										su memoria sorprendente, cuyo 
										desarrollo, sin duda, favorece la vida 
										en sociedad, y también la longevidad, 
										acompañada por la plena conservación, 
										tanto de las capacidades físicas como 
										intelectuales hasta una edad muy 
										avanzada. Se ve, por todo lo que precede que la guerra de todos contra cada uno no es, de ningún modo, la ley dominante de la naturaleza. La ayuda mutua es ley de la naturaleza tanto como la guerra mutua y esta ley se hace para nosotros más exigente cuando observamos algunas otras asociaciones de aves y observamos la vida social de los mamíferos. Algunas rápidas referencias a la importancia de la ley de la ayuda mutua en la evolución del reino animal han sido ya hechas en las páginas precedentes; pero su importancia se aclarará con mayor precisión cuando, citando algunos hechos, podamos hacer, basados en ellos, nuestras conclusiones.  | 
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