La historia del arte está plagada de olvidos, desconocimientos e
injusticias, debido al carácter esencialmente subjetivo de la obra
artística y de la correspondiente subjetividad del juicio estético.
Lo que es notable para uno, puede ser pésimo para otro. Lope de Vega
dijo que El Quijote era el peor libro que había leído en su vida, y
así fue siempre; sobre todo, cuando el otro está cerca. Me duele que
un artista de la calidad de Helios Buira sea desconocido. La
injusticia siempre me ha dolido, y mucho más en el caso de Buira,
porque conozco la severidad con que trabaja, alejado de las modas,
solitario, tomando como punto de referencia los valores de los
grandes maestros. Helios Buira, tan gran amigo como extraordinario
artista. Una de las pocas amistades con que cuento para sobrellevar
mi existencia. Tengo la honda esperanza de que alguna vez su genio
será reconocido.
Ernesto Sábato
Santos Lugares, Otoño de 1996
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De Ernesto Sábato
Carta
Lunes.
Gracias, queridísimo Helios, por su hermosa carta, por su inmensa y
profunda amistad. Lo sabemos aquí atrás, como ángel guardián, no
sólo por mí, sino, y sobre todo, de la pobre Matilde, que ha pasado
en estos días por momentos tremendos y sigue aún como sostenida por
un hilo de seda. Pobre Matilde: su enfermedad he sido yo, porque
desde los 17 años me ha levantado una y otra y otra vez de pozos
profundísimos de depresión y descreimiento en mis propias
posibilidades; y no durante momentos sino meses y aún años.
Conozco pues, lo que le pasa, pero es el precio: todo lo que vale
cuesta. Cuando le dije a Fernando que su obra me parecía genial, lo
mismo creo de usted, porque para mí ese epíteto no es únicamente
artístico, sino espiritual; porque se refiere a esa fuerza interior
irresistible que le permite a uno superar soledades,
incomprensiones, inmundicias, para poder llevar adelante lo que
tiene que decir. Y en tales condiciones el resultado tiene siempre
esa grandeza que justifica aquel epíteto.
Ahora los snobs y papanatas y frívolos y comerciantes se arrodillan
beatamente ante un ramo de flores de Van Gogh, los mismos que lo
miraron en su tiempo con indiferencia. Este es el (horriblemente)
triste destino de los verdaderos artistas
Venga a verme apenas llegue. ¿Usted tiene más confianza en lo que
pueda decirle esa señora de la Galería que en mí? ¿Quién es esa
señora? ¿Qué representa?.
No se olvide del pobre Van Gogh. Y era Van Gogh, ¡no esa señora de
la galería!
Veré si el estado de Matilde me permite ir mañana a su muestra. Haré
lo imposible.
Ernesto.
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De Liliana Heker
Estoy con Ernesto, mi marido, en el café casi mítico de San Pedro,
uno de los pueblos que más quiero (no sólo por sus barrancas y su
río; sobre todo porque allí nacieron y se nutrieron dos amigos
entrañables, dos de los artistas argentinos más intensos del mundo
actual: el escritor Abelardo Castillo y el escultor Fernando García
Curten). De pronto Ernesto, me dice: "Ese que está ahí debe andar
buscando a Fernando: mirá que cara de escultor tiene". Levanto la
cabeza y es así que lo primero que sé de Helios Buira es su levítica
barba negra, el innegable aire de escultor, y una suerte de
generosidad o de grandeza que parece irradiar de toda su persona aun
durante el acto trivial de preguntarle al mozo la dirección de una
casa.
Debo aclarar que el mozo no sabía la dirección. Por ese azar fuimos
nosotros quienes guiamos a Helios Buira en su primer encuentro con
Fernando García Curten. Sé que para Helios nuestra aparición en el
café tuvo algo de mágico, ya que lo condujo hacia alguien (un amigo,
un par) a quien tal vez había estado esperando toda la vida. Para mí
esa escena en el café fue meramente un hecho feliz: me permitió
conocer a un hombre y a un artista excepcionales. Y el orden no es
arbitrario: antes de ver la obra de Buira lo oí hablar a él; conocí
su pasión, como un fuego lúcido, y su sabiduría respecto del arte
contemporáneo; corroboré esa cualidad suya antes consignada, de
irradiar grandeza.
Sólo después de estos acercamientos me topé por vez primera con una
de sus esculturas. Fue así: yo estaba por entrar a su taller y ahí
estaba: una mujer desnuda, instalada con todo su cuerpo en el
estremo de un banco de plaza. Después iba a saber algunas cosas
sobre la obra en general, pero nada iba a borrar en mí la impresión
que me produjo aquello tan carnal, tan perfectamente instalado en el
mundo como era la mujer, fundiéndose con la desolación, o
incompletud, o promesa de felicidad, que implicaba el banco de
plaza, o mejor, el hecho de estar, la mujer, situada en un extremo
del banco de plaza.
Después iba a saber algunas cosas, decía; el propio Buira se
encargaría de explicarme en el taller que esa mujer -ahora yo la
estaba viendo repetida y diversa hasta sugerir el Universo- se
llamaba Deola y venía de un poema de Pavese. Quiero ser irreverente
y explicar acá que la explicación no me importa en absoluto. Esa
mujer impávida y viva, primitiva y ferozmente contemporánea, no
necesita palabras que la completen. Viene desde la prehistoria y al
mismo tiempo se instala con toda su plenitud -con todo su cuerpo- en
el tiempo actual. Una mesa de café, un banco de plaza, pero sobre
todo lo que falta de la mesa o del banco, esos huecos que
paradójicamente extienden los objetos de Buira hacia el infinito,
ubican a esta mujer, antigua y maciza como su cuerpo, en un mundo
inacabado y patético, un mundo que no puede ser otro que el nuestro.
Estas esculturas se instalan como testimonio desolado y vital de una
humanidad que se aniquila y a la vez, sigue clamando por la vida.
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De Fernando García Curten
La extraña fiebre de Helios Buira
Juan Pablo Castel, que muchas veces ha viajado en este mismo tren,
diría que no hay casualidades.
Rodeado de solitarios en masa, voy a Santos Lugares, observo esas
figuras. Estudio con obsesión las espaldas curvadas, los torsos
desmembrados; piernas, brazos, manos que se aferran al equilibrio.
Cabezas inclinadas sobre vidrios sin paisaje, bocas cerradas, ojos
que no miran. Ver: ese es mi inevitable oficio.
Pero hay otro hombre. Sostiene su abundoso cuerpo en anchas piernas
plantadas sobre el piso inestable. sus manos parecen sabias y su
cabeza es cezanniana. También sus ojos observan, también estudia,
también ve. Sí, es otro y lo reconozco. En un tiempo distinto, en el
que ya no importa el antes o el después, esa misma cabeza se
asomaría por la ventana de mi taller para reconocerme y
reconocernos.
Y nos conocemos desde hace mucho tiempo, desde antes de viajar en
trenes atestados. Lo sé, ahora que soy yo el que se asoma a través
de la ventana del taller de Helios Buira, el hombre de las manos
sabias. Lo sé, ahora que mis ojos recorren sus figuras: gordas
metafísicas de anchas piernas plantadas sobre el inestable planeta.
"Para ser original hay que volver a los orígenes" En medio de
engranajes opresores, chucherías cibernéticas y tecnología sin alma,
Helios Buira, testigo insobornable, redime el origen. Con tierra,
agua fuego y aire, trastorna el espacio en volúmenes rotundos y en
un banco de plaza instala la soledad más insoportable. "Las
obsesiones tienen sus raíces muy profundas y cuánto más profundas,
menos numerosas son" Y una de esas figuras abundosa se sienta en un
bar. La materia modela la espalda curvada y se desgarra para siempre
en la mesa. Al borde de esa grieta abismal presiento el adentro
inexorable, pero también la gran verdad del escultor: su esperanza.
Desde ese borde de barro antiguo habrá que elegir.
Sin titubeos ni concesiones, por la bondad y la belleza, Helios
Buira dibuja testarudo en el papel o en el espacio. Obstinada
elección para reparar la realidad destruida. El artista de las manos
sabias repara y nos salva.
Me alejo silencioso de su taller. Sé que estará pensando: "Tengo una
fiebre extraña: se llama vida"
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De Osvaldo Barone
Una medianera es el límite entre Sábato y Helios Buira
Si algún teórico utilizara su nombre como excusa para justificar que
el talento es contagiosos, habría que creerle. El escultor Helios
Buira -quien actualmente vive en el fondo de la casa de Ernesto
Sábato- comparte la gracia del genio con uno de los más grandes
escritores argentinos, aunque en su caso prefiere modelar el
silencio y convertirlo en imagen antes que internarse en el siempre
oscuro laberinto de las palabras. Sus obras, hasta el pasado domingo
expuestas en las salas 3 y 5 del Centro Cultural Recoleta, muestran
algunas de las obsesiones que marcaron toda su vida: la forma de los
cuerpos, la sugerencia femenina que bajo el nombre de Deola
simboliza el Universo y que llega a la escultura desde una poesía de
Cesare Pavese, la desolación de la carne hecha obra de arte.
Según cuenta la novelista Liliana Heker, la presencia misma de Buira
encierra en sí parte de la magia de su trabajo. "Estaba con Ernesto
en el café casi mítico de San pedro -dice Heker-, uno de los pueblos
que más quiero (no sólo por sus barrancas y su río; sobre todo
porque allí nacieron y se nutrieron dos amigos entrañables, dos de
los artistas argentinos más intensos del mundo actual: el escritor
Abelardo Castillo y el escultor Fernando garcía Curten)" Y agrega: "
De pronto Ernesto, mi marido, me dice: "Ese que está ahí debe andar
buscando a Fernando: mirá que cara de escultor tiene". Levanto la
cabeza y es así que lo primero que sé de Helios Buira es su levítica
barba negra, el innegable aire de escultor, y una suerte de
generosidad o de grandeza que parece irradiar de toda su persona aun
durante el acto trivial de preguntarle al mozo la dirección de una
casa. Debo aclarar que el mozo no sabía la dirección. Por ese azar
fuimos nosotros quienes guiamos a Helios Buira en su primer
encuentro con Fernando García Curten. Sé que para Helios nuestra
aparición en el café tuvo algo de mágico, ya que lo condujo hacia
alguien (un amigo, un par) a quien tal vez había estado esperando
toda la vida. Para mí esa escena en el café fue meramente un hecho
feliz: me permitió conocer a un hombre y a un artista
excepcionales."
La escultura no es, se sabe, convocante exaltada como la pintura:
exige del espectador una mirada de silencio no de erudición ni de
esnobismo. Buira lo sabe. Y acaso por eso es reservado y modesto. No
por casualidad Ernesto Sábato, jugando ex profeso con los banales,
suele decir: "Es un gran escultor. Vive en el fondo de mi casa".
En realidad, ambos viven uno al lado del otro. Sólo que uno de ellos
es el célebre.
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PARTE DEL AIRE
Esculturas de Helios Buira en Recoleta
Hasta el domingo 10 puede visitarse, en el Centro Cultural Recoleta,
una conmovedora serie de esculturas, y dibujos de Helios Buira.
El artista realiza esta vez, y a su manera, un homenaje poético y
testimonial a la joven anarquista argentina Soledad Rosas, que
muriera trágicamente el año último en una cárcel de Italia. En la
visión particular de Buira, la imagen desoladora de esta mujer de
poca suerte se transforma casi en un haz luminoso. Con un
tratamiento minucioso y sensible, Buira acusa al mundo de las
apariencias, cruel e individualista, por haber condenado a los seres
que no pueden adaptarse a sus reglas. Estas esculturas son el
resultado de un extraño cruce entre formas abstractas y perfiles de
una realidad cruda. Nadie que las vea y se deje llevar por su
impronta podrá quedar indiferente. El cuerpo sin vida de Soledad
Rosas cuelga desde el espacio, ubicado para siempre en un punto en
el que ya nadie puede hacerle daño.
Helios Buira . Esculturas. Hasta el 10 del actual, en el Centro
Cultural Recoleta. Junín 1930. Tel. 803-1041. Martes a viernes, de
14 a 21; sábados y domingos, de 10 a 21. Gratis
Publicado en el Diario La Nación, de Buenos Aires, el viernes 8 de
enero del 2000
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Expone el escultor Helios Buira
El Centro Cultural Biguá, reinicia su actividad artística para 1995,
invitando a la muestra del gran escultor argentino Helios Buira
Con toda una vida dedicada por entero al arte, Buira estudió en la
Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano. Fue discípulo y luego
ayudante de los maestros Antonio Pujía y Naum Knop. Trabajó por
muchos años en el Taller de Escultura Escenográfica del Teatro Colón
de la Ciudad de Buenos Aires.
Su encuentro en 1976, con Ernesto Sábato (profundo admirador de la
obra de Buira) y su literal vecindad con el gran escritor, marca su
escultura de nueva elocuencia y patetismo.
No expone sus obras con asiduidad, siendo su última presentación la
del Centro Cultural Recoleta en 1990. Tampoco participa en
certámenes pese a haber obtenido años atrás premios y
reconocimientos. Es muy importante su labor docente, dirigiendo el
Centro Cultural Juan Carlos Castagnino (1984-1989). Fundador, junto
a Fernando García Curten, el "Taller del Fondo" y en la actualidad
conduce "La Ermita", su propio taller de enseñanza. Es además,
Coordinador General en el Centro Cultural Recoleta.
El Centro Cultural Biguá considera que la presencia del escultor y
dibujante Helios Buira en sus salas, como un acto de estricta
justicia hacia uno de los más sólidos artistas argentinos
contemporáneos. La muestra integrada por esculturas y dibujos, será
presentada por la escritora Liliana Heker y el escultor Fernando
García Curten, quedando inaugurada el 28 del actual, a las 19:30.
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De Hernández Rosselot
Helios Buira presenta su muestra personal de esculturas (Galería
Christel K)
Ha estudiado en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, pero no
es un clásico. Se perfeccionó con Antonio Pujia y ha sido su
ayudante en la Escuela-Taller durante algunos años; pero su
concepción escultórica es diferente de la del maestro. Posee
experiencia de escultura escenográfica con el maestro Ermando Bucci,
en el Taller de Escultura del teatro Colón de la Ciudad de buenos
Aires, pero rehuye lo alegórico. Ayudó al escultor Naum Knop a
concretar murales y a la escultora Lidia Juárez en el monumento al
Inmigrante, emplazado en la Ciudad de Bahía Blanca.
Pero lo que Buira exhibe son pequeñas terracotas, algunas de las
cuales fueron posteriormente patinadas; pero su vigor y grandeza
tienen el tamaño de la vida. El personaje es tan real y concreto
como una ficción templada por lo imaginario, por cuanto la
inspiraron lecturas de Sábato (Héroes y Tumbas) y Cesare Pavese,
quien ideó esta mujer llamada Deola.
El escultor la ha modelado con fuertes volúmenes. Acostada o
reclinada, de pie o sentada en el banco de una plaza. Son muchas las
variantes y la viste con su propia carne abundosa, hecha con una
materia áspera, rugosa, al igual que su existencia. Sólo sublimada
por la estética que redime la desdicha tan plena como los volúmenes
que la determinan. Una mujer fuerte, albergadora de existencias
propias y ajenas.
En suma: una obra lograda y un artista que es ya más que una
promesa.
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De Luis Felipe Noe
Texto presentación de la muestra realizada en el año 2002, junto con
la pintora Mirta Narosky en el Centro Cultural Recoleta.
Un mundo + Un mundo = Otro Mundo
La amistad y/o el posicionamiento estético común son los factores
que generalmente hacen que dos o más artistas expongan juntos. En el
caso de Mirta Narosky y Helios Buira esas características se
encuentran pero como consecuencia y no como motor de su asociación,
causada esta por otro motivo: el mutuo descubrimiento de sus
coincidencias en "sus mundos".
¿Cómo son éstos y cuáles son aquellas?
Seres humanos asomados a vacíos que son contemplados desde vacíos,
construcciones que son barreras entre ambos, soledades
multitudinarias o multitudes solitarias (da lo mismo si están
representadas por muchas personas o por una sola) Helios lo plantea
sin color, mera forma, dado que lo hace en esculturas pequeñas
(dimensión de lo íntimo). Mirta, en cambio, en cuadros dibujos con
fondos categóricos de color. O sea en Helios el espacio es el real
planteado como un vacío, en Mirta es un grito: el color -ese viejo
anarquista metebombas. se expande solitario con toda su fuerza. En
las obras de Helios una mujer acompaña a un ahorcado que pende de un
marco y hombres y mujeres pispean el amor de otros trepándose a los
muros. En los cuadros de Mirta, hombres y mujeres se asoman o danzan
en el vacío-grito, ya sea azul, rojo o amarillo.
Así, entre los dos terminan objetivando sus subjetividades al bordar
entre ambos su coincidencia. De esta manera sus "mundos" se
convierten en un planteo plástico y anuncian una amistad de cosmo-visiones.
La suma de los dos "mundos" hace otro mundo distinto a los que se
adicionan: si estos son testimonios de soledad, al unirse, revelan
coincidencia.
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César Magrini dijo:
HELIOS BUIRA esculpe y muestra sus trabajos bajo la denominación de
Deola de buenos Aires, aclarando de paso que se trata de un homenaje
al gran poeta italiano Cesare Pavese, lo cual implica soledad e
invencible tristeza en su obra (hay asimismo algunos dibujos que
sirven de punto de partida para la comprensión de su camino hacia la
concreción de las formas en el espacio), abandono, resignación y
fatalismo.
Por otros senderos transita, empero, la capacidad creadora del
artista: por los mejores. Trabaja con soltura y con elocuencia los
materiales, asomando de vez en cuando una chispa de optimismo en sus
figuras -mujeres desnudas, en decadencia- y la certeza innegable de
aquello que tan acertadamente Pavese definía en el título de uno de
sus libros: "Lavorare Stanca".
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De Luis Gruss
DEOLA DE BUENOS AIRES
Para los que están cansados de recorrer galerías de arte donde
sirven buen vino y saladitos -cualquier cosa menos arte en serio,
cualquier cosa menos esfuerzo- la propuesta es simple: llegarse
hasta el Centro Cultural Recoleta, y ver los bocetos y las
esculturas de un señor barbudo llamado Helios Buira.
La muestra es en rigor un homenaje al italiano Cesare Pavese, autor
del poema Los pensamientos de Deola, versos que Buira ilustra con
figuras abundosas y desesperadas, macizas y desoladas en su
portentosa humanidad.
Para ser original hay que volver a los orígenes. Buira lo sabe y por
eso, al igual que su colega Fernando García Curten -otro peso pesado
de la escultura viva que aún se hace en este país- echa luz a formas
tan reales como los poemas de Pavese.
(Texto escrito por Luis gruss, para una de mis muestras publicado en
en diario Sur)
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Alejandro Castelli
Una Carta.
Queridísimo Helios:
Acabo de recibir tu carta que me alegró muchísimo y que estaba
seguro que en algún momento llegaría.
No me disculpo por el silencio y la distancia, pues ya hemos
acordado que entre hermanos existe esa unión sutil que los
trasciende. Sin embargo, es cierto que algo pasó.
No sé, pero estoy tratando de ir por el Centro Recoleta para verte
desde octubre pasado y cada fin de semana, incluso estando ya por
salir, pasa algo, algo me traba.
Estoy profundizando en la Astrología; en estos momentos, y por
bastante tiempo más, tengo a Saturno, el Maestro Espiritual y el
Señor del Karma, en mi casa de la Personalidad. Él, naturalmente
frena y demora. No sé si será eso, o este sistema que por momentos
me abruma. Hacia fin de año, sólo pensaba en el alquiler. El Arte,
el Espíritu, el Amor, eran sólo palabras lejanas y difusas. En este
Nuevo Tiempo, en cambio, sin que haya cambiado en nada mi situación
material, el Maestro me ha hecho reflexionar (supongo) y estoy
trabajando a nivel profundo para rearmarme y volver a la lucha
espiritual que tan bien describís en tu Carta-Manifiesto.
Esta semana me va a ser difícil llegarme por tu casa (la próxima
seguramente iré) Por eso te mando este abrazo de papel y tinta, dos
materiales que ambos amamos, con la confirmación de mi
inquebrantable y profundo afecto.
Y un saludo de nuestro amado Michelángelo Buonarrotto.
Que estés Bien.
El Vasco.
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De Mirta Narosky
Carta
Queridísimo Helios
Como siempre, mi vómito epistolar. Son las dos de la mañana y como
si las piezas de ajedrez se acomodaran una a una para mostrarme el
Jaque Mate, aquí estoy escribiéndote sin poder dormirme.
Vine para el taller en automático, sin saber si para pintar, o
escribir, o ambas, porque tengo una gran angustia en la garganta y a
la vez una emoción por la claridad que cada vez más invade mi mente
y mi alma.
Te escribo porque sos la ayuda que necesito para convencerme de la
magia del Arte, para sentir que estamos cerca de Van Gogh cuando le
escribe a Theo, que las nuestras están en la misma Energía. Sabés
que siempre dudo. No sé por dónde empezar. Lo cierto es que estoy
teniendo evidencias a diario de que la muestra que haremos juntos,
es atinada en extremo: "El amor en tiempos de horror" o "Entre el
amor y el horror". Título que ya será.
Acabo de terminar de ver una película de tres horas de duración que
es emblemática para lo que nos atañe: "La mirada de Ulises". Por
favor, alquilala, comprala, aunque sé que no tenés equipo para
pasarla, pero hacé algo para verla. Es exactamente el amor en
tiempos de horror, hay músicos tocando en la guerra de Sarajevo, hay
actores, pero no hay plásticos; esa es la parte que falta: nosotros
y nuestra muestra.
Por otro lado -estoy verborrágica, disculpame- ayer estuve en la
galería donde voy a exponer en diciembre y me sucedió algo increíble
o algo demasiado fuerte como para aceptar. Esperé por una hora a la
galersita que me citó a las cinco de la tarde y llegó a las seis.
Entonces aprovecho y converso con el secretario que, desde que lo vi
por primera vez lo asocié con un alumno mío cordobés de 28 años, que
murió de Sida. Cada vez que veo a este chico me recuerda a mi alumno
y se lo dije, sin contarle que murió. Es homosexual y cada vez que
me cuenta algo, lo relaciono más. Pero ayer fue el sumun. Cuando
llegó la galerista, dije en voz alta: Mirta, tranquila (por la
espera) Ommmm Ommm y él me contestó que dijese una frase algo así
como: Namiojo Rencovenkio. Se me erizó la piel. Mi alumno, Gustavo,
era budista y me enseñó exactamente esas palabras. La última vez que
las escuché fue cuando al año de su muerte me llamaron para asitir a
una meditación budista en su honor y recuerdo. Se lo dije al
secretario y ahí le conté todo, su muerte por Sida. Y este chico se
acercó a mi oído y me dijo: -Yo también tengo HIV, pero no me voy a
morir.
¿Podés entender querido Helios, lo que sentí? Caían lágrimas por mis
mejillas. Es "el", mi alumno, con otra oportunidad.
¡Me está pasando de todo! Ya te contaré. Veámonos por favor esta
semana. Vení, porque sino, exploto. Lo terrible y lo hermoso
coexisten totalmente, todo el tiempo. Y aún lo hermoso no nos
animamos a vivirlo completamente y a veces en esta coexistencia,
solemos aceptar el horror. Si pudiera con la imagen de todo esto que
siento, haría obras maravillosas. Algo me acerco, pero no llego
todavía.
Recibí tu carta. No te vi en la muestra de la SADE y no pude ir al
Recoleta. Agarrá el teléfono -que no muerde- y llamame. Mi pequeño
cuerpo no resiste tanta cosa sola ¿entendés? ¡SOS!, amigo del alma.
¡SOS!
Hay otra cosa que quiero contarte, pero esto debe ser personalmente.
¡Contestame, llamame, visitame!
Besos de alma a alma.
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LA HUMANIDAD DE HELIOS BUIRA
Rolando Gabrielli
El trazo de Helios Buira es absolutamente humano. Viaja de la mano,
al corazón del observador más distraído. En la representación de su
autor, está el abrumador mensaje de la sencillez. Una línea que
desemboca en sí misma y respira el aire del espacio que acumula para
transformarse en figura única.
Las mujeres de HB son tenaces, aguerridas, porfían más allá de la
imagen y se sostienen por un afán de ser aún en el vacío, en la
imposibilidad.
Tiran de una soga real e invisible el sueño que habilitan; a veces,
pareciera, a través de un esfuerzo superior y soportan el juego
inútil de la des-esperanza. No dejan de ser ellas, el gesto de la
victoria o de la derrota, más bien dirían, trazan su propio camino.
Posan y reclaman su espacio, pero no dejan de compartir y disfrutar
en la medida de su libertad, sus vidas con el Maestro que las recrea
en madonas aparentemente desnudas, porque sólo están despojadas de
sus ropas. Les anima un espíritu tenaz, propio de la autenticidad.
No hay un doble fondo en sus imágenes, como muñecas rusas, sino la
simple piel desde los párpados al talón de los pies.
A Helios Buira lo conocí en Internet hace algunos años y es el fiel
retrato de sus propios personajes: un sentido humano de las gentes y
las cosas. Un artista que deambula en el yo colectivo, pero no se
arrima a ningún árbol frondoso, sino camina con pies y pasos
propios. Es un poeta de la Mancha, no por la tinta que usa, sino lo
quijotesco en el real sentido del término.
No tengo muchos datos del autor y para una obra que es fiel
expresión de su autenticidad, poco se requieren. Sé que es argentino
y a mí me parece suficiente. Oye, me digo, estamos en el siglo XXI,
una era catastrófica, espeluznante, decadente, terrorífica, cínica,
banal, atiborrada de partículas de mierda que pretenden ser un
caleidoscopio de Disney. En ese inmerso mar en que nos encontramos,
sigo pensando que el horizonte es bello y sólo hay que apartar las
cucarachas frente al soleado mar o en ese panorama, escenario gélido
con que nos llenan de escalofrío las noticias y sus mentiras.
El Arte trasciende y porfía más allá de la técnica del reciclaje, la
farándula, del propio mercado y de la indiferencia burlona de los
amos del gusto.
Helios Buira nos entrega su mirada, primer derecho de un artista,
todo lo demás corre por su cuenta, amigo espectador, observador,
internauta. La obra es un acto individual, como el amor porque se
comparte.
En todo este arte e inspiración, trabajo, debo decir a confesión de
su autor está el personaje del inolvidable Cesare Pavese: Deola.
Mujer de la vida, que sentada en el café disfruta un cliente por las
noches y los escoge a su manera o no. Los hombres acuden a ella para
sacarse sus caprichos que no les dan la esposa ni la novia.
Deola es esta musa. |