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Jacobo Kogan
De su libro La religión del arte (Emecé 1987)
 

La religión del arte - La religión del arte en el romanticismo -

Novalis - Gérard de Nerval - Baudelaire - Rimbaud - Conclusión -

 

La religión del arte

"Tu a bien l'amour de l'art, mais tu n'en as pas la religión" escribió Flaubert a Louise Colet. Para Flaubert el arte era una forma de religión en el sentido de devoción y entrega total; pero tal vez algo no alejado enteramente de la religión en el sentido estricto. No se refería al arte como expresión de una fe previamente abrazada, conjunción ocurrida con frecuencia en la historia de los diversos géneros artísticos, sino el arte constituyendo una religión por sí mismo, al arte identificado con una religión.

No faltan para tal concepción precedentes en la historia de la filosofía y la literatura. La cultivaron los románticos alemanes, como Novalis y Jean Paul, así como los románticos franceses como Gerard de Nerval, y de un modo particular los poetas Baudelaire y Rimbaud. En la filosofía presenta un caso sumamente notable Hegel, quien en su Fenomenología del Espíritu trata de una "religión del arte", idea que le había sido sugerida por Schleiermacher y Schelling, pero que Hegel reelabora considerando el arte como una genuina manifestación del Espíritu. Y el Espíritu de Hegel, a la vez que divino, es el proceso viviente de la humanidad a través de su historia, proceso que toma conciencia de sí mismo en el arte, la Religión y la Filosofía; y si bien en obras posteriores separa el Arte de la Religión como etapas dialécticamente separadas del Espiritu, en la obra mencionada y en su Estética concibe el arte como una forma de religión, anterior a la religión revelada del cristianismo.

En rigor, todas la filosofía de Hegel puede considerarse como una religión, por cuanto el Universo es la Idea en su despliegue gradual y el Ser de Dios no es sino lo que en este despliegue se manifiesta. Por otra parte, este proceso dialéctico de lo divino lo realiza la humanidad en su conjunto, que toma plena conciencia de sí misma en el Saber Absoluto. El Arte, por ser una forma de Espíritu Absoluto, constituye una actividad creadora de belleza de la humanidad divinizada.

El Espíritu en Hegel es un proceso de pensamiento viviente, una síntesis de la vida, de pensamiento y de la conciencia de la unidad dinámica de ambos. No hay vida real sin pensamiento, ni pensamiento sin vida; la realidad verdadera, lo absoluto, no es la vida biológica, sino la vida del pensamiento que produce dialécticamente lo objetivo de la Naturaleza y lo objetivo del Espíritu. La Naturaleza es la objetividad física, pero hay también un mundo objetivo espiritual, que deriva de la interioridad humana: lo constituyen todas las formas de la sociabilidad y la cultura, todas las instituciones comunitarias y la historia de tales formas. Hegel llama a ese mundo Espíritu Objetivo. Tanto la Naturaleza como el Espíritu objetivos culminan en la conciencia de sí, de la totalidad dinámica que es la autoconciencia de lo Absoluto. El hombre aislado, singular, sólo llega a esta autoconciencia de la realidad gradualmente, a través del proceso dialéctico del pensar. En el arte, de un modo subjetivo; en la religión, de un modo objetivo, y en la filosofía, en una síntesis de ambos que es el proceso intelectual del Saber Absoluto.

En Grecia la religión y el arte se hallan fundidos: la actividad espiritual que crea la belleza es también la que, sin saberlo, engendra lo divino. Luego, en el cristianismo, la religión es revelada como identificación real de la comunidad humana con Cristo, el HOMBRE INTEGRAL, y el arte pasa a ser una forma de religión superada.

Todas las formas del Espíritu nacen en la imaginación. La imaginación humana no opera solamente en la esfera del arte. El hombre imagina siempre cuando supone que existen cosas fijas y que él mismo es algo permanente, siendo en realidad el espíritu actividad y lucha. De este modo, imagina un mundo inerte, una sociedad estable y hasta a Dios como Ser inmóvil. Son ideas y conceptos creados por él sin saber que proceden de su pensar inconsciente.

La verdad radica en el proceso, en el movimiento que se manifiesta en la transformación dialéctica, en síntesis triádicas sucesivas. Así la religión presenta las tres figuras de religión natural (tesis) religión del arte (antítesis) y religión revelada (síntesis).

En la religión natural nace la conciencia humana como apertura a la inteligibilidad y el hombre ve el mundo exterior como una luz (ejemplificada por la religión de los parsis); luego lo divino en la naturaleza se configura en la diversidad de sus formas y el hombre diviniza las plantas y los animales (primeras religiones de la India); finalmente construye pirámides y obeliscos (como en Egipto, que todavía no son arte, sino artesanía, porque es una acción que se cumple instintivamente, "como las abejas construyen los alvéolos") La "religión del arte" nace en Grecia cuando urge la conciencia justamente como actividad y lucha, cuando los esclavos reconocen conscientemente que son esclavos y los amos pueden abandonarles todos los trabajos materiales y dedicarse a gozar libremente de la belleza. La belleza para la religión del arte en Hegel es el Ser de lo divino. Al acceder a esta etapa el hombre se da cuenta que el espíritu no reside en los objetivos de la Naturaleza, sino que es como un resplandor que se manifiesta a través de ellos. "Lo bello, dice Hegel, es la manifestación de la idea en lo sensible"; no, por lo tanto, el objetivo sensible mismo. Y a la vez, por ser divina, la belleza es la realidad por excelencia. Sólo que, a diferencia de Platón, para quien la Idea es realidad prototípica independiente de lo sensible, para Hegel es la realidad espiritual dentro de lo sensible: en Hegel no es la Idea misma la que es bella, como en Platón, sino que sólo es bella en su aparición a los sentidos.

En la religión del arte tal como floreció en Grecia el hombre se torna autonsciente del Espíritu, pero sólo a partir de su interioridad, esto es, de un modo subjetivo, porque no se ha percatado todavía de que este Ser divino tiene su origen en la actividad universal del pensamiento que produce todos los modos del Ser. En la religión revelada toma ya conciencia de sí, como totalidad objetiva, y sólo en la filosofía acaba de conocer esta totalidad procesual como sujeto y objeto a la vez: la filosofía es el Saber Absoluto de la historia humana y con ella el hombre toma conciencia plena de sí como Espíritu que abarca el Todo procesual. Porque el espíritu es pura productividad del pensamiento humano en un trabajo y desarrollo constante, que engendra la civilización y la cultura así como la divinidad misma de las diversas religiones.

En la religión del arte la primera etapa consiste en la proyección de lo bello divino en las formas exteriores de la escultura, cuando el hombre se entrega en su adoración del objeto, inconsciente de su propia actividad subjetiva; luego interioriza esta actividad subjetiva en el himno y finalmente halla la síntesis entre lo objetivo de la imagen exterior y el lirismo, en el culto. Pero el movimiento dialéctico del Espíritu continúa obrando desde el dinamismo interior y el hombre busca una expresión más sustancial, que se traduce en lo que Hegel llama la obra de arte viviente, que es la belleza divina encarnada en el cuerpo del atleta de los juegos olímpicos y las fiestas religiosas. La inquietud espiritual vuelve a interiorizarse en el elemento mítico de los misterios y luego se resuelve sintéticamente en el lenguaje, subjetivo y objetivo a la vez, que por su parte se despliega en el arte literario de la epopeya, la tragedia y la comedia.

La epopeya expresa la objetividad de los dioses y la lucha de los héroes nacionales, la tragedia pone de relieve la subjetividad en la confrontación de lo humano y lo divino, y en la comedia, al fin, el hombre toma consciencia de sí como individuo concreto en tanto que lo único real, ve a los dioses como producto de su imaginación y desdeña por completo la religiosidad. Pero el hombre individual no se satisface de ser toda la realidad y el impulso dialéctico conduce entonces a la superación de la religión del arte y el comienzo de la religión revelada: el hombre es ciertamente toda la realidad del Espíritu, pero no lo es el hombre singular, el hombre cualquiera, sino el HOMBRE integral, Cristo, la comunidad religiosa.

No termina allí el movimiento dialéctico, porque la religión cristiana se encuentra asimismo dentro de la evolución procesual de lo divino en tanto que pensamiento, y la verdad última, el Saber Absoluto, es ya una autoconciencia universal, el Sujeto de todas las religiones y de todas las concepciones objetivas del Ser en la historia. La religión del arte resulta así superada no solamente por la religión revelada, sino que el concepto de religión mismo tradicional culmina en la Idea, esto es, en una intelectualización de todo lo que es o exuste, el pensar del SEr, la autoconciencia intelectual del proceso viviente.

El arte tiene que ser, por tanto en Hegel, un momento del progreso hacia el pensamiento consciente de la humanidad. Todo lo contrario es la concepción de los románticos, que buscaron tanto la religión como el arte en lo inefable del inconsciente.


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© Helios Buira

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