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LA NOVELA
Como un diario de memorias

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LA NOVELA

Sólo queríamos ser lo que éramos.

Militantes de la vida

47

Fui al taller de Santiago luego de haberle avisado que iría. Fui solo, pues Sandra se había quedado en la casa, no se sentía bien.

Me recibió alegre, y al verme solo me preguntó porque Sandra no había ido, le expliqué.

-Bueno -dijo- otra vez será.

-Seguramente -dije- tenemos tiempo.

-Preparo unos mates y charlamos mientras ves los trabajos.

-Dale -dije-, mientras preparás voy viendo. Te veo contento, cosa que me dice que te agrada lo que estás haciendo.

-Si -dijo- me agrada y eso me estimula para meterle con todo. Por ahora son bocetos, que luego iré duplicando el tamaño y si da, triplicando. Ya al doble el volumen aumenta bastante y es lo que me agrada, creo que mantendrán la armonía que noto ahora.

-Bueno, andá a preparar el mate.

Se metió en la cocina, fui al taller y al ingresar, una gratísima sorpresa. Las obritas eran muy bellas, con el tratamiento obsesivo de Santiago por el acabado, el cuidado de la superficie. A diferencia de lo mío, ahí no se veía una sola textura o un fragmento de textura. Dos estaban terminadas, esmaltadas con unos colores realmente bellos, ocres y tierras; una con un tratamiento brillante, la otra no.

Llegó con el mate, se quedó mirándome como queriendo adivinar que me parecían, que podía yo decirle. Reí ante su gesto.

-¿Y? Dijo.

-Y bueno -dije-, te felicito, bellísimas obras. Un placer recorrerlas, una composición acertada y los colores…

-¿Te agradan los colores? Pienso hacer una serie, con esa gama, son dos o tres colores nada más y supongo que iré haciendo algunas brillantes, con esmalte y otras directamente con calcinas, monocochuras.

Nos sentamos a tomar mate, mientras hablábamos de esas piezas que tenía ante mí, que me provocaban un verdadero placer estético.

-Bueno -dije- a meterle con todo, tenés mucho para hacer y decir con lo que hagas. Las imagino en una galería, en algún lugar donde las puedas mostrar.

-Pará… -dijo- recién empiezo, me va a llevar tiempo, sabés que trabajo despacio, que tardo bastante antes de llegar a la culminación.

-Sí -dije- tus obsesiones, el acabado, la “perfección”

-Bueno… -lo dijo sonriendo- algo de eso hay. Contame de Sandra, cómo va la relación, cómo se llevan en el taller.

-Normal -dije- ella en su espacio y yo en el mío, trabajando; en los descansos tomamos algo o comemos y hablamos mucho.

-¿Eso sólo? -dijo y largó una carcajada.

-Me vas a tener así hasta que un día te mienta y te vas a sentir feliz, porque “tenías razón” desde el principio; entonces no me vas a joder más.

-Es que me resulta gracioso cómo te ponés a la defensiva, cómo tratás de cuidar la relación; tendrías que verte la cara. Para mí, toda esa postura tuya es un camelo, una sanata para distraerme, pues estoy seguro de que la piba te dio vuelta el cerebro y no querés aceptarlo.

-No es así. Dije.

-Veremos…


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© Helios Buira

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