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LA NOVELA | ||
Como un diario de memorias | ||
LA NOVELA Sólo queríamos ser lo que éramos. Militantes de la vida
44 Dejé la PC, fui hacia un caballete, destapé una figura y comencé a observarla. Me agradaba, sesenta centímetros de alto, tenía pensado ponerle como título “La Partida”, pero tenía que encontrar que la forma, la actitud de la escultura, el movimiento de las masas compositivas, tenían que decir que era una partida. De no ser así, tendría que encontrar otro título. Pero me agradaba. Comencé a modelar, a ir resolviendo zonas, nada definitivo, eran intentos y algo que comenzaba a molestarme era que estaba desvirtuando la anatomía, o sea, la concepción anatómica, más allá de que no soy un naturalista, compongo formas en el espacio, son esculturas, no se las puede comparar con el cuerpo de una persona; pueden tener brazos o no, pueden no tener cabeza, porque lo que hago es otra manera de decir, de sentir y ver que esas formas sí estén compuestas en armonía, que no haya quiebres visuales cuando uno la recorre, cuando gira en rededor para verla en su totalidad. O sea, son esculturas y hay que observarla como tales. Son en sí. No hay nada que explicar. No sé cuanto tiempo había pasado cuando escuché un ruido que venía del taller de Sandra y al mirar hacia ese lado, su cabeza riendo, asomaba detrás de la cortina que había puesto para estar más aislada. “Dale -dije- vení que tomamos mate” “Eso te venía a decir. Lo preparo” Fuimos hacia la cocina, saqué algunas galletitas de la lata, las puse sobre un plato y me senté. Cuando estuvo caliente el agua ella comenzó a cebar. -Me agrada esa escultura que estás trabajando -Dijo-, la vi rápidamente al pasar, después me detendré a observarla bien. La primera impresión, es que me agrada. ¿Título tiene? -Sí -dije- “La Partida”. Quedó pensando. -Podría ser La Llegada -lo dijo riendo. Quedé pensando. -Quedaste callado -dijo- mientras me alcanzaba el mate. -Si -dije- y tal vez tengas razón. Vos llegaste, cambió el taller, ahora son dos talleres, tomamos mate, charlamos, escuchamos música, encendemos sahumerios, todo, desde tu llegada, que ahora, para mí, es importante. -¿Por qué ahora? Dijo. -Porque en un principio no estaba seguro, tenía dudas. No de vos, no de tu obra, sino del cambio que significaba en mi existencia actual cómo lo llevaría... -¿Y ahora hay dudas? -interrumpió- ¿O alguna duda? -No. Ninguna. Al contrario, hay un buen estar, con ganas de estar, de saberte y me agrada. Y eso que no llevamos tanto tiempo juntos. Hizo un gesto casi imperceptible con el final de la frase, entonces agregué “Bueno, digo, compartiendo el espacio” -Entendí. Dijo. -¿Y si comemos algo? Dije.
-Cierto
-dijo- algo hay que comer, porque de mate solo no se vive. Y rió. -Si -dijo- fideos moñitos, me gustan. -A mi también, pero por una linda historia con un amigo pintor, que ya no está en el planeta. -Uhhh ¿Quién era? Dijo. -Jorge Estomba. -No lo conozco -dijo- nunca vi nada de él. -En el ambiente artístico, los artistas mayores, de cierta edad, sí saben sobre él, pero no creo que haya muchos jóvenes que sepan de Estomba. Para mi, gran artista y un buen tipo. Lo que te decía de los moñitos, es porque en una de sus muestras, fue donde de alguna manera se selló la amistad; antes eran encuentros esporádicos, en la casa de un amigo común. Esa noche hablamos bastante, yo estaba con una amiga; en un momento él le pide permiso al galerista para usar el teléfono y llama a su casa y escucho que dice: “Perla, querida prepará unos fideos que voy con una amiga y un amigo”. Ya cerraba el horario de la galería y nos fuimos, subimos a un taxi y llegamos a la casa. Perla, su esposa, una mujer encantadora, buena ceramista. Charlamos, tomamos algo antes de cenar y luego la cena; te digo que fueron los fideos más sabrosos que comí en mi vida. Quizás el momento, ver su taller, su obra, un lector apasionado, hablamos de literatura. Esa noche escuchamos música y de él, fue que supe de Boris Christoff, un bajo Búlgaro impresionante, que en 1944 los nazis le dijeron que tenía que enrolarse en sus filas y como se negó, lo internaron en un campo de concentración y en 1945, los rusos lo liberaron. Bueno, todo esto para decirte lo de los moñitos que vamos a comer en un rato. -Me encanta lo que contaste -dijo- Voy a buscar en la red a ver que hay sobre Estomba y también sobre el cantante. -Algún día que de, lo escucharemos acá, tengo algunas grabaciones y también escucharemos a Leonard Warren, otro inmenso que murió en el escenario mientras interpretaba La Forza del Destino de Verdi, en un aria tremenda. Son mis preferidos, claro, junto con otros, pero ellos me atrapan como tal vez ningún otro. -¿Murió en escena? Tremendo… -Si -dije- ya lo escucharemos. -Me agrada lo que contás; escucho música clásica, también ópera, pero no tengo tanta información. -Son años… Dije y ella rió, aceptando que era un humor acerca de la diferencia de edades. |
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© Helios Buira
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