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LA NOVELA
Como un diario de memorias

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LA NOVELA

Sólo queríamos ser lo que éramos.

Militantes de la vida

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Nos volvimos a encontrar con Griselda y Félix en la misma pizzería. Pizza y cerveza era el menú que habíamos elegido. Vislumbraba que Félix era una persona de escasos recursos económicos. Tal vez por eso y sin haberlo propuesto, la consumición la pagábamos entre Griselda y yo. Él aceptaba como si eso fuese natural, qué, de hecho lo era, pues no podía hacer otra cosa. Pero la conversación resultaba interesante, donde aparecían la política, el arte, la literatura. Félix era un lector ávido, tenía predilección por Dostoyevski y por supuesto, filósofos como Marx, Engels, los filósofos marxistas, o sea, que era muy clara su visión ideológica, aunque era amplio al escuchar otras propuestas; también le encantaba debatir. Quería escribir en alguna revista de izquierda o en algún diario, pero no sé si su identidad provinciana lo había formado con un concepto del tiempo diferente, él esperaba y decía que si algo tiene que ser, difícilmente se pueda detener. Y agregaba que así pasará con la revolución. Si tiene que ser, será. Cuba para él, era un ejemplo y sentenciaba: “Y está en América, es nuestra”. Me agradaba escucharlo, estaba bien informado y tenía una inteligencia desarrollada como para debatir con ellos cuando no acordaba con algo de lo que decían. Digo debatir, pues en ese cuaderno que siempre iba con él, anotaba contradicciones, desacuerdos y lo que él pensaba que tendría que ser, por eso, pude enterarme de por qué los diferentes colores de sus lapiceras, que utilizaba para cada texto si era a favor, en contra o alguna duda. Lo del lápiz, era nada más que como un ayuda-memoria que se podía borrar en cualquier momento. Estas cosas de él me maravillaban. Griselda participaba en la conversación, ella también estaba empapada en los temas que tocaba Félix y yo me sentía como sapo de otro pozo, pues mi concepción de ser un tipo de izquierda, de tener conciencia de ese significado, estaba lejos de una militancia activa. Había leído textos de Marx, de Lenín, pero sólo eso, lecturas qué, claro es, ampliaban mi visión del mundo. Esa noche Félix llevaba un libro de Nicolás Guillén, le pregunté si le agradaba la poesía, dijo que sí, que leía a muchos poetas, pero a Guillén se lo sabía de memoria y recitaba sus poemas en algunos encuentros de poesía o en reuniones con compañeros y amigos, le dije que me agradaría escucharlo, su respuesta fue que me invitaría a uno de esos encuentros. También le dije lo que sentía por su cabeza, en principio frunció el ceño, le expliqué que era la idea de hacer un retrato de él, cosa que no le pareció interesante y dijo “¿Para qué?” Desistí de explicarle lo que sentía por sus rasgos, por ese rostro que parecía de quebracho, de una madera contundente y que hacerlo sería fabuloso. Claro, hacerlo y lograr lo que el rostro de Félix expresaba. Pero, como decía él. Lo que tiene que ser, será.


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© Helios Buira

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