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LA NOVELA
Como un diario de memorias

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LA NOVELA

Sólo queríamos ser lo que éramos.

Militantes de la vida

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Sorbiendo cada uno su cortado, en silencio, hasta que Santiago dijo: -Estoy entusiasmado con la idea de ponerme a trabajar en una seguidilla de esculturas, pues ya sé de alguna manera cuál será la temática, aunque claro, no hay un tema, son formas rodeadas de espacio.
-Acordate aquello de que la forma es el contenido. Hasta Nietzsche lo propone, al igual que muchos artistas y críticos o pensadores del arte como Apollinaire: «El arte de pintar otras estructuras que no han sido tomadas de la esfera visual, sino que han sido creadas enteramente por el propio artista, quien las dota de plena realidad. Las obras del artista deben procurar un puro placer estético, una estructura que se muestre como evidente y un sublime significado, es decir, el tema. Para mí, es arte puro»

Me resulta hermoso esto de Apollinaire, que es posible de aplicar a cualquier disciplina del arte.

-Es cierto -dijo- sólo es cuestión de ponerme a trabajar.

-Claro -dije-, no tengo dudas de que será bueno todo lo que hagas y que me lo irás mostrando a medida de que las piezas estén horneadas.

-Bueno -dijo, también puedo llamarte para que las veas mientras las vaya construyendo así me das una opinión.

-Seguramente -dije-, y aprovechamos para tomarnos unos mates o, porque no, hacer un asadito como hemos hecho más de una vez.

-Es verdad -dijo-, estaría bueno. Pero, al precio que está hoy la carne, tendríamos que pensarlo.

-¿La carne solamente? -dije- Estoy teniendo problemas para comprar algunos materiales. Suerte que tengo arcilla en buena cantidad, pero, cuando hago las figuras para terracota, esa es arcilla que no vuelve a la batea. En verdad, Santiago, creo que toda mi existencia de escultor, desde que era estudiante, es un ir siempre atrás, haciendo malabares para comprar materiales, pagar el alquiler de los distintos talleres por los que anduve, como, el actual, que tuve que subalquilarle una parte a Sandra porque si no, ya no podría seguir ahí.

-Hablando de Sandra -dijo- ¿Cómo va la cosa?

-Bien -dije-, trabaja mucho, por momentos nos ponemos a tomar mate en la cocina y nos damos buenas charlas. Me voy acostumbrando a su presencia, no me siento invadido, si estoy trabajando no me habla o, para un descanso me pregunta si quiero tomar mate o algo, cosa que me hace bien, pues era uno de los temores que tenía al principio.

-Uno de los temores... -dijo.

-Si -respondí- uno de los varios que tenía.

-Y cuáles eran esos varios.

-Bueno -dije- que fuera kilombera, que invitara a amigas o amigos a ver sus pinturas, que modificara la manera de taller que durante mucho tiempo mantuve como mi estar ahí. Pero no; es más, creo que tampoco le agrada que vayan otras personas, es una solitaria y en eso nos parecemos, más de una vez pensé “bueno, es una ermita de a dos”

-Me hacés reír -dijo-, me acuerdo lo que me contaste cuando se conocieron, lo que dijo Rafael que pensaras en Boccaccio cuando mencionaste lo de la ermita.

-Cierto, y no te imaginás cómo me puse, pensando que ella se avivaría de lo que estaba mencionando Rafael. Por suerte no se enteró.

-Bueno -dijo riendo-, pero todavía podrías comentarle lo del diablo…

-No parás más. Estás obsesionado.

-No es eso -dijo- Es que no te creo. Dale, pidamos otra vuelta así me voy, que tengo ganas de empezar un laburo nuevo.

Llamó al mozo, terminaos los cortados, pagamos y nos fuimos, cada uno a su taller.


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© Helios Buira

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