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LA NOVELA | ||
Como un diario de memorias | ||
LA NOVELA Sólo queríamos ser lo que éramos. Militantes de la vida 36 -Bien -dijo Sandra- trabajemos. Pero hagamos una ronda más de mates, así, cuando de por terminada la labor, me voy directamente a casa porque quiero embalar algunos libros para ir trayéndolos. -Bueno -dije- pongo la pava al fuego y vos preparás el mate. -Sí, jefe -dijo poniendo su cara pícara, con una agradable sonrisa. Cargué agua en la pava, encendí la hornalla y la puse a calentar. Mientras pensaba en Sandra posando, en que me agradaría hacer su retrato, un bello rostro pero de rasgos fuertes, pómulos marcados, labios más bien gruesos, una personalidad llamativa, con una mirada intensa, ojos claros, que contrastaban con la negrura de su cabello eso se notaba y mucho. Había ido al baño, volvió a la cocina, se sentó y comenzamos la mateada. -¿Me puedo llevar el libro de Balán? Dijo. -Claro, habíamos quedado en eso, que cuando tuvieras ganas de llevarte un libro, lo hicieras. No tenés porque pedirme permiso. -Está bien -dijo- pasa que me quedé pensando en lo que leíste y me vinieron ganas de leerlo. Me pareció fuerte lo que dice. -Mañana, o cuando vengas, si querés nos sentamos un rato a la compu y vemos parte de su obra xilográfica que la tengo archivada y, hablando de la compu, no te mencioné que tengo una página en la red, desde hace muchos años, una página que tiene dos tiempos de lectura: uno es mi sitio personal, con textos que han escrito sobre mi obra y sobre mí, imágenes de mis esculturas, textos de mi autoría y un espacio que se llama Axiomas, donde hay 110 axiomas que fui escribiendo con el tiempo, cuando aparecía la inspiración. Y la otra parte, se titula Divulgación Cultural, donde hay textos de diferentes autores, filosofía, cuentos, música y poesía. Ya la verás. -¡Epa! -dijo- cuánto laburo el tuyo. Si quiero recorrerla. -Dale, y me das una opinión. Esperá. Fui a la mesa que uso como escritorio, donde está la compu, tomé una de las tarjetas que hice para promocionarla, se la di, señalándole la dirección. Se levantó, fue hasta su mochila y la guardó. Se sentó nuevamente, seguimos con el mate y dijo: “No tenés idea de cuánto me agrada estar acá. La música, el aroma de los sahumerios, nuestras charlas y claro, mi trabajo en el taller. Si se da, algún día me quedaré a trabajar de noche para ver qué siento y cómo encaro la pintura. -Me encantaría -dije- te imagino trabajando de noche. Acá es maravilloso, porque dada la estructura del edificio, no se oye ruido alguno, me refiero a los ruidos de la calle, colectivos, autos y demás. A veces y no es muy seguido, alguna sirena que puede ser de policía o ambulancia y mucho más espaciada en el tiempo, la sirena de los bomberos que es tan característica pero ésta a veces pasan meses. Y te digo que en mi dormitorio hay un catre desarmable donde te podrías acostar si estás muy cansada. Se puso seria. Rápidamente dije “como es desarmable, podríamos armarla en tu taller, pues no ocupa mucho espacio y quedar allí para tus pinturas nocturnas”. Esbozó una sonrisa y dijo “No estaría mal” “Tengo -dije- sábanas, colchas, almohada, todo limpio” comenzó a reír y seguramente dada mi cara de asombro, aclaró “Es como que tenías todo preparado para mi llegada” “Acordate lo del azar concertado, vos tenías que venir a este lugar para hacer tu taller” “si -dijo- debe ser así. No voy a pintar, me voy, así preparo esos libros y empiezo a traerlos de a poco”. “Vamos, te acompaño hasta la parada del colectivo” “Gracias -dijo- me gusta que me acompañes” “Y a mí me agrada hacerlo. Dije” Se puso un buzo, tomó la mochila, la cargó sobre sus hombros y salimos. Cuando llegó el colectivo me besó en la mejilla subió y desde el escalón me gritó: “¡Mañana nos vemos!” y me sopló un beso. |
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© Helios Buira
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