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LA NOVELA

Sólo queríamos ser lo que éramos.

Militantes de la vida

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Mientras reíamos de la ocurrencia humorística, Cristina me dijo si me agradaría que camináramos un poco por corrientes; le dije que sí, que sería bueno caminar a su lado. Había que pagar antes de salir; ella insistió en que fuera como antes, que cada uno pagara lo que había consumido. Eso hicimos y salimos a caminar rumbo al Bajo. Una noche agradable, aunque el cielo encapotado, cosa que a ambos nos agradaba como sucedía siempre, con el deseo de una llovizna. Se tomó de mi brazo, pero lo que hice fue pasarlo por sus hombros, cosa que a ella le encantó y me lo dijo, inclinando su cabeza sobre uno de mis hombros. Así caminábamos, sin hablarnos, pero sintiendo esa cercanía que por momentos me hacía presionar el brazo y sentirla más cerca, momento en que ella pasó su brazo por mi cintura. El silencio era la comunicación perfecta, no necesitábamos otra cosa. Íbamos a paso lento, un viento leve acariciaba nuestros rostros, una sensación altamente placentera. Cruzábamos la avenida 9 de Julio y ella, levantando un poco su cabeza, dijo: “hacia la izquierda, para el lado de avenida Santa Fe, estaba la Belgrano. Varias noches veníamos también caminando para este lado, doblábamos por Corrientes y nos metíamos en La Giralda” Y nuevamente el silencio. Para qué más.