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LA NOVELA
Como un diario de memorias

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LA NOVELA

Sólo queríamos ser lo que éramos.

Militantes de la vida

23

Santiago es un fanático de la pizza.

Nos encontramos para ir a Banchero, pizzería de la cual también ambos somos exaltados.

Nos sentamos a una mesa, alejada de los televisores que desde uno de los mundiales de fútbol, bares y pizzerías adoptaron la modalidad de promover “los partidos del mundial, en vivo” para atraer clientes y desde aquella vez, quedaron instalados por siempre. Horrible.

Llamamos al mozo, pedimos la pizza y las bebidas y mientras esperábamos, le comenté los acontecimientos actuales que mi existencia albergaba.

-¿Te acordás de la Flaca Mileni? Dije.

Frunció el seño, luego abrió los ojos desmesuradamente, volvió a fruncir el ceño y dijo “¿A qué viene esa pregunta?”

-¿Te acordás? Insistí.

.Bueno, si, hace tantos años, no sé…

-Me encontré con ella.

-No, dijo.

-Sí, dije.

-¿Cómo, dónde?

-Caminaba yo por Corrientes, mirando libros, vidrieras y ella se acercó, me dijo quien era, si la recordaba y terminamos en La Giralda, como en aquellos tiempos ya lejanos.

-Qué bueno… ¿Cómo está? ¿Qué es de su vida?

-Recién ahora –dije- estamos contándonos lo que nos pasó a cada uno, nos vimos apenas un par de veces.

-La Flaca Mileni… Dijo. Qué viaje al pasado te estarás dando… ¿Qué sentiste? ¿Qué sentís ahora?

-Un tembladeral, un terremoto, aluvión, cataclismo o lo que quieras pensar.

-Me imagino. Dijo.

-Sí, es tremendo –agregué- Uno de los días, se apareció con dibujos, dibujitos, frases, cartas, que yo le daba durante nuestros encuentros.

-No entiendo… Dijo.

-Si, tenía todo guardado en un sobre lacrado en casa de su madre.

-Pero ella estaba con Anselmo, si mal no recuerdo. Dijo.

-Es así, fueron pareja durante años, hasta que él falleció

-¿Murió Anselmo?

-Sí y cuando le pregunté si él sabía de todas esas cosas que yo le había dado, me dijo que no. Y ahí casi me quiebro. ¿Por qué nunca le dijo que guardaba eso?

-Porque lo de ustedes era muy fuerte Helios y Anselmo, de alguna manera llegó a saberlo. Dijo.

-No sé… -dije- al preguntarle porque lo había guardado, me dijo que sin saberlo, estaba enamorada de mí, pero que la vida, que los destinos, que un montón de situaciones la llevaron a seguir con Anselmo. Sé hasta ahí, nada más, porque me pidió que no habláramos de él, que algún día me contaría cómo fue todo.

-Bueno –dijo- Pero ¿cómo está, cómo la ves?

-Bien, hermosa, no parece la abuela que es…

-¿Abuela? Interrumpió.

-Sí, abuela. Como vos y como yo. El mundo sigue andando.

-Me hacés reír –dijo- y qué más

-Es psiquiatra, sigue inquieta como antes, ha leído mucho, profunda en su pensar, pero hay algo que no me cierra, algo que la intuición me dice que hubo otras cosas, otras maneras, porque vos y yo aprendimos a ver esos recovecos en los que se esconden algunas cosas, las aprendimos por tener que vivirlas, por tener que esconder y escondernos…

-¿Por ese lado? Interrumpió.

-No sé, me suena una campanita en los oídos. Pero supongo que al contarnos tantos años de distancia, puede que podamos decirnos todo o al menos casi todo de lo que nos pasó en el tiempo de no vernos y de no saber uno del otro.

Vino el mozo trayendo nuestro pedido y la conversación quedó para después de la degustación de tan sabrosa pizza.


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© Helios Buira

Barrio de San Nicolás - Ciudad Autónoma de Buenos Aires 2019

Mi correo: buzon@heliosbuira.com

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