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LA NOVELA | ||
Como un diario de memorias | ||
LA NOVELA Sólo queríamos ser lo que éramos. Militantes de la vida 22 Llamé por teléfono a Cristina, tenía ganas de verla, se lo dije. Aceptó diciendo que esa tarde no tenía consultorio, así que podíamos encontrarnos en “nuestro bar” lo dijo y me pareció escuchar como una leve risita. Cortamos y quedé pensando en eso de nuestro bar, pero, desistí del pensamiento, sabiendo que comenzaría, como había dicho ella, a ratonearme, a tejer una historia de ficción que quizás nada tendría que ver con nuestro encuentro. Fui temprano, antes del horario acordado, pues tenía ganas de leer un libro que había comprado días atrás y desde el inicio de su lectura, me sentía atrapado. Llegó Cistina. Nos saludamos, un beso en ambas mejillas, se sentó, pero no enfrentada a mí, sino al costado, quedando cerca de mí, codo a codo. Me agradó que eso hiciera, pues así era como nos ubicábamos en los bares que recorríamos por aquellos años. Se lo dije. -Estuve pensando en nosotros –dijo- el ejercicio de pensar me llevó a recuerdos olvidados o, mejor dicho, reprimidos y archivados en algún lugar del adentro profundo, pero que siempre están, sólo que hace falta un estímulo para que afloren, para que aparezcan en la consciencia. Por eso me senté aquí, porque era como lo hacíamos para estar más cerca. ¿Te acordás? -Claro, dije. También estuve haciendo la gimnasia del recuerdo; este encuentro es fuerte, quizás la distancia temporal haga que sea más notorio, más impactante y siento como si aquellos años se presentan hoy a modo de aluvión, multiplicando aquella intensidad. Claro, siendo abuelos, con un historial al que cada uno le da al suyo, la significación correspondiente. -Es cierto –dijo- pero puedo asegurarte que las imágenes aparecen con una nitidez asombrosa, que hasta debo pensarlas desde lo profesional. Soy freudiana, me muevo en el mundo de la psiquiatría, del psicoanálisis y esto que nos pasa es, decididamente fuerte, movilizante. Porque no se trata de pensar en el pasado, en nuestro caso, sino que somos los partícipes y al mismo tiempo testigos de lo acaecido. Cada uno puede repasar desde sí, como bien decís, desde su significante, pero, en este momento te diría que es en plural, es los dos, vos y yo, trayendo aquel tiempo que sabemos maravilloso, intenso, bello, porque así lo hacíamos. -Emociona. ¿Verdad? Dije. -Sí, agregó. Emociona hondamente. Es la certeza de que fue bueno para ambos, más allá de que luego nos fuimos cada uno por su lado, pero eso es porque así tenía que ser. Si querés, me pongo en destinista y aceptándolo, digo que también este ahora este hoy aquí en La Giralda, también tenía que ser. -También tiene que ser. Dije. -También tiene que ser –repitió-, y de aquí en adelante, ese tiene que ser, nos irá diciendo el cómo es. -¿Llamamos al mozo? Dije. -Cierto. ¿ves?, esta es la prueba de todo aquello, de la manera en que nos encontrábamos, sin darnos cuenta del mundo que nos rodeaba, salvo el mundo que sí queríamos ver y se nos presentaba; hace ya un buen rato que estamos acá y recién ahora se nos ocurre llamar al mozo. Alcé el brazo para hacerle una seña a Paco, que, como si fuese por arte de magia, ya traía en la bandeja, un café cargado para ella y un cortado para mí. “Paco, hoy no queríamos café ni cortado, íbamos a pedir otra cosa” Sonrió y dijo “Vamos, con ese humor, que bien los conozco, porque creéis que no aparecí antes…” -Gallego, sos un genio, dije. |
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© Helios Buira
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