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LA NOVELA | ||
Como un diario de memorias | ||
LA NOVELA Sólo queríamos ser lo que éramos. Militantes de la vida 7 Desperté temprano. El sol entraba por la ventana del taller, haciendo que mis ojos se resistiesen a abrirse, obligándome a mover el cuerpo girándolo hacia el lado de la pared, pero mi pensar se resistía, quería despertar del todo y levantarme, quería ponerme a trabajar en alguna de las esculturas que, desde la cama y desde una altura más baja que los caballetes y los estantes, me resultaban diferentes a como las había concebido. Pero los ojos insistían en cerrarse, no querían saber nada de esculturas, de caballetes, de estantes, libros, biblioteca, ni de todo lo que allí había. Luchaba denodadamente para abrirlos, para despertar definitivamente. Sabía, por experiencia que un salto, salir de la cama aunque sea a los trompicones, era la manera de ganar la contienda. Salté. Los pies, dieron directamente sobre las pantuflas que suelo usar mientras trabajo. Fui hacia el baño, higiene, menesteres y pasé a la cocina para encender el fuego y dar inicio al ritual del mate que me permite cavilar en cada sorbo, como siempre me digo cada vez que inicio ese momento mágico, maravilloso del pensamiento y del sabor. Una vez preparados los elementos, me dirigí hacia los caballetes que sostienen las esculturas que me obligan a esquivarlos para ver a cada una de ellas. Me detuve ante la que di en llamar “La escalera por la cual María Mora decidió irse al cielo” Tema fuerte, intenso en mi sentimiento, dedicada a María Mora, que se suicidó hace un tiempo; era hija de un amigo escultor, con quien compartí un buen trecho en mi existencia, hasta que nos distanciamos. A María Mora la tuve en brazos a los pocos días de nacer, la vi crecer y recuerdo que cuando era pequeñita, corría por el gran fondo de la casa y yo pensaba que si un día tenía una hija, desearía que fuese como ella. Se trata de una obra que se observa en dos tiempos: una pared, divide esos tiempos; de un lado, una figura que tiene en una de sus manos un paño y se prepara para subir a una escalera apoyada sobre el muro; del otro lado, una figura de pie que sostiene con sus manos, los brazos extendidos casi en cruz, un paño que la cubre por completo. Es el símbolo de la muerte, pues la figura no puede verse en su totalidad. El muro, divide el espacio en metáfora del cambio de dimensión. María Mora atravesó el tiempo cronológico, para “pasar” a otro estado. Me cuesta trabajar sobre esta obra, la noticia fue como un mazazo, de un dolor inenarrable. Creo que por el recuerdo, por lo vivido con sus padres es que me puse a trabajar para concebir el momento en el que María Mora decide irse al cielo. Pero voy lento, doy vueltas en rededor del caballete, observo, observo y mis manos no se atreven a poner material sobre las figuras qué, se me hace, esperan para ser terminadas y que se cumpla el conjuro que atempere el dolor.
Dejé de lado esa obra y destapé nuevamente la “Sola con todos”. La figura me agradaba, estaba bien construida, la composición de las masas era armónica y esa obra, tiempo después le haría escribir a Fernando García Curten, la presentación para una de mis muestras, diciendo: «Las obsesiones tienen sus raíces muy profundas y cuánto más profundas, menos numerosas son Y una de esas figuras abundosa se sienta en un bar. La materia modela la espalda curvada y se desgarra para siempre en la mesa. Al borde de esa grieta abismal presiento el adentro inexorable, pero también la gran verdad del escultor: su esperanza. Desde ese borde de barro antiguo habrá que elegir» Trabajé varias horas cargando arcilla, dando por terminadas zonas que ya no tocaría. Luego vendría el secado y finalmente el horneado, que Santiago, desde su sapiencia, haría con sumo cuidado. La tapé con trapos húmedos y una bolsa de plástico; destapé la que di en llamar “Avatar de sí misma”; se trata de dos figuras, una de pie, vertical y la otra sobre ella, parada sobre sus hombros, como si fuese el equilibrio que practican en los circos los trapecistas, los gimnastas que hacen demostraciones con sus cuerpos. Se trataba de una serie de varias obras sobre el mismo tema, que también, la relacionaba con mi infancia o juventud, cuando jugábamos al salto al rango o a Cachurra montó a la burra, juegos ciertamente bruscos, pero que nos divertían en demasía. Otra de las esculturas, se trataba de una figura que sostenía a otras dos, sobre sí misma y la titulé “La de abajo aguanta”, quizás como referencia a esos seres que en su existencia tienen que soportar pesos tal vez no deseados o, podría verse a la vez como el abuso a que son sometidas por otros que aprovechan sus debilidades. Más esa debilidad es como un contrasentido ya que soportan semejante peso. Santiago había horneado nuevas figuras que llevé a su taller, cosa que me agradó y me dispuse a ir para verlas. Tapé los trabajos previo humedecerlos con el pulverizador, ordené las herramientas, una ducha, vestirme y salir. Mi amigo me estaba esperando. |
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© Helios Buira
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