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LA NOVELA
Como un diario de memorias

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LA NOVELA

Sólo queríamos ser lo que éramos.

Militantes de la vida

6

Salimos del cine.

Tenía la cabeza dada vuelta. “La Nave Va”, creo que es una de las obras más grandes e intensas de toda la historia de la filmografía mundial. No soy lo que se llama un cinéfilo, pero tengo la suerte de haber visto obras verdaderamente buenas, hondas, aunque se me hace que ninguna como ésta. Fellini es verdaderamente grande. El más grande de todos los cineastas. Es como Verdi en la ópera.

Nos fuimos a un boliche para retomar aliento después de haber visto semejante portento y charlar y charlar sobre esa obra, con lágrimas en los ojos. Pedimos dos cortados y estuvimos un buen rato en silencio, hasta que él dijo: -Qué maravilla, Helios. Qué maravilla. Y volvimos a silenciarnos por otro rato. Yo miraba a través de la ventana; en verdad no recuerdo en que calle estaba ubicado, pues al salir del cine lo hicimos desde el automatismo, y nos metimos por una calle céntrica, hasta que dimos con él.

Miraba por la ventana y lo que veía eran las imágenes de la película, mezcladas con la gente que pasaba presurosa para guarecerse del frío y de la llovizna que caía ininterrumpidamente. El invierno, pensé. Y no sé por qué, me imaginé que Fellini había concebido esa película en un anochecer invernal, mientras escuchaba esa bellísima música a la cual había dedicado la obra. O sintiendo que el arte es eso, es así. Y me encontré pensando en cómo había concebido la ficción con la realidad de la filmación, o la realidad de la película con la ficción en el momento de filmar, de realizar lo escenográfico, de decirle a un actor que no sea estúpido, de ir al baño, de tocarle el culo a una ayudante, todas esas falsedades que suceden en el momento de crear una verdad, un absoluto, como es una obra de arte.

Y por un segundo, un tenue e infinitesimal segundo, me pasó por el alma el sentimiento de la novela. De cómo Fellini había concebido esa película mezclando realidades y ficciones y cómo podría yo, intentar decir algo a través de esa manera, mezclando también lo real y lo ficticio. Pero cómo hacerlo. Cómo.

¿Querés otro cortado? Escuché la voz de Santiago que me lo decía desde distancias siderales. Creo que hice el característico gesto afirmativo moviendo la cabeza de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba reiteradas veces.

 

Lo acompañé hasta la parada del colectivo, caminamos por Lavalle, luego cruzamos la avenida 9 de Julio, despacio, tranquilos, mojándonos con la llovizna que me resultaba más hermosa que nunca, más placentera que nunca, y entornaba los ojos jugando con las gotitas que se adherían a mis pestañas y observaba todo de una manera distinta, como borroso y brillante al mismo tiempo y el semáforo que anunciaba un pronto cambio de color y daría vía libre a los automóviles que nos pasarían por encima si no apurábamos el paso. Y me acordé cuando en épocas de juventud cruzábamos esa misma avenida con los ojos cerrados, apostando a que éramos indestructibles y sentíamos que nada nos pasaría mientras escuchábamos los bocinazos y los insultos de los automovilistas, que nos esquivaban, mientras nosotros seguíamos cruzando con los ojos cerrados, hasta llegar a la vereda opuesta y festejábamos airosos, contentos, pues estábamos enteros; ningún coche nos había revoleado por los aires. Recordé aquellas locuras juveniles y, mientras apresurábamos el paso, esta vez más cuerdos, me encontré pensando por qué no escribir sobre aquellos momentos, cuando éramos estudiantes de Bellas Artes y por ello andábamos en esa zona, cruzando la 9 de Julio, al salir de la escuela que estaba en Cerrito y Juncal y después, el “Progreso”, junto con los mercaderes, decidieron tirarla abajo, demolerla, para construir allí, un edificio de departamentos y un banco. Tal vez, sin darnos cuenta, comenzábamos a ser testigos de todo lo que después derrumbarían los mercaderes de la muerte.

-Santiago -me encontré diciendo- desde que salimos del cine, tuve sentimientos hacia la novela.

-¿Qué? dijo mirándome extrañado.

-La novela. Respondí.

-¿Cuál novela?

-La que voy a escribir. Lo que te comenté.

Creo que se dio cuenta de qué le estaba hablando, pero hizo un gesto subiendo los hombros y no supe si era porque le importaba un bledo, o porque en verdad, me estaba diciendo algo así como “hacé lo que quieras”. Él estaba succionado por Fellini y nada de lo que yo dijese, tendría sentido.

 


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© Helios Buira

Barrio de San Nicolás - Ciudad Autónoma de Buenos Aires 2019

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