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El presbítero de Montevideo - Aristóteles, el arte y la tragedia - Lessing y el Laocoonte -

 
Ernesto Camilo García
De su Blog "Sobre la Nave"
 
Lessing y el Laocoonte
 

“Si primero fue la belleza de los hombres la que produjo la belleza
de las estatuas, después, a la inversa, fueron las estatuas
las que influyeron en la belleza de los hombres”

Lessing

 

"La brillante antítesis del Voltaire griego, según la cual la pintura es una poesía muda y la poesía una pintura parlante, no estaba formulada en tratado alguno. Era una de esas agudezas como las muchas por el estilo que se encuentran en Simónides, cuya parte de verdad es tan evidente, que es deber pasar por alto cuanto de vago y falso también se encierra en ella.” Si bien en sus obras sobre la pintura los antiguos habían establecido y desarrollado las reglas de este arte conforme a las de la poesía, ya entonces sólidamente fijadas con la exactitud y moderación que se pueden reconocer en Aristóteles, las fronteras entre ambas, sus posibilidades y muchos otros temas relativos al arte antiguo sirvieron a Lessing para realizar sus consideraciones sobre los límites de la Pintura y de la Poesía.

En su obra Laocoonte (1766), Lessing va a cuestionar la identificación que algunos autores de su época hicieron entre poesía y pintura, que va, a su entender, en detrimento de ambas. “La mayor parte de los críticos modernos han deducido de dicha conformidad las más absurdas conclusiones; ora esforzándose por encerrar la poesía en los estrechos límites de la pintura, ora pretendiendo, que la pintura abarque la vasta esfera de la poesía.” El sentido de las formas expresivas del Laocoonte en relación con la pintura y la poesía, va a ser el interés vivo de Lessing. “Como el Laocoonte es, por así decirlo, el punto de partida de mi critica, y a él tantas veces me refiero, he querido que entrase a formar parte del título del libro.”

Para Lessing la “pintura” comprende “las artes plásticas en general” mientras que la “poesía” comprende no sólo a ésta, “sino a las demás artes cuya imitación es progresiva”. Pintura es pues, toda forma de arte plástico figurativo, mientras que Poesía es toda forma artística de expresión escrita. Al hablarnos de los “límites de la pintura y de la poesía” debemos tener en cuenta que el autor escribe en una época de creciente racionalismo e inicio del primer romanticismo. Mientras al racionalismo le interesa marcar “clara y distintamente” los límites de las diversas artes, en oposición al espíritu y concepto barrocos, al historicismo, por su parte, corresponde el interés por la arqueología clásica, junto al afán de ese primer romanticismo de revivir las formas clásicas de la Antigüedad.

“El carácter general que distingue por excelencia las obras maestras de la pintura y la estatuaria griegas consiste, según Winckelmann, en una noble sencillez y una tranquila grandeza, que se revela tanto en la actitud como en la expresión. «Así como las profundidades del mar —dice— permanecen tranquilas, por tormentosa que sea la superficie, así también, en las figuras del arte griego, la expresión denota la grandeza y la tranquilidad de alma en medio de todas las pasiones»” Según Winckelmann en la escultura de Laocoonte, a pesar de expresar su horrible sufrimiento y el dolor que acusan todos sus miembros y tendones, el cuerpo y la grandeza del alma estarían distribuidos con igual vigor en el conjunto escultórico.

Si bien para Lessing la observación de Winckelmann, en su obra De la imitación de las obras griegas en pintura y en escultura (1755), serían perfectamente justos. Sin embargo, no está de acuerdo en la razón que da Winckelmann de que en las figuras del arte griego la expresión de calma es la que revela un alma grande y serena en medio de todas las pasiones. Por el contrario, en la opinión de Lessing, los gritos derivados de un dolor físico, según el antiguo modo de pensar de los griegos, podrían perfectamente armonizar con un alma grande, y recuerda varios ejemplos de héroes griegos que aparecen llorando presos de sus emociones y sin que ello suponga la carencia de esa alma grande. ” Si conforme al pensar de los griegos, los gritos derivados de un dolor físico pueden concordar perfectamente con la grandeza de alma, la necesidad de expresar esta grandeza no puede ser el motivo que haya impedido al artista reproducir en el mármol la acción de gritar; antes bien, ha debido obedecer a otra razón para apartarse en este punto de su émulo, el poeta, el cual expresa dichos gritos con la mayor naturalidad.

Que en el rostro de Laocoonte no se muestre ese grito terrible no puede tener su causa en la presuposición de que la calma en la expresión es la única que revela un alma grande y, por tanto, no puede ser ese el motivo que llevó al escultor a apartarse de lo que escribió el poeta Virgilio, quien si presento a Laocoonte lanzando un grito terrible. “La sabiduría de los griegos le había asignado límites mucho más estrechos a la representación de los cuerpos, circuscribiéndola únicamente a la representación de los cuerpos dotados de belleza. El artista griego no representaba más que lo bello. Lo que en su obra debía encantar era la perfección del objeto mismo. Pausón, que estaba aún por debajo de la belleza vulgar y cuyo innoble gusto se complacía en expresar todo lo deforme y feo de la estructura humana, vivió rodeado de desprecio y de miseria. Conocida es la ley que ordenaba a los tebanos embellecer sus imitaciones y que prohibía, bajo pena de castigo, exagerar lo feo; ley que prohibía a los Ghezzi griegos el indigno artificio de llegar al parecido exagerando los rasgos feos del modelo; en una palabra, la caricatura. Este mismo sentimiento de lo bello había dictado la ley de los Helanodices”. Según Lessing, “entre los antiguos, hasta las artes estaban sujetas a las leyes civiles y el artista pagaba su tributo a la belleza. Ejemplo que demuestra, no cómo debe llevarse la expresión más allá de los límites del arte, sino cómo debe subordinársela a su primera ley, la ley de la belleza.”

“Si ahora aplicamos este principio al Laocoonte, el artista se habría visto obligado a ocultar el dolor, a reducir los gritos convirtiéndolos más bien en suspiros, no porque la acción de gritar denote bajeza de alma”, como sugiere Winckelmann, sino porque la acción de gritar lo que hubiera hecho es desfigurar el rostro y lo hubiera convertido en algo repulsivo o desagradable. Algo que el artista griego no podía tolerar, dado que este siempre trato de representar el más alto grado de belleza. La simple abertura de la boca, dice Lessing, “sin hablar de la violencia y fealdad de las contracciones y gestos que imprime a todo el resto del cuerpo”; y la deformación de las partes del rostro se habrían convertido en una especie de mancha y en la escultura habría aparecido una cavidad más desagradable. Por eso los escultores debieron reducir a su máximo grado la expresión de su dolor corporal. Y de ahí que en la práctica artística griega la cólera era siempre convertida en severidad. La expresión de ese rostro gritando simplemente lo habría desfigurado de manera repulsiva, incompatible con la premisa del arte griego, donde la belleza fue la ley suprema de las artes pláticas.

Por otra parte, según Lessing en el arte es fecundo el instante que solo deja el campo libre a la imaginación. En todo desarrollo de un sentimiento el instante del paroxismo es el que, en su opinión, menos goza de ese privilegio. Si Laocoonte suspira, la imaginación puede oírlo gritar, pero su grito no puede elevarse ni un grado sobre esta imagen, ni descender un grado de ella sin verla en una condición más soportable y, por ende, menos interesante. Si gritara, la fantasía no podría elevarse por encima de la impresión sensible y con ello este se vería obligado a ver imágenes más débiles. Así mismo, el arte no debería representar nada que se conciba como transitorio, por eso Laocoonte no puede aparecer gritando porque eso sería algo puramente transitorio. Además, en la imitación material del arte, la sola continuidad cambiaría el grito en debilidad, convertiría en temor infantil al dolor y sería lo que el escultor del Laocoonte habría tratado de evitar aun cuando la acción de gritar no hubiera perjudicado la belleza de su obra.

Respecto a los límites entre poesía y artes pláticas, habría que decir también que de alguna manera ambas estarían vinculadas en esta problemática; ambas estarían conectadas, relacionadas con la moderación en que el autor de Laocoonte ha expresado el dolor físico. Derivan los límites, por tanto, de la condición misma del arte, ya que tienen límites necesarios. Sería muy difícil aplicar ninguno de los motivos propios de la pintura y de la plástica a la poesía. De hecho, la diferenciación que plantea entre la plástica y la poesía estaría basada en la belleza física, que él define como perfeccionamiento de la capa visible de los cuerpos, y que no es para el poeta sino uno de los medios más pobres de los que éste dispone para hacer interesantes a sus personajes.

Esto explicaría que Virgilio sí hace gritar a Laocoonte, debido a las diferencias inherentes a cada una de las artes y a la condición diferenciada de cada una. El poeta si puede hacer gritar a Laocoonte y, sin embargo, el escultor solo puede hacerlo suspirar. Los escultores habrían trabajado siguiendo el modelo de Virgilio, hecho que Lessing acepta, aunque no tenga una exactitud histórica y existan diferencias entre la descripción de Virgilio y la escultura. En Virgilio el ataque de las serpientes se representa envolviendo dos veces la cintura y el cuello de Laocoonte, y elevando sus cabezas por encima de él, lo cual no sucede en la representación escultórica. Para Lessing, cada rasgo empleado por el poeta en su descripción no podría producir el mismo efecto que la superficie de un cuadro o un mármol de escultura. Las acciones serían los objetos propios de la poesía: los objetos o sus partes que se vinculan unos con otros; la escultura las sugeriría por medio de los cuerpos, se sirve de un solo momento de la acción para dar a entender los momentos que precedieron y los que siguen. En este sentido, los límites del territorio de las artes quedarían bien definidos siendo el tiempo el dominio del poeta, como el espacio el dominio del pintor. Las diferencias entre poesía y artes plásticas, sobre la que fundamentó su crítica resaltarían una superioridad de la poesía frente a la pintura señalando que en la misma proporción que la vida supera a la imagen, es superior el poeta al pintor.

Fuente:
Lessing; G. E. (1960). Laocoonte. UNAM. México


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