EL
PROFETA
Por Aldo Pellegrini
Las vivencias de la reclusión, los fantasmas de la locura, las
angustias del apartamento constituyen los temas del primer libro de
Jacobo Fijman (Molino Rojo), con una intensidad pocas veces
alcanzada por la palabra.
Los poemas de "Hecho de Estampa" están iluminados por una luz
esencial, única, insustancial y eterna. La Luz que descarna y
penetra, que vuelve invisible lo falso, que hace transparentes las
apariencias.
"Estrella de la mañana", a su vez, visitado por la obsesión de la
muerte, por las búsquedas de su misterioso sentido. Es una suma de
todos los significados, de toda la dimensión que adquieren las cosas
y el hombre frente a la muerte. Todo está referido a ella y ella
está presente en nosotros.
Y sus últimos poemas, los de la internación definitiva, alcanzan una
calidad aún más compleja; son a la vez claros y herméticos, sobrios
y densos, con una musicalidad plagada de extraños silencios. En
ellos se encuentra la materia de todas las cosas, y de pronto
adquieren un carácter profético que aparece siempre inevitablemente
unido a toda verdadera poesía. Están como situados fuera de todo
tiempo, y brota de ellos un soplo arcaico que parece destinado a
remover esa permanente actualidad de lo eterno que yace sepulta en
el interior de todo hombre.
LA MUERTE DE UN POETA
En el mes de diciembre de 1970, un enfermero del hospital Borda,
anuda en el dedo de un pie el rutinario epitafio de la muerte en el
hospicio. Todo cabe en un cartel pequeño: "Jacobo Fijman, 72 años,
muerto de edema pulmonar agudo". Así se daba de baja 28 años de
internación de uno de los poetas más dignos de la literatura
argentina. Tocaba el violín, instrumento que le ayudó a subsistir en
los años anteriores a su internación definitiva, 1942, cuando fue
preso de un triple destino de exclusión: pobreza, reclusión y
olvido. "Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío", escribió
en su primer libro "Molino Rojo" (1926), cuando todavía compartía la
amistad con los integrantes del grupo Martín Fierro y viajaba a
Europa con Oliverio Girondo. Su consecuencia con la palabra poética
fue inalterable; no dejó de escribir aún en las condiciones menos
favorables. La incorporación de otro lenguaje desarrollado en su
obra plástica fue encarado con el mismo impulso. Pasión a dos vías:
la palabra poética, en busca del conocimiento, modificando el mundo
del sentido; el dibujo y la pintura, surgiendo en la tarea de
desprendimiento y re-construcción de la primigenia de los sentidos.
(Daniel Calmels, en El Cristo Rojo)
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Vida y
obra de Jacobo Fijman, por Leonardo Iglesias
"Recuerdo que desde niño me
llamaban 'el poeta'. Mi cuerpo, muy temprano se acostumbró a
alimentarse del dolor". El 25 de enero de 1898, bajo los soles fríos
de Besarabia (hoy Rumania) nacía Jacobo Fijman. El Imperio Ruso dura
para él casi un lustro. En 1902 sus padres deciden emigrar a la
Argentina. En un principio la familia trajina por el sur argentino.
Más tarde se establecen en Lobos, provincia de Buenos Aires. En 1917
concluye sus estudios secundarios y se radica en Capital Federal.
Ingresa en el Profesorado de Lenguas Vivas y comienza una profunda
formación cultural. Se especializa en filosofía antigua, griego y
latín. Además adquiere conocimientos en leyes y matemáticas. Su
pasión por el violín y la música clásica lo acerca, en un primer
momento, al compositor y violinista italiano Arcangelo Corelli, y
luego, a la espiritualidad de los cantos gregorianos. La vida de
Fijman fluctúa, pero los diversos nervios convergen en un solo
músculo: su compromiso con la palabra.
El final de la década no es del todo próspera. Trabaja escasos meses
como profesor de francés en el Liceo de Señoritas de Belgrano y
hundido en un oscura crisis emprende un viaje por todo el país,
donde se gana la vida como músico ambulante. Decide irse a donde lo
lleve el hambre. Tiene 21 años. Sus primeros poemas ya tienen forma
y estilo. El próximo paraje es el Chaco Paraguayo: allí se emplea
como peón en un aserradero. A su retorno en 1920, Buenos Aires le
tiende un solapado guiño, es ferozmente golpeado tras un confuso
episodio en la puerta de la comisaría 4ta. Fijman suplica desde el
suelo diciendo: ¡Soy el Cristo Rojo... no me peguen, no me peguen!,
pero es detenido y llevado a la cárcel de Villa Devoto. Luego de una
serie de improperios y de averiguaciones acerca de su vida privada
es inmediatamente trasladado al Hospicio de las Mercedes. Ingresa el
17 de enero de 1921 y permanece hasta el 26 de julio del mismo año.
Dentro del hospicio es sometido a castigos corporales y descargas de
electroshock.
A su salida del hospicio Fijman enfrenta una cruda realidad. Sin
embargo su fuerza poética puede con el desánimo y logra publicar una
serie de notas en el semanario Mundo Argentino y en la revista
israelita, Vida Nuestra.
En 1923 un grupo de escritores jóvenes encabezado por Oliverio
Girondo, Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal,
promueven la revista Martín Fierro, de arte y crítica libre. Tres
años más tarde, Fijman es invitado por Marechal a unirse a los
martinfierristas. El 1 de septiembre de 1926, publica Molino Rojo.
Su primer libro de poemas, aparece en un momento de gran
inestabilidad social y política. El título es inmediatamente
asociado a los movimientos anarquistas y socialistas. Por el
contrario, Fijman buscaba dos palabras que unidas representaran
"esos estados del alma" - como le gustaba decir -, donde habitaban
los fantasmas, el espanto de su internación dentro del hospicio y la
abominable postración de un hombre que hallaba en la demencia un
instancia poética muy superior a la de cualquier mortal
Camina. Cada tanto lo detienen las verdades. Impresionado por los
maestros clásicos de la pintura religiosa y por la vuelta a la
filosofía escolástica (Aristóteles), agudiza su crisis con el mundo
real. Es entonces cuando Natalio Botana, director del diario
Crítica, convoca a los mayores exponentes del grupo Martín Fierro y
junto a Enrique Pichón Riviere, dan forma a las columnas de arte y
cultura.
Surrealismo
Del otro lado del Atlántico, el surrealismo, surgido en 1924, está
en su apogeo. París es el parnaso de la cultura. Poco antes de su
viaje a Francia, Fijman relata: "Un presagio me inquieta: si el
barco naufragara en el camino a Europa sufriría dos tragedias: el
cambiarme las medias y lavarme la ropa". Desembarca en París junto a
su amigo Antonio Vallejo y una noche conoce a varios de los
precursores del nuevo movimiento. "Nos citamos para leer poemas,
estaban Breton, Desnos, Eluard...". Pero su incipiente delirio
místico lo distancia de los franceses. "Con Artaud nos conocimos en
un café, en la Coupole. Estuvimos a punto de pelearnos. Yo me
identificaba con Dios y Artaud con el diablo. Y el Conde de
Lautréamont era un loco perverso. Se había entregado a los vicios y
hacía con ellos poesía".
El largo viaje parece concluir y envuelto en una gran confusión
teológica cruza nuevamente el océano. Vive en la indigencia. "Sus
bolsillos abultados, llevaban un rosario, un catálogo que reproducía
las vírgenes del Louvre, y algunas estampas de santos"- narra el
escritor Juan Jacobo Bajarlía. En 1929, es bautizado y convertido al
catolicismo. Ese mismo año publica su segundo libro Hecho de
estampas, que es bien recibido. En la revista católica Criterio,
Tomás de Lara destaca su figura y obra poética: "Hablamos de poetas,
como el autor de este libro, que en una atención tensísima se revela
eso, un poeta; pero su poesía no se percibe a la luz del sol, fuerte
y femenina a la vez, como debe ser; sino escondida en un salón,
agobiada de joyas, de metáforas, de conceptos, casi ocultada".
Al comienzo del '30, realiza un nuevo viaje a Europa, en un
frustrado intento para ordenarse como sacerdote y hacer una completa
vida penitencial. A su regreso escribe diversas notas en la revista
católica Número, en la que se destaca Ciudades más ciudades, relato
en el que expresa su encantamiento por una sobrina de Oliverio
Girondo: "Mañana iré a Bruselas con González Cháves. Ciudades más
ciudades y ciudades muertas sobre la imagen de las personas
dinámicas. Pero de cualquier manera tengo que huir, huir de Teresa,
de mi amor por Teresa".
En el transcurso de 1931, edita su tercer y definitivo libro,
Estrella de la mañana (et dabo illi stellam matutinam). La Argentina
es gobernada por la dictadura de José Felix Uriburu y la presencia
militar en las calles es una constante. "El libro, corresponde a la
época más oscura que he conocido en este país. La gente era
perseguida de la manera prevista por el Apocalipsis".
Luego del cierre de Número, su situación económica se agrava. Vive
en conventillos y por las noches toca el violín en tugurios para
poder subsistir. Nadie sabe de él. "Cada vez que preguntaba por mi
tío la respuesta que me daban era siempre la misma: `no sé'. Un día
apareció fugazmente en el velatorio de su madre, creo que fue en el
`33 o `34, no sé bien, y después nadie más supo de él" - recuerda
hoy Natalia Fijman una de sus sobrinas, mientras sus ojos atraviesan
los vidrios de un bar cualquiera de Buenos Aires.
El poeta se mueve sin saber muy bien a dónde va ni por qué. Sólo
atesora entre sus manos, lo más importante que mantiene en pie su
vida: los poemas y los dibujos que ha bosquejado en el camino.
El hospicio
En la primavera de 1942, la Policía Federal allana el altillo en el
que solía pasar sus días. El Acta policial sentencia: "afectado de
alienación mental". De allí lo conducen a Villa Devoto y luego al
Instituto Neuropsiquiátrico José T. Borda (Buenos Aires), donde
permanecerá hasta el día de su muerte. Según los médicos padece de
una "psicosis distímica". Vive en la más absoluta miseria y la
mayoría de los amigos de su generación lo han abandonado. Dentro del
hospicio es ultrajado. Al respecto, Fijman ironiza: "Me aplicaron
electroshock. Se ve que querían sacarme la enfermedad del cuerpo".
A pesar del estado de quietud mental al que lo someten, el poeta
despliega toda su fastuosa inventiva en poemas sacros y dibujos en
pastel. Va y viene. Se sienta. Dedica la mayor parte del día al
estudio de los teólogos antiguos y a la lectura de otras
disciplinas. "Yo he investigado el alma, también la psiquiatría. Y
sé que los ciegos y los sordomudos son dementes. Que los muy ricos y
los que llevan uniformes son dementes y peligrosos. Y que los que
visten sotanas y se llaman hijos de Cristo son los más dementes,
hipócritas y demoníacos de todos". Escribe y pinta, para echar a
patadas a todos esos animales que ríen en su cabeza y no lo dejan
dormir. Se para. Recorre los pasillos una vez más, sin saber muy
bien en qué lugar dejó el barco lleno de piratas y dioses.
En el año 1948, Leopoldo Marechal lo incluye junto al pintor Xul
Solar y al escritor Macedonio Fernández en su mítico libro, Adán
Buenosayres. Aquel extraño habitante de la noche parisina, que
volvía de sus largas caminatas con una crónica inusual sobre algún
aspecto de la ciudad, era ahora Samuel Tesler, un personaje crecido
en la fealdad y la sabiduría.
La segunda mitad del siglo viene arropado en penas. Por las mañanas
concurre a la Biblioteca Nacional, en donde pasa horas meditando y
leyendo poesía antigua. No tiene amigos, ni refugios. Todos los que
lo han olvidado saben perfectamente que está loco. Que vive
apasionadamente su amor por la Virgen María y que por las noches
conversa con ángeles y demonios.
En el año 1958 asiste a la Sociedad Argentina de Escritores, donde
aparentemente cobra una pensión tramitada en la entidad. Sus días se
parecen a todos los días. Sale del pabellón. Baja hasta el salón
principal. Se sienta frente a unas largas mesas y comienza a
escribir o a pintar durante horas. Aunque es incluido en las
Enciclopedias y colecciones de literatura Argentina, es cruelmente
ignorado, y ningún escritor de su generación sabe a ciencia cierta
dónde está.
Pecado original
A partir de 1968, la vida del viejo poeta, quedará marcada por la
presencia del escritor y abogado Vicente Zito Lema, a quien Fijman
concederá los más lúcidos conceptos sobre el arte y la locura y en
quien depositará uno de sus máximos temores. "Sé que dentro de muy
poco me voy a morir. Ya soy viejo y he sufrido lo suficiente. Pero
tengo miedo de lo que me espera. No de la muerte porque ya estoy
muerto en Cristo sino de que me abran la cabeza como hacen con todos
los internos. ¡No quiero presentarme ante Dios cuando resucite con
el cerebro dañado y chorreando sangre! Mi vida ha sido el estudio,
la poesía, quiero estar hermoso digno. Además va a estar ella, la
Virgen, la única que no se burló de mi amor, ni me rechazó".
Luego de una extensa lucha, Zito Lema es nombrado curador de Fijman,
cargo que le permite llevarlo a vivir los fines de semana a su
propia casa. En 1969, un grupo de personas, encabezadas por el joven
tutor del poeta, edita el primer número de la revista Talismán
(íntegramente dedicada a Fijman) y a mediados de año aparecen en la
revista Extra, propiedad del periodista Bernardo Neustadt, una serie
de notas firmadas por el propio Fijman.
La dictadura de Onganía agoniza, la idea de una Argentina más
próspera es sólo una ilusión y la violencia recrudece. Al año
siguiente, Fijman es invitado al programa de televisión "La Ciudad
Creadora", emitido por Canal 7. Lo acompaña, entre otros el actor
Federico Luppi. En un momento dado sucede algo impensado. Fijman
alza la vista, acaso como si hubiera visto la luna que tanto amaba,
y dice: "Tengo que contar un secreto que llevo toda la vida
conmigo". Las cámaras lo buscan, quieren el mejor plano. Hay
expectativa, y como un golpe en pleno rostro, afirma: "todos los
domingos, en misa, los sacerdotes comen mierda". El silencio recorre
el estudio y la tensión se hace insoportable. El poeta acaba de
propiciar la más fulminante declaración escuchada, por aquellos
años, en un medio del Estado. Y lo sabe. Como también es consciente
de que la muerte está a pasos de hacerle la última zancadilla "¿Se
ocupará de mi cuando muera? Sáqueme a toda prisa de la morgue. No
dejen que me destrocen. ¿Me lo promete?"- le suplica a su amigo
Vicente Zito Lema.
"Poeta", Jacobo Fijman: así lo registran las necrológicas de los
diarios de diciembre de 1970. No dicen nada acerca de su vida dentro
del hospicio. De sus huesos comidos por un montón de soledades. Que
escribió y pintó infinidades de papeles y sueños. Que amó
profundamente a la Virgen María. Y que un día decidió reencontrarse
con los ángeles y los pájaros, con los que tanto había hablado.
Tenía 72 años, tres libros publicados, un cuaderno con dibujos y lo
puesto. Nada más.
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Reportaje a Jacobo Fijman
Por Vicente Zito Lema
[Reportaje en el Hospital Neuropsiquiátrico José T. Borda en
noviembre de 1968, publicado en la revista Talismán, dirigida por
Zito Lema, en mayo de 1969, un año antes de la muerte del poeta.]
Luego de más de un año de entrevistas, lo que más nos ha
impresionado de Jacobo Fijman fue su humor; corrosivo. En el
estricto sentido de humor surrelista. Su autencidad de poeta: que
trasciende hasta en sus menores gestos. Que le ha determinado estas
formas de vida. Estos castigos sobre su persona. Más allá de los que
supieron de su situación y nada hicieron, la enorme bondad de Jacobo
Fijman, equilibrando tantas de nuestras maldades, perdonándonos.
¿Cuáles son sus relaciones con los colores; y en especial con el
blanco, el rojo y el negro?
Los colores centrales son el violeta y el verde. Y los periféricos
son el rojo, el amarillo, el anaranjado y el azul. Yo siento
preferencia por el blanco y negro. Me gustaría ir vestido todo de
negro con guantes blancos. Estos son los dos primeros colores
nombrados en el Génesis. Separó Dios la luz de las tinieblas... Amo
el blanco, el negro es melancolía. En cuanto al rojo. ¡Ah! El
accidente del aire fácilmente conjuga con el fuego. Pero el secreto
es saber cuál es el accidente.
¿Cómo siente la poesía?
Es un estado de ánimo, antes de la reflexión. Yo he tenido una
infancia poética. Desde niño me llamaban el poeta.
¿Qué autores han tenido mayor incidencia en su formación
literaria?
En mi infancia toda la obra de Sherlock Holmes; que me sirvió
después para hacerle una crítica a Dostoiesky, quien alardeaba de
sus novelas psicológicas. También Pushkin, un negro comprado por un
embajador de Pedro El Grande y Víctor Hugo. Ya de grande, ningún
escritor ha tenido en mí una influencia decisiva. Aunque he leído
muchísimo; especialmente a Santo Tomás de Aquino, a todos los
maestros de la patrística latina y griega.
¿Cuál es su símbolo?
La palabra; que es símbolo. Y cruz, el símbolo de San Atanasio.
¿Hay equilibrio entre su poesía y al que le cortan la lengua por
no mentir?
Sí. En primer lugar, por aquello "de que al principio fue el verbo".
Y quise dar con ello.
¿Qué valor le asiste a un asesinato?
Los asesinatos tienen el valor de que el asesino va al infierno. Es
pecado de segundo modo. Primer modo es pensarlo. En general, la
decapitación es el más fácil de los métodos de matar. Y el más
espantoso es el estrangulamiento. Pero yo deploro los asesinatos.
¿Qué significan los títulos de cada uno de sus libros?
Molino Rojo recuerda la demencia, el vértigo. Yo buscaba un título
para esa obra que significara mis estados y reparé en un molinito
viejo que tenía en la cocina. De color rojo. Para moler pimienta. Y
ví en ese objeto todo lo que mi poesía quería expresar. Estrella de
la Mañana, en cambio, se refiere a los estados místicos que yo había
adquirido en esos años. Ya había sido bautizado, convirtiéndome a la
religión católica, y quise expresar con ese título la encarnación de
la verdad. En cuanto a Hecho de Estampas, yo trataba de volver a la
filosofía escolástica. Y volver fundamentalmente a Aristóteles. Y en
una visita al museo del Louvre quedé impresionado por los maestros
clásicos, por su pintura religiosa. Cuando luego ví unas estampas de
esos cuadros religiosos, las asocié a mis poemas. De ahí Hecho de
Estampas.
¿En qué medida la enfermedad mental puede influir en una obra
artística?
Corelli, el músico, escribió una sonata, "La Locura", después de
estudiar esas enfermedades. Después de tocar la sonata, él salía a
la calle a conocer gente. Y veía que todos estaban locos. Yo he
estudiado psiquiatría. Y sé que los ciegos y sordomudos son
dementes. En cuanto a mi obra, los médicos dicen que no hay en ella
signos de enfermedad. Y yo lo creo; ya que no hay en mi poesía nada
en contra de la gramática. Hay que estudiar.
¿Cómo se relaciona el
hecho de ser usted violinista con su poesía?
En la medida. Mi poesía es toda medida. De una manera que la acerca
a lo musical.
¿Cuál es su visión de la realidad?
La realidad es el ente. Y el ideal de realidad Dios. Ente increado.
No hay nada más real y más evidente que Dios.
¿Cuáles son las cosas a las que tiene mayor afecto?
No es muy fuerte mi afecto con los objetos. Además, prácticamente no
tengo nada. Alguna ropa, unos libros, una pipa.. Pero hay casas
hasta donde un cuadro de Modigliani está fuera de lugar. Y amo
entonces la mesa y el mantel.
¿Piensa que su obra se identifica con alguna corriente poética?
No. Está fuera de cualquier escuela literaria. Nunca seguí a nadie.
Aunque espontáneamente me considero un surrealista. Los surrealistas
son auténticos poetas; pero blasfeman y son satánicos. Un poeta
tiene que estar al servicio de Dios. Y sino, es que está al servicio
del demonio.
¿Por qué dejó de publicar su poesía?
En primer lugar porque la publicación de mis libros me la tenía que
pagar yo. Y apenas tenía para comer... Pero fundamentalmente, por
miedo a perderme en la literatura y alejarme de Dios.
¿Se considera un santo?
No sólo me considero, lo soy. Pero mejor no decirlo porque no lo
entenderían. Para los médicos eso es enfermedad. Y ellos no saben lo
que es un santo. Solo tratan a los demás como enfermos. Se guían por
los síntomas. Y otras obligaciones no tienen. En esta sociedad está
prohibido ser santo. Aún por la Iglesia.
¿Tiene miedo de la muerte?
Ningún miedo. El que hace la vía ya no tiene miedo. Además ya lo
he dicho; me considero un muerto. Un muerto en vida. Vivo en Cristo.
Todas las enfermedades ya están en potencia. Simplemente se hacen
visibles en el momento de morir.
¿La Biblia es un texto poético?
La Biblia es un libro de Dios. Y no tiene fondo. Aunque realmente el
Apocalipsis es un poema terrible.
¿Para qué escribe?
Lo hago para que mis actos se ordenen a Dios. Buscando la verdad y
no la oscuridad. Escribo para Dios y para mi perfección. Y dios
sencillamente lo aprueba. Y esto dicho en lengua baja. Para que
todos me entiendan.
¿Para qué pinta?
Entre mi pintura y mi poesía hay una misma mano. Las mismas
concepciones. De niño me dijeron que sería un gran pintor. Y
entonces quemé todo. Ahora lo hago para perfeccionar mis sentidos,
externos e interiores. Sólo de esa forma es válido pintar y
escribir. Y hasta que los pintores y escritores no lo entiendan,
deberían dejar esas cosas. Porque están mintiendo. El arte tiene que
volver a ser un acto de sinceridad.
¿Cómo ve esta ciudad?
Es una ciudad que no es buena. Es realmente mala. Corrupta. Llena de
gente depravada. Hay una falta absoluta de moralidad. Es una ciudad
hipócrita. Hasta parece que fuera la hipocresía su estado natural.
¿Qué motivó su conversión de judío a católico?
No es conversión de judío a católico. Es simplemente la aceptación
de la religión católica, apostólica y romana. Porque lo de judío no
se pierde. Esta conversión es una concepción de la gracia. Porque
Dios seguramente ha encontrado méritos para convertirme. Para
concederme ese conocimiento y esa fe.
¿Ha sufrido castigos?
Sí. Pero no me quejo. ¿Quien se podría quejar luego de la pasión de
Cristo? Hace ya de esto muchos años. Yo era joven (...) "yo soy el
Cristo Rojo" fue mi única respuesta a los golpes y me quedé quieto
contra la pared...
¿Por qué está internado en este sitio?
Según los médicos debido a que estoy enfermo. Trastornos mentales.
Yo creo sin embargo que la mayoría de la gente padece de trastornos
mentales, incluso los propios médicos. El que más o el que menos
padece de psicosis.
¿Y es que alguien sabe lo que es el alma, lo que es el intelecto?
En el año 1942 me aplicaron electroshock. Se ve que querían sacarme
la enfermedad del cuerpo. Pero yo no me quejo. Los médicos son
buenos, hacen lo que pueden. Recetan, dan consejos... Y además si me
fuera de acá ¿adonde iría?. No tengo nada, no tengo a nadie.
¿Cuál es esa demencia que se invoca en su poesía?
Es la demencia en sentido total. Hay formas que obedecen a los
nervios centrales y otras a los periféricos. Y puede ser también un
castigo. El que va a nacer elige ser bueno o malo. Eso también pasa
hasta con las vacas. Ahora bien, la mayoría de los dementes tiene la
médula desviada. Cualquier enfermedad, aún el cáncer, es estado de
locura. Y hay incluso gente que se alegra de estar loca. La demencia
debe ser vista desde un punto de referencia moral. Y a esa pobre
gente que está en este hospicio, habría que darle buena comida; la
comida es mala. Enseñarles a sentarse en la mesa, a no robar, a no
blasfemar. Y cambiar fundamentalmente la higiene. En mi poesía
invocaba la locura. Aquí se conoce la locura. Ya estaban anunciados
mis sufrimientos. Yo soy el Jacobo Fijman que aparece en los textos
de Notredamus. Y ese día vi como un puñal. Y me dije:"Quien sabe lo
que van a creer de mí, quien sabe lo que van a hacer de mí". Pero yo
nunca he querido ser dictador. Ni matar a nadie. Soy un santo.
¿Se siente un enfermo mental?
No. Rotundamente. No. En primer lugar porque tengo intelecto, agente
y paciente. Y mis obras prueban que no sólo soy hombre de razón,
sino de razón de gracia. Los médicos no entienden esas cosas. Se
portan fácilmente bien. Pero no pueden ser lo que no son.
Simplemente toman la temperatura de la piel. Dan pastillas,
inyecciones, como si se tratara de un almacén. Y olvidan que en el
fondo es una cuestión moral. Y es que no conozco a nadie que pueda
entender la mente. Sin embargo no los odio. Hacen lo que pueden. Lo
terrible es que nos traen para que uno no se muera por la calle. Y
luego todos nos morimos aquí.
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Locos,
sí, pero entre comillas
Por Daniel Freidemberg
El poema se titula “V” (cinco, en números romanos), forma parte de
Estrella de la mañana, el libro que Jacobo Fijman publicó en 1931,
y, en apenas siete líneas, dice: “En la misma belleza saborean las
lunas su soledad dichosa./ Caen todas mis muertes en el espanto/ de
la nada del mal de la nada irreal de la nada.// En las tinieblas
puse mis manos cuajadas de llanto./ Arreó la gracia mis ojos
perdonados,/ y hecho he sido en lo interior de todo y nada./ He sido
en el que es de todo y nada en bella gracia.”
Hay, como se ve, espanto y tinieblas, y esa insondable “nada del mal
de la nada irreal de la nada”. Envuelto todo en una atmósfera a la
vez desolada y conmovida, mística a su manera, ¿tiene algo que ver
con el hecho de que Fijman pasó casi la mitad de su vida en el
Hospital Borda, y que ahí murió en 1970? La pregunta viene al caso
porque la relación entre la creatividad artística y la locura es un
tema que cada tanto reaparece y volvió a aparecer en abril último,
como una suerte de efecto colateral, con la conmoción que produjo la
violencia represiva de la Metropolitana contra los trabajadores y
los pacientes del Borda, precisamente.
El caso es que un poeta, Miguel Ángel Morelli, consideró que un buen
modo de tomar partido ante la irrupción de palazos y balas de goma
en el neuropsiquiátrico de Barracas sería subir a Facebook un poema
de Fijman, y al día siguiente se encontró con que más de 300 de sus
contactos lo habían reproducido. Pero no fue lo único que encontró:
“Leyendo algunos de los muchos comentarios que se hicieron al
respecto”, apuntó, “noto que no son pocos los que hablaron del
desdichado Fijman como del ‘poeta de la locura’. Me gustaría hacer
una aclaración: Fijman, lo mismo que Artaud, Van Gogh y tantos
otros, no fue ‘un artista de’, sino más bien ‘a pesar de’. Es decir,
fue un creador devorado por la locura (si es que se puede decir así)
y de ninguna manera un enfermo mental que se volvió artista. Eso
jamás sucede.”
A ese respecto, Morelli recordó las cartas de Vincent Van Gogh a su
hermano Theo: “sus días en Arlés no fueron más que un vertiginoso
intento por huir de la enfermedad a través, precisamente, del arte.
Del arte liberador. Del arte que, si no cura, al menos consuela...
Nuestra idea romántica del loco que escribe genialidades se da de
bruces con la realidad: invariablemente, se trata de genios que
escriben o pintan hasta que llega la fiebre y los atenaza.” No sé si
Morelli leyó la compilación de diálogos que Vicente Zito Lema
mantuvo con, entre otros, Enrique Pichon Rivière, Fernando Ulloa y
el propio Fijman, pero precisamente ahí, en el encuentro con Pichon
Rivière, el psicoanalista y fundador de la poesía social le dice a
Zito Lema que el arte “es una de las formas de preservación que
tiene la raza humana. Y, más específicamente, para curarse de la
locura. Aunque no sólo para curarse, también para evitarla, para
prevenir ese terror a lo desconocido que, en forma de muerte o de
locura, acecha permanentemente al hombre."
Desde Rimbaud y Kafka a Charlie Parker, Alejandra Pizarnik y Jim
Morrison, quien más quien menos sabe de artistas y escritores a
quienes los marcos de lo considerado “normal” les resultaron
estrechos, y tanto en el cine como en las novelas y las biografías
todos hemos visto personajes que parecen elegir el desquicio como
condición para crear, como si fuera la naturaleza misma del arte la
que convoca a los demonios. Pichon Rivière, sin embargo, llegó hasta
a hablar del “alto valor terapéutico” del arte, y sabía bien por
qué. Con una vasta experiencia en establecimientos psiquiátricos,
estudioso de los “poetas malditos” franceses y compañero de
aventuras de los surrealistas argentinos en la revista Ciclo, Pichon
tenía motivos para no confundir: “la locura y la creación serían los
dos caminos alternativos frente a una situación límite de crisis, y
en uno y otro caso se pueden ver actos de la imaginación, distintos.
En uno, el sujeto puede mover su realidad externa e interna. En el
otro, como no la puede movilizar, intenta controlarla con los
mecanismos de la locura. Por eso, en el arte hay juego y en la
locura sólo existe una cruel distorsión de esa realidad. Ocurre que
el sujeto, a través de la locura, se libra, relativamente, del
sufrimiento. (…) Como no soporta más, se disocia, se va del mundo,
se inventa un sistema para tolerar el sufrimiento, logra diluirlo. A
su vez, el creador salda el sufrimiento con la obra.”
Tanto dolor hay en la locura, agregaba Pichon, que “quien lo padece
se estereotipa, se torna rígido; y ello se percibirá después en su
obra. El artista normal tendrá, en cambio, la posibilidad de jugar
con el objeto; no tiene obstáculos para acercarse a él, para
transformarlo, para rearmarlo”, y fueron precisamente esos momentos
que Van Gogh o Fijman encontraron para escribir o pintar las
ocasiones en que lograron zafar de la locura. A propósito, alguien
retrucó, en los comentarios al post de Morelli, que no hay
creatividad artística que no implique algún tipo de exceso o
desborde, un plus de energía que a veces incluso se despliega de
maneras demasiado extrañas para la mayor parte de sus
contemporáneos, como implantando una suerte de desobediencia ante la
sociedad. Y el comentarista se preguntaba entonces si no corresponde
llamar a eso “locura”.
Claro que ahí a la palabra “locura” la escribió así, entre comillas.
Y no es poca cosa la diferencia entre la locura y la "locura", si
por esto último se entiende todo lo que ante los ojos de la
costumbre o el utilitarismo luce desatinado o imprevisible, pero
que, lejos de responder a una sinrazón, incluye la propuesta de un
orden: de su propio orden muchas veces, un orden inusitado que la
propia obra funda. Lo que, de paso, permite también diferenciar esa
práctica de la de los impostores que la juegan de loquitos para
sustituir la creatividad que les falta o a la que no se animan.
“Basta con recordar los gestos de Van Gogh o el propio Fijman, esos
ojos terribles”, señaló al respecto Morelli. “Los impostores, en
cambio, gozan con su supuesta locura, están felices con ella. En vez
de esconderla, la exhiben.” Es que en el mundo de la oferta y la
demanda, al fin y al cabo, las excentricidades tienen también su
mercado.
El problema es que, cuando ese tipo de consumo se vuelca a poetas
como Jacobo Fijman, la que pierde es su poesía. “Está llena de
revelaciones de sentidos superpuestos que nos conducen a lo oculto”,
escribió Aldo Pellegrini sobre la poesía de Fijman, en la que “la
multiplicidad de formas que cambian, se interpenetran, pierden una
individualidad para recuperar otra más firme, no hace más que
ponernos frente a la extraña sensación de la inestabilidad que crea
lo efímero cuando actúa como manifestación de lo eterno”. No es ese
un desafío que le interese encarar al consumidor de extravagancias.
Más que una escritura que le demanda poner en juego sus mejores
capacidades, Fijman es para él una imagen: el viejito simpático que
musitaba delirios en los pasillos del Borda.
Agencia Télam, Suplemento Literario, Año 2 Número 78, 30 de mayo
2013.
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Ciudades, más ciudades
Por Jacobo Fijman
Estaba de nuevo en mi cuarto del albergue de San Julián el Pobre.
Las campanas de la Iglesia enlazaron mis pasos mientras subía las
escaleras viejas y oscuras del albergue. Ahí las ventanas, ahí el
anuario de libros, y me eché en la cama a meditar. La estatua del
siglo XIII del San Juan Bautista policromado del Museo Cluny me
miraba a los ojos lúcidos. Sonaron de nuevo las campanas. Pensé en
el soplo teológico que animaba a la estatua del Bautista. El mismo
soplo teológico que animó en su oración al pobre desconocido y a
Dante, que paseaba de un lado a otro en la figura, en aquellos días
por esta misma calle infectada de hollín, moho, agua, chinos,
japoneses, hindúes, ejemplares de todas las razas y todos los
pueblos
Entre campanada y campanada también salió el canto de un coro de
niños que duró pocos instantes. Pensé en Dios. Causa primera, causa
final. La oscuridad entra en mi carne, rodeaba mis huesos. Ah, ah,
ah. Mi cuerpo y la tierra; mi cuerpo y la vida y la muerte. Pensé en
los niños de la Edad Media. ¿Cómo reían, cómo cantaban? Hace pocos
días he visto desfilar por el Boulevard a niños huérfanos de la
guerra vestidos con delantales negros. Sus padres murieron por la
República, y pensar que los hijos que dejaron no saben hacerse el
signo de Dios. Ah, estos niños tan frágiles, que no gritan ni ríen,
que impresionan como ángeles verdaderos, y que de pronto uno espera
ver grabados en el cielo densamente gris y oírles cantar alabanzas
al creador de todos los bienes.
Ciudades, más ciudades. Mañana me iré a Bruselas con González Chaves.
Ciudades, más ciudades. Y ciudades muertas según la imagen de las
personas. Pero de cualquier manera tengo que huir, huir de Teresa,
de mi amor por Teresa.
Ha entrado a mi habitación la alemana Renata Kock:
—Tengo mucha alegría. He encontrado a un norteamericano que me ha
dado dinero para curarme y aprender inglés. En cuanto sepa inglés me
iré a vivir con él… —dice la alemana.
Siento el mismo asco y malestar que aquella tarde que comí ostras en
la casa del arquitecto rabio Benderzky; la misma repugnancia de la
pornografía de ese imbécil sentimental.
El arquitecto abrió las ventanas y dijo:
—A eso llaman los franceses arquitectura. Tendríamos que llevarlos a
la Avenida de Mayo para que aprendieran lo que es arquitectura.
La alemana continúa narrándome sus aventuras, y luego me pregunta:
—¿Vélez anda ahora con una pintora que se emborracha?
Miro a la calle. Llueve. Pasa una mujer de cabellos rojizos.
El gris oscuro de las piedras, las canciones de los parroquianos del
cafetín “El abate de la espada” mueven mi nostalgia y mi muerte.
Mañana iré a Bruselas. Es preciso dormir. La alemana se ha marchado.
Antes de acostarme miro la Torre Eiflel dibujada millones y millones
de veces por los turistas ingleses.
Es horrible, y aquella mujer de “Los Noctámbulos”, que era
estudiante de latín y vendía su carne, y que me dijo:
—Tienes ojos de soñador.
—Y los tuyos, ¿cómo son? —le pregunté.
—Los míos va conocen todo el bien y todo el mal.
La estudiante podía decir en latín: vendo sexun.
Sobre mi mesa hay un plato de porcelana con dibujos antiguos que
tanto divierten al tarado que vive al lado de mi cuarto, y que
siempre le pregunta a mi amiga Rambouillet.
—¿Ya se ha divorciado usted?
El amor. Ah, ah, ah. Pero no, no es el amor; pienso en la barba
siniestra del pintor uruguayo Planes, los pájaros graciosos del
dibujante suizo, las torres, las ventanas, las cúpulas, las calles;
todo muere en mi cuerpo y mi alma. La ciudad o lo esencial de la
ciudad queda deshabitado.
Me visto el vuelo de los pájaros. Cae la noche, y en la noche el
ramo de flores de aquel millonario colombiano ofrecido a la mujer
que dibujaba con el lápiz rojo y negro el retrato de sus amantes.
A estas horas es difícil hablarle a Teresa al “Grand Hotel”. Ha
salido con su familia o duerme.
—¡Eh, mozo, una botella de vino blanco!
Ciudades y más ciudades. Teresa...
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SELECCIÓN POÉTICA
De “Molino rojo”
CANTO DEL CISNE
Demencia:
El camino más alto y más desierto.
Oficios de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
Tosen las muecas
Y descargan sus golpes
Afónicas lamentaciones.
Semblantes inflados;
Dilatación vidriosa de los ojos
En el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
El patio del hospicio es como un banco
A lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A quien llamar?
¿ A quien llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
Y ahorca mi gañote
Con sus enormes manos sarmentosas;
Y mi canto se enrosca en el desierto.
¡Piedad!
ALDEA
Mi blanca soledad
Aldea abandonada.
Revuelo de perezas
Sobre la torre de un anhelo
Que tañe sus horizontes.
Pintadas negras de la desolación.
Yunques abandonados y puentes solariegos.
Se ha sentado el dolor como un cacique
En el banquillo de mi corazón.
Las lluvias estancadas de mis sueños
Se han cubierto de musgo.
En el horno apagado del silencio
Mis frutos maduraron
Estérilmente.
Perdí mi itinerario en el desierto.
¡Hospedería triste de mi vida
en donde sólo se aposentó el azar!
En una pradería de cansancios
Balan estrellas mis ovejas grises.
Lugarón sin destino;
Las calles andariegas
Beatas de mi ser
Son manos
Contemplativas
Que van perdiendo soles...
CIUDAD SANTA
Tres gritos me clavaron sus puñales.
Paisaje de tres gritos
Largos de asombro.
¡bromearon los sudarios del misterio!
Fuga de embotamientos;
Suspiros
en la niebla inmovilizada.
Cipreses.
Bronce de los terrores
Informes, fragmentados.
Mueren caminos
Y se levantan puentes.
Un árbol se transforma
Cerrando sus pupilas.
Caen medrosamente las palomas
Angélicas del sueño
En las uñas heladas del espanto.
Un infinito horror
Manaba en mis entrañas
En un himno de muerte.
COPULA
¡Nos unió la mañana con sus risas!
En las rondas del sol
canciones de naranjas.
Danzas de nuestros cuerpos
Desnudos- rojo y bronce.
El olor de la luz era sagrado:
Música de horizontes,
Espacio de paisajes-
Rojo y bronce-
Ruido de melodías,
Himno de soles,
Eternidad
Y abismo de la dicha
En la alegría loca de los vientos.
Canciones de naranjos
En la piedad de los caminos.
¡Todas las aguas del silencio
rompimos en la danza!
Dicha de los abrazos y los besos;
Toda la gloria de la vida
En nuestros pechos
Jadeantes y ligeros;
Nuestros cuerpos: auroras y ponientes
En la alegría loca de los vientos.
¡El corazón del mundo en nuestra boca!
MORTAJA
Por dentro;
Atrás el rostro.
¡El pasado aniquila!
¡Es en vano que encuentre una herradura
en el estanque turbio de mi imaginación!
El árbol ha cubierto de palomas
mi soledad; pero es en vano.
Desnudo
Siempre estoy como una llanura.
Para buscar un cerro
Miro las multitudes.
Estoy siempre desnudo y blanco;
Lázaro vestido
de novio;
una mortaja viva
entre el ayer eterno
y el eterno mañana;
una mortaja viva
que llora en mi garganta.
EL "OTRO"
Tarde de invierno.
Se desperezan mis angustias
como los gatos;
se despiertan, se acuestan;
Abren sus ojos turbios
y grises;
abren sus dedos finos
de humedad y silencios detallados.
Bien dormía mi ser como los niños,
y encendieron sus velas los absurdos!
Ahora el otro está despierto;
Se pasea a lo largo de mi gris corredor,
y suspira en mis agujeros,
y toca en mis paredes viejas
un sucio desaliento frío.
¡La esperanza juega a las cartas
con los absurdos!
Terminan la partida
tirándose pantuflas.
Es muy larga la noche del corazón.
VÍSPERAS DE ANGUSTIA
Atmósferas de marasmo despedazan mis ademanes.
Pasos furtivos
en los malditos huecos de mi ser;
desolaciones alteradas.
Azar; ideas fijas.
Revolotear de músicas celestes.
¿vísperas de una nueva angustia?
Sospechas.
Soy de los que no vuelven, hermanos míos.
Atmósferas de marasmo
en torno del más fragante pino.
Amor, alégrame el camino.
¡los fuegos fatuos!
¡Quebrantaré la vida por mi vida
por el imposible contacto de la eternidad!
Pasos furtivos
en el hueco de mi ser;
yo soy el prometido, el anunciado.
Revolotear de músicas celestes.
SUB-DRAMA
Desolaciones.
Altos silencios
Que balancean sus cabezas truncas
esencialmente.
Han caído mis esperanzas
como palomas muertas.
Desbandes.
El canto de mi mismo se alucina.
Cristales rotos.
Murga carnavalesca.
¡las risas rojas!
Cifras desafinadas y arbitrarias;
¡el dolor más eterno!
Me trasvasa el espanto sus caminos.
Pavor de candelabros;
Romance de agonía.
¿Quién soy?
Ha perdido su espacio
completamente el universo.
Se cierran las estrellas en mis ojos.
Nadie y nada.
Terribles apariencias
aplastan el cristal de sus sarcasmos.
Pasa un convoy de brujas caprichosas;
cuelgan mis extensiones deformadas.
Mi corazón es una isla roja
en que destacan sus banderas negras
los días de mi anhelo.
Las miradas ardientes de mis ojos,
¿en qué se apoyarán mañana?
Canciones de mi ser,
hemisferios de dicha,
volúmenes de aromas
¿en qué tambor de soles
se agitarán mañana?
Orientes y occidentes.
Se quebrarán mis ejes.
Lo sé.
¡Llueve sin latitud el dolor más eterno!
Han caído mis esperanzas
como palomas muertas.
Pavor de candelabros; romance de agonía.
GABÁN
Soy una alforja
de lluvias.
Mi corazón regó en las primaveras
sementeras de espacio;
por ello mi cabeza
es una gorra remendada y parda
(genialidad)
o, un gabán roído,
pues he amado.
El pienso de mis días
desparramé en las sendas;
rompí todas las tejas
de los pesebres
humanos.
De mal en peor
tildaron mi locura;
merma mi audacia,
enflaquecen mis manos dadivosas
como las muelas viejas.
¡El gabán de mi ser se va pudriendo!
CENA
Cenas de mi soledad en hosco abatimiento;
eterna como Dios, profunda de universo.
¡He sido el más ausente: el juntador de formas!
Cenas de mi soledad...
El sudario más frío es uno mismo.
¡Buscar y qué buscar!
¿Encrucijadas puras donde zapatean los truenos
en un constante mediodía?
Cenas de mi soledad en hosco abatimiento.
Pan y sal. Lamentos.
Piernas que saltan; salidas de cortejo;
vacilación de luz que viene abajo.
¡Extremaunción de un armonioso herrero!
Ir; pero no ir nunca;
en algodón de olvido sumir todos mis días.
Anuncios que deslizan;
canción de gallos en la mañana azul de mi esperanza
continuación de tiempos fundamentados en dolor.
Fui un desaparecido, el más ausente:
el juntador de formas.
Amanecer desentonado...
De “Hecho de estampas”
POEMA I
Caía mi sueño en la otra soledad de los canales.
Regocígate, niño, la presencia graciosa de la muerte
reparte en sombras alternadas el olor de los ángeles
y levanta tus sordos desamparos.
Niño de paz,
han apagado las islas monótonas de los soles perfectos.
Niño de paz,
imito el mundo en un mi sueño ajeno a la claridad.
Un silencio de música se apacienta en las torres.
POEMA III
Está mi risa de niño
Con la abuelita ciega de la noche obscura.
Resuenan mis botas groseras de campesino
en la ternura de los caballos,
y he ido.
Al son de ríos lúcidos y puros
Tiemblan las curvas de los pozos como dulces
patas de corderos.
Encerrada en mis pasos sigue la noche obscura.
POEMA V
Yo estaba muerto bajo los grandes soles, bajo los grandes
Soles fríos.
A través de mi llanto
Oigo el agrio sudor de la precocidad.
Yo vuelvo sobre un musgo
Y las ciudades crecen a la aventura hasta la noche
Del estupor.
Miseria.
Dios pesa.
Me llaman vientos de mar.
Van y vienen en grandes cambios; se alargan
en saltos irritados
que apagan mi temblor, que exasperan los sueños.
Jamás podré seguir.
Yo me veo colgado como un cristo amarillo sobre
los vidrios pálidos del mundo.
POEMA VI
Ha caído mi voz, mi última voz, que aún guarda mi nombre.
Mi voz:
pequeña líneas, pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades
blancas.Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz fría y sucia como la piel de los muertos.
POEMA XII
Yo quería jugar.
Estaba el signo de mi naturaleza plena de llanto y
protección severa.
Bajo a mi obscuridad, y avanzo entre mis brazos
con una estrella niña.
Soplan olores de banderas frías
y resuenan tambores de infancia
en el mismo silencio, bajo la misma estrella.
Viene mi carne allende las transparencias.
Rodeo la luz fresca.
Ánimos de pavor yacen en mis profundas soledades.
No es el mismo silencio, no es la misma estrella.
Arranco vísperas de muros inclinados,
y más allá de todo se mueve el brillo opaco
de la agonía.
De “Estrella de la mañana”
I
Los ojos mueren en la alegría de la visión desnuda
de carne y de palabras,
en la tierra desnuda y en el cielo desnudo,
en el día desnudo y en la noche desnuda bajo los
cielos todo crecidos.
Es demasiado bella la noche de oro de muros y
banderas luminosas.
Corremos en la noche de plata bajo la noche de oro.
Tierra desnuda, tierra perfecta, cielo desnudo,
Cielo perfecto.
Voces desnudas de la voz eterna.
En la noche de oro nos llaman las acampanas,
Y oímos el vuelo de las aplomas desde la noche de
plata bajo la noche de oro.
V
En la misma belleza saborean las lunas su soledad
dichosa.
Caen todas mis muertes en el espanto
de la nada del mal de la nada irreal de la nada.
En las tinieblas puse mis manos cuajadas de llanto.
Arreó la gracia mis ojos perdonados,
y hecho he sido en lo interior de todo y nada.
He sido el que es de todo y nada en bella gracia.
XV
Ama tu alma mi alma, paz de los días, paz de las
noches nacidas en los espantos de muertes,
y en los gozos de muerte y esperanza de muerte.
Amor, Amor; Amor,
tu alma canta dolor de carne, dolor de vida, pavor
de muerte
bajo los cielos llovidos de esperanza.
Amor, Amor; Amor,
viste tu desnudez el agua capaz de las criaturas.
XVIII
Nos levanta la cruz hacia el río de los aromas.
Entre sí suben las criaturas mansas tendidas
en amor a Cristo.
Entre sí las criaturas fuertes sobre asientos
de paz
que cuidan las espadas en amor de Cristo.
Amor abre la luz, y se derraman soles y bailan los
corderos.
Tu alma canta, mi alma reza en los días cerrados,
en las noches cerradas,
en la vida cerrada, en la muerte cerrada bajo los vuelos
abiertos de los cielos.
Entre sí suben las criaturas mansa
en los asientos puros de olorosos maderos.
Amada,
afuera nos besaremos desnudos de tinieblas y pavores,
tendidos en amor de Cristo.
XXIV
Nace en mi llanto de oscuridad de todo
llanto,
oscuridad de soledad de todo llanto.
Vuelven las almas sobre mi alma de alma en alma,
de muerte en muerte.
Lloro con llanto de mi llanto
sobre mi alma de alma en alma, de muerte en muerte.
En soledad de soledad con soledad
en soledad, en todo, en soledad crecida en soledad.
Reposan los huesos en mediodías
en la soledad de mi alma desnuda en soledad.
Criatura de la quietud donde nacen soles.
Debajo del nacimiento
mi garganta solloza almas de alma en alma, de muerte
en muerte.
CANCIÓN DE LA VISIÓN REAL DE LA GRACIA
Niño, tú tienes el oído junto al amanecer
de la tierra y el cielo.
Amén el bosque, Amén el mar y Amén a las estrellas.
El signo de tus manos ata el secreto del mundo.
Amén el bosque, Amén el mar y Amén a las estrellas.
La tierra canta y el cielo, y la vida y la muerte.
Niño, tú tienes en el signo que trazan tus manos
el día y la noche, y la tierra y el cielo, y la vida y la muerte.
Amén, Amén, Amén,
niño de alba de la tierra y el cielo.
Poemas inéditos de sus últimos años
ECLOGA
Tú, la incóndita niña,
De la incóndita flor
Y la incóndita muerte,
Constas de flor y de muerte.
Tú, la incóndita niña,
Demuestra flor y muerte.
Tú, la breve sentencia
De la lúcida muerte,
Que pones con el llanto
La incóndita flor,
Y la incóndita muerte.
RETRATO DE DOCTOR
Este aquí, seráfico leyente,
Trae la flor perfecta
Recibida en ejemplo de ser a ser,
De simples y compuestos,Y día temporal,
Unidos por el uno que nunca fue movido,
Por aquél que depura la imperfección perfecta.
Este aquí seráfico leyente,
Lleva la perfectísima, la perfección perfecta
Del color y la lumbre, del amor y la estrella. |