Reseñar un libro de Esther Díaz implica
dar cuenta de una multiplicidad de
experiencias: la de la propia autora
escribiendo en el mismo movimiento en
que se deja interpelar, seducir y
atravesar por las diferentes
problemáticas filosóficas trazadas por
mujeres y hombres en distintos tiempos y
lugares, y la mía como lectora de ese
entramado de pasiones, ingresando en los
diálogos filosóficos en clave Esther
Díaz.
Antes de comentar algunos aspectos del
libro, voy a detenerme en qué significa
ingresar a territorios filosóficos en
clave Esther Díaz. Clave, del latín
clavis, suele ser traducido como llave,
aquel dispositivo o conjunto de signos
que permiten ingresar a un espacio
restringido, prohibido u oculto. En el
campo de la música, las claves (de sol,
de fa) permiten ubicar al intérprete en
la tonalidad de una pieza musical,
utilizando las posibilidades de
asociaciones armónicas entre las notas,
los espacios y las líneas del
pentagrama. A partir de estos sentidos
podemos decir que la clave Esther Díaz
supone una serie de estrategias y
sugerentes tonalidades que nos permiten
ingresar a aquellos territorios
filosóficos no frecuentados por la
tradición que se ocupa en pensar la
conciencia, la presencia y las verdades
trascendentales. En otro registro tonal,
la clave Esther Díaz consiste en pensar
filosóficamente en los límites de la
vida y en el filo del presente,
transitar las dimensiones del error y lo
impensado, desocultar la urdimbre
histórica desde la que se construyen
sujetos, saberes y verdades.
Ahora que encontramos el tono para
explorar la obra, comencemos por la tapa
del libro: la fotografía de la
instalación artística “Zapatos rojos” de
la mexicana Eliana Chauvet evoca la
ausencia de tantas mujeres provocada por
la violencia machista. Tomando esta
imagen como una de las entradas posibles
a Problemas filosóficos podemos asistir
al despliegue que produce Esther Díaz a
partir de una obra de arte: enlaza una
lucha de nuestro tiempo contra los
femicidios con el carácter nómade y
fugaz del arte contemporáneo. La fuerza
simbólica de evocar la desaparición de
las mujeres sin ser representadas sino
elididas en la puesta artística como
singularidad de nuestra época, en
diálogo con otras obras de arte, otros
textos y otras epistemes, sin perder por
un instante el rigor que suponen las
reflexiones estéticas.
Problemas filosóficos es una y mil
puertas posibles de ingreso a conceptos
y experiencias filosóficas. El modo de
transitarlo lo configurarán las
expectativas e inquietudes del lector.
Puede leerse como si fuera una
introducción académica a la filosofía;
un texto de consulta fragmentado en
conceptos, preceptos, imágenes; una
excusa para adentrarse rigurosamente en
los territorios de la reflexión
filosófica o un provocativo ensayo
narrativo para recorrer de principio a
fin.
El índice da cuenta de los tópicos
filosóficos siguiendo el criterio con el
que se organizan en los espacios
curriculares de las instituciones de
nivel superior: I. ¿Qué es la
filosofía?, II. Conocimiento, III.
Ética, IV. Estética, V. Antropología
Filosófica, VI. Política y sentido de la
historia y Fragmentos para seguir
pensando. Pero entre este orden
preestablecido, Esther Díaz genera las
condiciones para hacer visibles otros
órdenes. Tomemos como ejemplo uno de los
capítulos, bien puede ser el primero: al
seguir la lectura desprevenida de los
apartados del capítulo I vamos
deslizándonos por temas tales como "La
filosofía y el problema de la verdad" …
"Filosofía y cultura" … justo cuando
comenzamos a sentir esa comodidad que
produce lo esperable irrumpe un apartado
sobre "Filosofía y dolor" que conmociona
con la sola enunciación y convoca a
pensar no ya desde las alturas de las
construcciones conceptuales abstractas
sino desde la entraña misma de nuestros
sufrimientos y nuestra capacidad de
resistencia y reinvención :
No hay que salirse del mundo de los
vivos antes de morir. Si hay vida y
conciencia, hay que resistir con
entusiasmo. Ante todo es necesario
valorarse a sí mismo. Los ánimos
desvalorizados huelen mal: son
derrotistas, negadores de la vida,
predicadores de la falsa resignación.
(Díaz, 2017, pp. 27-28).
Y desde la intensidad del dolor se
conecta el último apartado del capítulo,
que al modo de un contrapunto nos
conduce por las conexiones entre
"Filosofía, ciencia, arte".
El cine y otras formas de arte, si bien
por momentos se constituyen claramente
como objetos de reflexión filosófica
como lo indican algunos títulos de
capítulos y apartados, también forman
parte del lenguaje de Esther Díaz. En
cada tópico en el que se detiene el
libro, se advierte ese pulso vital de la
cultura que se expresa a través de las
obras de arte y se oculta en el discurso
científico, como un pulso indicador de
pasiones e incertidumbres en tensión
constante con la fuerza de formalismos
conceptuales que pretenden ocultarlas.
Este movimiento, esta cadencia en el
filosofar, transcurre de capítulo en
capítulo pero generando las condiciones
para que acontezca la singularidad de
cada problemática. Enlaza las cuestiones
heredadas de la tradición filosófica con
las inquietudes que, desde el presente,
remontan a contracorriente la historia
de la filosofía. Encuentra en la
sucesión de las continuidades de la
conciencia, las discontinuidades y
contingencias históricas: biosaberes,
los nuevos tiempos tecnológicos, las
problemáticas de género, tribus urbanas,
despolitización de la política, la
espera, las heridas narcisistas …
tiempos póstumos, esquirlas de las
utopías modernas.
Al final del libro se encuentran
“Fragmentos para seguir pensando”, se
trata de la voz de las y los
intelectuales que aparecen entramados en
diferentes capítulos, aquí dejando que
explayen los conceptos convocados a
través de sus escritos originales pero
no para “… seguir pensando” de una
manera lineal, sino a partir de pistas
que Esther Díaz deja disponibles para
otros vínculos posibles, teniendo en
cuenta que:
La filosofía es pensamiento en
construcción, interpretación, tanteo,
aunque exige rigor, dedicación, solidez
argumental; sin dejar de moverse
mediante intentos no del todo completos.
El pensamiento filosófico se arroja a lo
abierto y a la interrogación perpetua,
en la medida en que cada respuesta puede
ser convertida en una nueva pregunta.
(Díaz, 2017, p. 31).
Como proponen Deleuze y Guattari (2002)
en Mil Mesetas, en un libro no hay nada
que comprender, sólo saber con qué
conecta, con qué hace máquina. Esa es la
experiencia de lectura de Problemas
filosóficos, Esther Díaz es una gran
constructora de conductos por los que
podemos fluir como máquinas deseantes y
desprevenidamente circular con y entre
Aristóteles, Kant, Nietzsche, Butler o
Samaja (entre tantas/os otras/os)
dependiendo de las intensidades y
tonalidades en las que devenimos, y si
hacemos de la filosofía un leer despacio
o un devenir danzante (Cfr. Díaz, 2017,
p.11).
Referencias:
Deleuze, G. y Guattari, F. (2002) Mil
mesetas. Capitalismo y esquizofrenia.
Valencia, Pre-Textos.
Díaz, E. (2017) Problemas filosóficos.
Buenos Aires. Arandu / Editorial Biblos.
Alejandra
Gabriele |