En qué creo ha sido el objetivo en numerosas
ocasiones de los gacetilleros. Tales historias espeluznantes e
incoherentes se han lanzado sobre mí, que no me extraña que a cada
ser humano común le dé un vuelco el corazón cada vez que se menciona
el nombre de Emma Goldman. Es una lástima que no vivamos en los
tiempos cuando las brujas eran quemadas en la hoguera y torturadas
para expulsar el espíritu maligno de sus cuerpos. Para ellos, de
hecho, Emma Goldman es una bruja. Es verdad que no se come a los
niños, pero ella ha hecho cosas más terribles. Fabrica bombas y
juega con la vida de los dirigentes del Estado. ¡Uhhh!
Tales son las impresiones que el público tiene sobre mí y mis ideas.
Por ello es muy de agradecer que el World haya dado la oportunidad a
sus lectores para que sepan realmente cuáles son mis creencias.
El estudioso de la historia del pensamiento progresista es
perfectamente consciente de que cada idea, en sus primeros
estadios, ha sido despreciada y que los defensores de tales
planteamientos han sido calumniados y perseguidos. No hace falta ir
dos mil años atrás, al tiempo en el cual los que creían en lo que
predicaba Jesús eran arrojados a la arena o encerrados en calabozos,
para percatarse cómo las grandes creencias o los más fervientes
creyentes son incomprendidos. La historia del progreso está escrita
con la sangre de los hombres y mujeres que se han atrevido a
vincularse con causas impopulares, como, por ejemplo, los derechos
de los negros a controlar su propio ser, o las mujeres de su propio
pensamiento. Si, por tanto, desde tiempos inmemoriales, lo nuevo ha
tenido que hacer frente al rechazo y la condena, ¿por qué mis
creencias deberían estar exentas de su corona de espinas?
En qué creo es algo más bien cambiante antes que algo irreversible.
Lo definitivo es para los dioses y los gobiernos, no para la
inteligencia humana. Aunque puede ser cierto que el modelo de
libertad de Herbert Spencer es el más brillante sobre esta cuestión,
como base política de la sociedad, la vida es algo más que
fórmulas. La batalla por la libertad, como muy bien ha indicado
Ibsen, es la lucha por, y no sólo para, alcanzar la libertad que
libere lo más poderoso, fundamental y destacable del carácter
humano.
El anarquismo no es sólo un proceso que marche por “caminos
sombríos”, sino que vivifica todo lo que es positivo y constructivo
en el desarrollo orgánico. Es la manifiesta protesta del tipo más
militante. Absolutamente inflexible, insistiendo e impregnando las
fuerzas que hacen frente al más terco ataque y que resiste a las
críticas de aquellos que en verdad constituyen las últimas voces de
una época decadente.
Los anarquistas no son simples espectadores en el teatro del avance
social; al contrario, tienen unos conceptos muy positivos con
respecto a los objetivos y los métodos.
Como debo expresarme lo más claro posible en el menor espacio,
permítaseme que adopte el típico esquema para desarrollar en qué
creo.
I. RESPECTO DE LA PROPIEDAD
La “propiedad” significa el dominio sobre los objetos y la negación
a los demás de usar tales objetos. En tanto la producción no sea
igual a la demanda, la propiedad institucional pudo tener alguna
raison d’être (En francés en el original). Pero sólo hace falta
consultar a los economistas para saber que la productividad del
trabajo en las últimas décadas se ha incrementado
extraordinariamente, excediendo a la normal demanda cientos de
veces, convirtiendo a la propiedad no sólo en una traba para el
bienestar de los seres humanos, sino en un obstáculo, una barrera
mortal, para todo progreso. Es el dominio privado de los bienes lo
que condena a millones de personas a ser nada, muertos vivientes
sin originalidad o capacidad de iniciativa, maquinarias vivientes,
que acumulan montañas de riquezas para otros, recibiendo a cambio
una vida gris, aburrida y miserable. Creo que no puede existir una
legítima riqueza, una riqueza social, en tanto se base en las vidas
humanas, la vida de jóvenes y viejos, en la vida de los que están
por venir.
Se afirma, por parte de los pensadores radicales, que la causa
fundamental de este terrible estado de la cuestión es: 1º) que la
mayoría de los hombres deben vender su labor, 2º) que su
predisposición y opinión está subordinada a la voluntad de su amo.
El anarquismo es la única filosofía que puede, y debe, acabar con
esta situación humillante y degradante. Se diferencia de las otras
teorías en que se centra en el desarrollo del ser humano, su
bienestar físico, sus cualidades latentes e innata disposición que
deben determinar el tipo y condiciones de su trabajo. De igual modo,
deben ser sus condiciones físicas y mentales, y las necesidades de
su alma, lo que determine lo que cada uno deba recibir. Para hacer
esto realidad, sólo es posible, creo, en una sociedad basada en la
voluntaria cooperación de los grupos productivos, comunidades y
sociedades que libremente se federarán juntas, que finalmente
desarrollarán el comunismo libertario, actuando por la solidaridad
de intereses. No puede existir libertad, en el amplio sentido de la
palabra, ni desarrollo armonioso, en tanto las consideraciones
mercenarias y comerciales jueguen un papel fundamental en la
determinación de la conducta personal.
II. RESPECTO DEL GOBIERNO
Creo que el gobierno, la autoridad organizada o el Estado, sólo son
necesarios para mantener o proteger la propiedad y los monopolios.
Está suficientemente demostrado esta única función. Por no potenciar
la libertad individual, el bienestar humano y la armonía social, lo
que debería constituir el verdadero orden, los gobiernos han sido
condenados por todos los grandes pensadores del mundo.
Por lo tanto, creo, con mis compañeros anarquistas, que las
regulaciones estatutarias, las promulgaciones legales, las
disposiciones constitucionales, son invasoras. Nunca han inducido
a un hombre a hacer algo que él no quisiera hacer por la capacidad
de su intelecto o temperamento, ni evitó nada que el hombre no haya
sido capaz de hacer por las mismas causas. La pictórica descripción
de Mollet, The man with the hoe (El hombre con el azadón. (N. de
E.), la obra maestra sobre la minería de Meunier que ha ayudado a
valorizar este trabajo frente a su anterior degradante
consideración; las descripciones de Gorki del submundo, los
análisis psicológicos de Ibsen de la vida humana, nunca podrían
haber sido inducidas por el gobierno como no potencia el espíritu
que impele al hombre a salvar a un niño que se ahoga o a una mujer
herida de un edificio en llamas, las regulaciones legales o las
porras de los policías. Creo, de hecho, que todo lo bueno y bello de
la acción y expresión del ser humano tiene lugar a pesar del
gobierno y no a causa de él.
Los anarquistas están, por lo tanto, justificados cuando asumen que
el anarquismo, que la falta de gobierno, potenciará la más grande y
amplia oportunidad para un desarrollo humano sin cortapisas, la
piedra angular del verdadero progreso y armonía social.
En relación con el argumento estereotipado de que el gobierno
reprime el crimen y los vicios, incluso no es creíble ni para los
propios legisladores. Este país gasta millones de dólares para
mantener a los criminales tras los barrotes de las prisiones, a
pesar de que el crimen no ha parado de incrementarse. Seguramente,
¡este estado de las cosas no es consecuencia de la carencia de
leyes! El noventa por ciento de todos los crímenes son delitos
contra la propiedad, que tienen su causa en nuestras injusticias
económicas. En tanto y en cuanto continúen existiendo estas
injusticias, podremos convertir cada farola en una horca sin que se
aprecie el más mínimo efecto sobre los delitos cometidos entre
nosotros.
Los delitos, que son consecuencia de la herencia, nunca podrán ser
evitados mediante la ley. Ciertamente, en la actualidad sabemos que
tales delitos pueden ser tratados de manera más efectiva sólo
mediante los mejores métodos modernos de la medicina que están a
nuestro alcance, y, sobre todo, mediante un profundo sentimiento de
hermandad, generosidad y comprensión.
III. RESPECTO DEL MILITARISMO
No debería tratar este aspecto de manera independiente, en tanto
tiene más que ver con la parafernalia del gobierno, si no fuera
porque aquellos que más vigorosamente se oponen a mis creencias, al
representar en última instancia el poder, son los apologistas del
militarismo.
De hecho, son los anarquistas los únicos verdaderos defensores de
la paz, las únicas personas que claman para frenar la creciente
tendencia del militarismo, que está transformando rápidamente este,
tradicionalmente país de la libertad, en una potencia imperialista y
despótica.
El espíritu militarista es el más despiadado, cruel y brutal que
existe. Promociona una institución mediante la cual no necesita ni
siquiera fingir una justificación. El soldado, como ha indicado
Tolstoi, es un asesino de seres humanos. No mata por amor, como
podría hacer el salvaje, o por pasión, como ocurre con los
homicidas. Es una herramienta mecánica, de sangre fría, que obedece
a sus superiores militares. Está predispuesto a rebanar una garganta
o echar a pique un navío al dictado de sus oficiales, sin saber el
porqué o, tal vez, sólo importándole cómo. Me confirma esta
afirmación nada menos que una lumbrera militar como el general
Funston. Cito el último artículo del New York Evening Post del 30 de
junio, que trata el caso del soldado William Buwalda que ha
provocado una conmoción a lo largo de todo el Noroeste (1) “La
primera obligación de un oficial o un recluta”, decía nuestro noble
guerrero, “es una incuestionable obediencia y lealtad frente al
gobierno al cual ha jurado fidelidad; no existe diferencias ya sea
que él apruebe o no tal gobierno”.
¿Cómo podemos armonizar el principio de una “ciega obediencia” con
el principio de “la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad”? El mortal poder del militarismo no ha quedado tan
eficazmente demostrado hasta el momento como con la reciente condena
por un consejo de guerra de William Buwalda, de San Francisco,
Compañía A, Ingenieros, a 5 años en una prisión militar. Estamos
ante un hombre que contaba con 15 años de servicios de manera
continuada. “Su carácter y conducta eran intachables”, nos dijo el
general Funston quien, en consideración a ello, redujo la condena de
Buwalda a 3 años.
De esta manera, un hombre fue expulsado inmediatamente del ejército,
con deshonores, robándole la posibilidad de recibir una pensión y
enviado a prisión. ¿Cuál fue su crimen? ¡Sólo oír en la Norteamérica
de las libertades! William Buwalda acudió a una conferencia pública,
y tras la charla, estrechó la mano de la oradora. El general Funston,
en su carta al Post, de la cual he hecho referencia anteriormente,
afirmaba que la acción de Buwalda fue una “gran ofensa militar,
infinitamente mayor que la deserción”. En otras declaraciones
públicas que realizó el general en Portland, Oregon, afirmó que “El
delito de Buwalda fue muy serio, igual que la traición”.
Es cierto que la conferencia estaba organizada por los anarquistas.
Si hubieran convocado el acto los socialistas (2), nos comentaba el
general Funston, no hubiera existido objeción alguna a la presencia
de Buwalda. De hecho, el general decía, “No tendría ni la más mínima
duda en asistir a una conferencia socialista”. Pero, ¿puede existir
algo más “desleal” que asistir a una conferencia anarquista con Emma
Goldman como oradora?
Por este terrible delito, un hombre, un ciudadano de origen
norteamericano, que había dado a este país los mejores 15 años de su
vida, y cuyo carácter y conducta durante ese tiempo había sido
intachable, actualmente languidece en prisión, con deshonor y
hurtado su modo de vida.
¿Puede haber algo más destructivo para el verdadero genio de la
libertad que el espíritu que hizo posible la condena de Buwalda, el
espíritu de la ciega obediencia? ¿Es por esto por lo que los
norteamericanos han sacrificado en los últimos años 400 millones de
dólares y su vitalidad?
Creo que el militarismo, una armada y ejército permanente en
cualquier país, es indicativo de la pérdida de la libertad y de la
destrucción de todo lo mejor y lo más puro de la nación. El clamor
creciente a favor de más navíos de guerra y el aumento del ejército
bajo la excusa de que nos garantizará la paz es tan absurdo como el
argumento de que el hombre más pacífico es aquel que está
perfectamente armado.
La misma carencia de consistencia es mostrada por esos defensores de
la paz que se oponen al anarquismo, ya que supuestamente potencia la
violencia, mientras ellos mismos están encantados con la posibilidad
de que la nación estadounidense esté pronto preparada para arrojar
bombas sobre indefensos enemigos por medio de máquinas voladoras.
Creo que el militarismo cesará cuando los amantes de la libertad a
lo largo del mundo digan a sus amos: “Vayan y asesinen ustedes
mismos. Nos hemos sacrificado nosotros y nuestros seres queridos ya
lo suficiente luchando en sus batallas. A cambio, ustedes nos han
parasitado y robado en tiempos de paz y nos han tratado brutalmente
en tiempos de guerra. Nos han separado de nuestros hermanos y han
convertido en un matadero el mundo. No, no seguiremos asesinando o
luchando por un país que ustedes nos han robado”.
Creo, con todo mi corazón, que la fraternidad humana y la
solidaridad despejarán el horizonte frente a esta sangrienta carrera
de guerra y destrucción.
IV. RESPECTO DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE PRENSA
El caso Buwalda es sólo un aspecto más de la cuestión más amplia de
la libertad de expresión, de prensa y el derecho a la libre reunión.
Muchas buenas personas piensan que los principios de la libre
expresión o de prensa pueden ser ejercidos correctamente y con
seguridad dentro de los límites de las garantías constitucionales.
Esto sólo es una excusa, me parece, para potenciar la apatía e
indiferencia frente al violento ataque contra la libertad de
expresión y de prensa que hemos sufrido en este país en los últimos
meses.
Creo que la libertad de expresión y prensa viene a significar que yo
pueda decir y escribir lo que me plazca. Este derecho, cuando queda
regulado por los principios constitucionales, los decretos
legislativos, la decisión del todopoderoso Director General de
Correos o las cachiporras de los policías, se convierte en una
farsa. Soy consciente que se me advertirá de las consecuencias de
eliminar las cadenas a la expresión y prensa. Creo, sin embargo, que
el remedio frente a las consecuencias que resulten de un ejercicio
sin límites de expresión es permitir una mayor libertad de
expresión.
Las cortapisas mentales nunca han podido poner freno a la marea del
progreso, en tanto que las explosiones sociales prematuras sólo han
tenido lugar tras una oleada de represiones. ¿Aprenderán alguna vez
nuestros gobernadores que países como Inglaterra, Holanda, Noruega,
Suecia y Dinamarca, con una amplia libertad de expresión, han
quedado liberados de las consecuencias? Sin embargo, Rusia, España,
Italia, Francia y, desafortunadamente, Norteamérica, han añadido
estas consecuencias a los factores políticos más urgentes. El
nuestro se supone que es un país gobernado por las mayorías, y
aunque ningún policía está investido con el poder de la mayoría,
puede romper una conferencia, echar al conferenciante del estrado y
expulsar a golpes a la audiencia fuera del local, siguiendo el
modelo ruso. El Director General de Correos, que no es un
funcionario electo, tiene el poder de secuestrar publicaciones y
confiscar el correo. Frente a su decisión, no existe más capacidad
de apelación que en la Rusia zarista. Ciertamente, creo que
necesitamos una nueva Declaración de Independencia. ¿No existe un
moderno Jefferson o Adams?
V. RESPECTO DE LA IGLESIA
En una reciente convención política de lo que fue una vez una idea
revolucionaria, se aprobó que la religión y la consecución del voto
no tienen nada que ver el uno con el otro. ¿Por qué deben serlo? En
tanto el ser humano está predispuesto a delegar el cuidado de su
alma al diablo, podría, con la misma coherencia, delegar en los
políticos el cuidado de sus derechos. Que la religión es un asunto
privado ha sido establecido por los Bis-Marxian Socialists (3) de
Alemania. Nuestros marxistas norteamericanos, carentes de vida y
originalidad, deberían acudir a Alemania en busca de su sabiduría.
Este conocimiento ha servido como un moderador fundamental para
conducir a millones de personas dentro de la perfectamente
disciplinada armada del socialismo. Podrían hacer lo mismo aquí.
¡Por Dios! No ofendan la respetabilidad, no ofendan los
sentimientos religiosos de las personas.
La religión es una superstición que fue creada por la incapacidad
de la mente del ser humano para dar respuesta a los fenómenos
naturales. La Iglesia es una institución organizada que siempre ha
sido un impedimento para el progreso. El clericalismo organizado ha
despojado a la religión de su candidez y su primitivismo. Ha
convertido la religión en una pesadilla que oprime el alma humana y
mantiene su mente esclavizada. “El dominio de la oscuridad”, como el
último verdadero cristiano, Lev Tolstoi, ha denominado a la Iglesia,
ha sido el enemigo del desarrollo humano y el libre pensamiento, y
como tal, no tiene lugar en la vida de unas personas verdaderamente
libres.
VI. RESPECTO DEL MATRIMONIO Y DEL AMOR
Creo que éstas son las cuestiones, probablemente, más tabúes en este
país. Es casi imposible hablar sobre ello sin escandalizar la
preciada decencia de mucha gente. No nos extraña que prevalezca
tanta ignorancia en relación con estas cuestiones. Sólo un debate
abierto, franco e inteligente podrá purificar el aire del
histerismo, de tonterías sentimentales que amortajan estos aspectos
vitales, vitales para el bienestar tanto individual como social.
Matrimonio y amor no son sinónimos; al contrario, son antagonistas.
Soy consciente del hecho de que algunos matrimonios son producto
del amor, pero las estrechas y materialistas limitaciones del
matrimonio, como tal, rápidamente aplastan la tierna flor del
afecto.
El matrimonio es una institución que posibilita al Estado y a la
Iglesia unos ingentes réditos y unos medios para fisgonear en esa
fase de la vida que las personas inteligentes, desde siempre,
consideran de su propia incumbencia, sus asuntos más sagrados. El
amor, que es el factor más poderoso de las relaciones humanas, desde
tiempos inmemoriales ha desafiado todas las leyes hechas por los
humanos y ha roto los barrotes de los convencionalismos de la
Iglesia y la moralidad. El matrimonio suele ser simplemente un
acuerdo económico, que asegura a la mujer una póliza de seguro de
por vida y al hombre una perpetuadora de su clase o una bonita
muñeca. Es decir, el matrimonio, o su preparación para el mismo,
predispone a la mujer a una vida como parásita, una sirvienta
dependiente e indefensa, mientras que otorga al hombre el derecho a
detentar una hipoteca sobre una vida humana.
¿Cómo pueden tales cuestiones tener algo que ver con el amor, el
cual renunciaría a todas las riquezas económicas y poder para vivir
su propio mundo sin ataduras? Pero ésta no es la época del
romanticismo, de Romeo y Julieta, de Fausto y Margarita, del éxtasis
a la luz de la Luna, de las flores y las melodías. La nuestra es
una época práctica. Nuestra primera consideración son los ingresos.
Cosa terrible si hemos alcanzado la era en que, se supone, se
verificarán los más altos vuelos del alma.
Pero si dos personas adoran el templo del amor, ¿qué debemos hacer
con el becerro de oro, el matrimonio? “Éste es la única salvaguarda
para la mujer, para los niños, para la familia, para el Estado”.
Pero no es la salvaguarda para el amor; y sin amor, no puede existir
ningún verdadero hogar. Sin amor, no debería nacer ningún niño; sin
amor, ninguna verdadera mujer puede vincularse con un hombre. El
temor de que el amor no sea elemento suficiente para salvaguardar a
los niños está caduco. Creo que cuando la mujer firme su propia
emancipación, su primera declaración de independencia consistirá en
admirar y amar al hombre por las cualidades de su corazón y mente, y
no por las cantidades existentes en su bolsillo. La segunda
declaración sería que ella tuviera el derecho a seguir ese amor sin
impedimentos ni obstáculos externos. La tercera, y la más importante
declaración, será el absoluto derecho a la libre maternidad.
Así, una madre y un padre igualmente libres serán la base de la
seguridad para el niño. Tienen la fuerza, la solidez y la armonía
para crear la atmósfera necesaria en donde la planta humana puede
germinar en una exquisita flor.
VII. RESPECTO DE LOS ACTOS DE VIOLENCIA
Ahora debo señalizar mis creencias sobre lo que más malentendidos
ha provocado en las mentes del público norteamericano. “Bien,
vamos, ¿ahora no propagas la violencia, el asesinato de la realeza
y de los presidentes?” ¿Quién ha dicho eso? ¿Alguien me lo ha
escuchado decir? ¿Alguien lo ha visto impreso en nuestros escritos?
No, aunque los periódicos lo dicen, todo el mundo lo dice; en
consecuencia debe ser así. ¡Oh, qué precisión y lógica la de mi
querido público!
Creo que el anarquismo es la única filosofía de paz, la única teoría
de las relaciones sociales que valora la vida humana por encima de
todo lo demás. Sé que algunos anarquistas han cometido actos de
violencia, pero fueron las terribles desigualdades económicas y las
grandes injusticias políticas las que les llevaron hacia tales
actos, no el anarquismo. Cada institución en la actualidad se basa
en la violencia; nuestro medio social está saturado de ella. En
tanto exista tal estado de las cosas, tendremos las mismas
posibilidades de parar las cataratas del Niágara que de acabar con
la violencia. Ya he dicho que los países con mayor libertad de
expresión han tenido pocos o ningún acto de violencia. ¿Cuál es la
consecuencia? Simplemente que ningún acto violento cometido por los
anarquistas ha sido en beneficio, enriquecimiento o provecho
personal, antes bien, han sido una protesta consciente contra alguna
medida represiva, arbitraria o tiránica tomada desde el poder.
El presidente Carnot, de Francia, fue asesinado por Caserio en
respuesta a la negativa de Carnot a conmutar la pena de muerte de
Vaillant, por cuya vida había intercedido todo el mundo literario,
científico y humanitario de Francia.
Bresci acudió a Italia con sus propios fondos, ganado en las
hilaturas de seda de Paterson, para conducir ante la justicia al rey
Humberto por su orden de disparar a indefensas mujeres y niños
durante un disturbio por pan. Angiolillo ejecutó al primer ministro
Cánovas por la resurrección de la inquisición española en la
prisión de Montjuich. Alexander Berkman atentó contra la vida de
Henry C. Frick durante la huelga de Homestead únicamente por su
intensa simpatía por los once huelguistas asesinados por Pinkertons
(4) y por las viudas y los huérfanos, desahuciadas por Frick de sus
miserables hogares que eran propiedad del señor Carnegie.
Cada uno de estos hombres dieron a conocer sus razones al mundo a
través de mítines y declaraciones escritas, mostrando las causas que
los condujeron a sus actos, demostrando que las insoportables
presiones económicas y políticas, el sufrimiento y la desesperación
de sus compañeros, mujeres y niños, provocaron sus actos, y no la
filosofía del anarquismo. Se mostraron abiertos, francos y
dispuestos a asumir las consecuencias, preparados para entregar sus
propias vidas.
Consecuente con la verdadera naturaleza de nuestros males sociales,
no puedo condenar a aquellos que, sin haber cometido ningún mal,
están sufriendo el extendido mal social.
No creo que estos actos puedan conllevar, y no han tenido esta
intención, una reconstrucción social. Ésta sólo puede ser hecha a
través, primero, de un amplio y generalizado aprendizaje del lugar
ocupado por el ser humano en la sociedad y su apropiada relación con
sus hermanos; y, segundo, a través del ejemplo. Quiero decir, por
ejemplo, vivir la verdadera vida una vez sea reconocida, y no
simplemente teorizar sobre los elementos de la vida. Finalmente, y
como arma más poderosa, la protesta económica consciente, meditada,
organizada, de las masas a través de la acción directa y la huelga
general.
El argumento generalizado de que los anarquistas se oponen a
cualquier organización, y por tanto defienden el caos, es
completamente infundado. Es verdad, no confiamos en los aspectos
obligatorios y arbitrarios de la organización que obliga a personas
con intereses y criterios diferentes a formar un conjunto,
unificándolos a través de la coerción. Una organización como
consecuencia de la mezcla natural de intereses comunes, creada a
través de la unión voluntaria, no sólo no es contraria a los
anarquistas sino que creen en ella como la única base posible para
la vida social.
Ésta es la armonía para un crecimiento orgánico que produce
variedad de colores y que da lugar al conjunto diverso que admiramos
en las flores. Análogamente, podríamos organizar la actividad de
seres humanos libres dotados de un espíritu de solidaridad que
llevará a la perfección social armónica, que es el anarquismo. De
hecho, sólo el anarquismo puede dar lugar a una verdadera
organización no autoritaria, en tanto suprime los existentes
antagonismos entre individuos y clases sociales.
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Publicado en el diario New York World, 19 de julio de 1908.
Notas:
(1) William Buwalda era un soldado del ejército quien, por estrechar
la mano de Emma Goldman tras una conferencia que dio sobre el
patriotismo en San Francisco en 1908, fue arrestado, juzgado en
consejo de guerra, expulsado con deshonores y condenado a 5 años de
trabajos forzosos en Alcatraz. El general que presidía el tribunal
consideró su acción como un delito por “dar la mano a una peligrosa
mujer anarquista”. Buwalda, un soldado con 15 años de servicios,
condecorado en una ocasión por su “fiel servicio”, no sabía nada
sobre el anarquismo en esos momentos, aunque acudió a la
conferencia de Goldman por curiosidad. Diez meses después de su
sentencia, fue indultado por el presidente Theodore Roosevelt. Una
vez liberado, devolvió su medalla al ejército con una carta en donde
comentaba que él “no volvería a llevar tales baratijas… Dénsela a
alguien que la pueda apreciar mucho más que yo”. A partir de ese
momento, se vinculó con el movimiento anarquista. (N. de E.)
(2) En Estados Unidos, el Partido Socialista representa al ala
ortodoxa comunista. (N. de E.)
(3) El término Bis-Marxian Socialists (también denominado como
Bismarckian socialism) hace referencia a las tendencias
nacionalistas dentro del movimiento socialista y comunista,
verdadera traición al inicial espíritu internacional del
socialismo, que a la larga daría lugar al Partido Nacional
Socialista alemán.
(4) Agencia de detectives de infausto recuerdo para el movimiento
obrero norteamericano. Actuaba como fuerza de choque de los
propietarios cada vez que se declaraba una huelga. (N. de E.) |