Un día que el Zorro
estaba muy aburrido
y hasta cierto punto
melancólico y sin
dinero, decidió
convertirse en
escritor, cosa a la
cual se dedicó
inmediatamente, pues
odiaba ese tipo de
personas que dice
voy a hacer esto o
lo otro y nunca lo
hacen.
Su primer libro
resultó muy bueno,
un éxito; todo el
mundo lo aplaudió, y
pronto fue traducido
(a veces no muy
bien) a los más
diversos idiomas.
El segundo fue
todavía mejor que el
primero, y varios
profesores
norteamericanos de
lo más granado del
mundo académico de
aquellos remotos
días lo comentaron
con entusiasmo y aun
escribieron libros
sobre los libros que
hablaban de los
libros del
Zorro. Desde ese
momento el Zorro se
dio con razón
satisfecho, y
pasaron los años y
no publicaba otra
cosa. Pero los demás
empezaron a murmurar
y a repetir “¿Qué
pasa con el Zorro?”,
y cuando lo
encontraban en los
cócteles
puntualmente se le
acercaban a decirle
tiene usted que
publicar más.
-Pero si ya he
publicado dos libros
-respondía él con
cansancio.
-Y muy buenos -le
contestaban-; por
eso mismo tiene
usted que publicar
otro.
El Zorro no lo
decía, pero pensaba:
“En realidad lo que
estos quieren es que
yo publique un libro
malo; pero como soy
el Zorro, no lo voy
a hacer.”
Y no lo hizo. |