Tres momentos que no puedo
ni quiero olvidar.
Recibí tres gratas
sorpresas:
Fernando, el Mozo, a quien
le decíamos “gallego” y de hecho lo era, había nacido en Galicia;
una tarde en la que estaba en el Bar, antes de ir a la Escuela, como
lo hacía siempre (iba en el horario nocturno), al llamarlo para
pagarle la consumición, me dijo: “Lo tuyo está pago” con ese acento
español que lo caracterizaba y al preguntarle por qué o quién lo
había pagado, respondió “está pago y apúrate que llegas tarde a la
escuela”. Esa situación se repitió varias veces, hasta que de manera
firme, le dije que no consumiría más si no me aclaraba el por qué.
“Siéntate” me dijo y él se sentó frente a mí diciendo: “Cuando era
joven, en España, me agradaba el arte, dibujaba y leía mucho. Mis
padres eran personas cultivadas, con ideas de izquierda. En el año
36, comienza la Guerra Civil y mis padres participan en ella,
muriendo ambos. Voy a vivir con una hermana de mi madre, hasta que
Franco comienza con su dictadura y con el horror que eso significó
para España, entonces ella decide venir a la Argentina. Y ese fue un
cambio profundo en mi vida, tuve que salir a trabajar, años después
mi tía murió de tristeza; comencé como mozo en un bar del centro esa
fue y es mi profesión hasta ahora... Aunque sigo leyendo, algo que
me agrada.
“Y por qué lo mío está pago” interrumpí.
Está pago porque es como
un homenaje a aquel joven que fui en España y gustaba del arte, y
ese homenaje es la ayuda a que no gastes en la consumición, sabiendo
que no sos un tipo de guita. Se levantó y dijo: “Déjame darte un
abrazo” y agregó no me quites esta posibilidad de ayudarte que me
hace tanto bien.
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Miguel Kuc, le decíamos
Miguelito, trabajaba preparando las carteleras de los cines,
dibujando letras, haciendo los retratos de los actores que pegaba en
los vidrios de las puertas con el nombre de lo programado y también
en el telón de publicidad que bajaba delante de la pantalla antes
del comienzo de cada película, trabajo que hacía por las mañanas,
antes de que comenzaran las funciones si mal no recuerdo a las dos o
tres de la tarde. Cuando terminaba, venía al Bar. Yo estaba allí
hasta la hora de partir hacia la escuela; éramos varios sentados a
la mesa, Miguelito traía una silla y también se sentaba a participar
de las charlas. Contaba cuentos y chistes como pocos. Era
maravilloso y tenía una inventiva fenomenal para ponernos apodos.
Una de esas tardes, estaba sólo, hasta que llegó Miguelito, se
sentó, preguntó por los amigos, le dije que no habían venido. Pidió
una grapa, bebida que tomaba diariamente y a veces en cantidades
preocupantes para todos nosotros. Esa tarde me preguntó cómo estaba,
contesté que bien “¿Y en la escuela?”, agregó. “Bien” dije. “¿Le
gusta la escuela esa?” continuó. “Sí, mucho Miguel” “Me alegra” dijo
y siguió “Yo lo voy a ayudar” Creo que sonreí “No se ría” dijo, “Yo
gasto mucho dinero en boludeces, porque gano buena plata con mi
trabajo y sé que usted a veces no tiene para el colectivo” “En parte
es así”, dije. “Ya lo sé, entonces yo le voy a comprar los
materiales que necesite y usted se va a quedar bien calladito,
aceptando. Miguel, necesito pinceles, Miguel, necesito hojas,
Miguel, necesito pinturas y Miguelito le va a dar el dinero”
“Pero Miguel...” “Calladito, le dije”
frenando mi decir.
Eso duró todo el primer
año de la escuela, Miguelito murió con el hígado fulminado por la
grapa y la bebida blanca.
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Vendía libros. Era un tipo
raro, hablaba poco y muchas veces se sentaba solo, nadie le
preguntaba el por qué. Leía. Cuando se separaba del grupo, iba a
leer a otra mesa. Una tarde, al llegar yo al Bar, me llama y dice
que me siente a su mesa, le pide a Fernando un café y un cortado
para mí, que era lo único que yo tomaba (y sigo tomando) “Te invito.
¿Cómo va la escuela?” dijo. “Bien” respondí. “Me alegra” y siguió
“El arte...qué maravilla. He leído tanto… ¿Te gusta Egon Schiele?”
Quedé mudo, eran dos palabras que podrían ser chino, japonés o
cualquier idioma desconocido. “Claro -continuó- estás en primer año,
eso vendrá después. Schiele para mí es, sino el más, uno de los más
grandes artistas del expresionismo” Otra palabra desconocida todavía
para mí. “Me voy -dijo- tengo que entregar unos libros en una
librería, mañana te espero acá antes de que vayas a la escuela” Pagó
y salió del Bar.
Al otro día fui como
siempre al Bar, pero sin recordar que Santiago -así se llamaba- me
estaba esperando. Al verme entrar me hizo seña con la mano y allá
fui a sentarme con él.
“¿Tobo bien?” Dijo. “Sí, todo bien”
respondí. “Bueno, mirá Hueso (era el apodo que me había puesto
Miguelito dada mi delgadez) te traje unos libros que nunca pude
vender y sé que a vos te van a servir y mucho” Ahí vi una pila de
libros que estaban sobre la silla junto a la que él se había
sentado. Sus movimientos eran lentos, siempre. Tomó uno de los
libros y lo puso ante mí, un libro de tamaño mayor que el común de
los libros que siempre había visto, en la tapa, el nombre: EGON
SCHIELE. Levanté la vista y vi una sonrisa y una mirada que hoy,
cerrando mis ojos, vuelvo a ver. Los diez libros que me regaló, aún
están conmigo, en mi biblioteca. La Historia del Arte de Germain
Bazin, Historia del Arte y de la Arquitectura Latinoamericana, de
Leopoldo Castedo; Los cuatro tomos de la Historia Social de la
Literatura y el Arte, de Arnold Hauser; El Arte, de Augusto Rodin,
conversaciones con Paul Gsell; Augusto Rodin, por Antoine Bourdelle;
Augusto Rodin por Rainer María Rilke.
Luego vinieron otros-
Santiago me llevaba a ver exposiciones, me hacía conocer el mundo
del arte, desde otro lugar. Eso duró dos años, hasta que un día dejó
de frecuentar el Bar y nunca supe por qué, como tampoco los amigos-
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Esto recibí en el Bar La
Esponja, en el barrio de Floresta, cuando comencé mis estudios en la
Escuela de bellas Artes Manuel Belgrano.
Después vinieron los
talleres, los maestros ya fuera de la escuela, las salidas para ver
exposiciones, galerías, museos y la praxis, fundamento para la
expresión artística.
Años de labor en los
distintos talleres que fui ocupando a través del tiempo.
Estos textos, provienen de
esas experiencias, de lecturas, conversaciones, intercambio de ideas
y pensamientos con maestros, con colegas, con amigos y con personas
que transitan por el mundo del arte desde el lugar del observador.
Textos escritos a
borbotones, como testimonio de mi experiencia desde aquellos años
cuando me fue dado conocer y ser parte del hacer artístico. |