| LA CONOCÍen la exposición de un amigo, él nos presentó. Una joven que estaba 
			dando sus primeros pasos en el mundo del arte; su madre era pintora 
			y ella seguiría por ese camino. Hablamos, recorrimos la muestra 
			observando la bellísima obra escultórica de nuestro amigo, que le 
			había hablado de mí. Me dijo que quería tomar clases, si yo las daba 
			en mi taller. Le dije que no, pero que me agradaba hablar acerca del 
			arte con jóvenes, que eso también era una manera de enseñar y yo 
			aprender en esos diálogos. Hizo un gesto y en seguida dijo: "Él me 
			habló mucho de vos, por eso te pregunto lo de las clases". "él habla 
			de mí -dije- porque somos amigos" "Bueno, pero habla bien -agregó" 
			"Sí -dije-, nos queremos, nos respetamos, son muchos años de 
			sabernos" Quedó en silencio, entonces dije: "¿Por qué no nos 
			encontramos, hablamos, venís a mi taller y bueno, eso sería una 
			manera de acercarnos y luego yo ir viendo tus trabajos y hablamos 
			sobre ello" "¿En serio? Interrumpió. "Si -dije- me agradaría. 
			Probemos" y así fue que le propuse encontrarnos en La Giralda; 
			aceptó y se notaba que eso la alegraba. La muestra estaba cerrando, 
			comenzaron a apagar algunas luces y mi amigo nos invitó a su taller, 
			éramos unas diez personas; encargamos varias pizzas, cervezas y su 
			esposa preparó café. Una noche agradable; nos unía el arte, el buen 
			estar. Nos fuimos del taller pasada la medianoche, ella con su 
			madre, que había ido también a la muestra. En la despedida, quedamos 
			en encontrarnos el miércoles por la tarde.
 Llegué a La Giralda antes de 
			la hora que habíamos fijado, pues quería leer un poco, ese día me 
			acompañaba Herbert Read con su "Historia de la Pintura Moderna", 
			libro que llevé por si en la charla con Mariana daba como para 
			mostrar algún ejemplo a través de los dichos de Read que siempre 
			orienta, abre percepciones. Estaba "metido" en la lectura, hasta que 
			una mano se apoya en mi hombro y una voz suave, dice "Hola". 
			Sorpresa y alegría de verla. Había elegido la mesa que está junto a 
			la ventana, una mesa aislada de las otras que están en medio del 
			salón; ésta, es para dos personas, a lo sumo tres. Pero éramos dos. 
			Al verla sentada ante mí, pude observar su belleza, su rostro 
			alegre, expresivo, su mirar profundo. Cabellera oscura, abundante, 
			que caía sobre sus hombros. Claro, todo eso podía observarlo pues no 
			había obras expuestas, no había público ni mozas llevando bandejas 
			con vinos y jugos ofreciendo a los visitantes. Ella y yo solamente. 
			Mi interés, era la charla que tendríamos como inicio de posibles 
			futuras conversaciones sobre el arte, sobre lo que ella hacía y lo 
			que quería o pretendía en el mundo de la expresión artística.-Traje unos dibujos -dijo- mientras de su mochila sacaba una 
			carpeta.
 -Bien, es la mejor manera de comenzar -dije-, pues de eso se trata: 
			de ver, de tocar, de sostener el dibujo en una mano y de sentir, que 
			es lo único que cuenta en el arte. Sentir... Sólo sentir.
 -¿Tan así es? Dijo.
 -Creo que sí -dije- aunque en verdad es una afirmación. El arte se 
			corresponde con el universo sensible de las personas, desde los 
			milenios que lleva sobre el planeta. No importa el cómo y el por qué 
			fue hecha una obra. Eso no la modifica. Pero sí importa lo que 
			sentimos ante ella, cosa que tampoco la modifica, pero ese sentir 
			puede que nos haga mejores personas. O tal vez nos salve de algo, 
			como bien lo dice Pichón-Riviere cuando propone que "El artista, en 
			el momento de crear, repara su propia realidad destruida y luego, en 
			otro plano, la observadora, el observador, también se reparan a sí 
			mismos".
 -Después -dijo- me tenés que anotar en un papelito eso que dijo esa 
			persona.
 -Pichón-Riviere -dije- pero mejor será que leas alguno de sus 
			libros. Buscaré en mi biblioteca y te prestaré uno de Vicente Zito 
			Lema "Conversaciones con Pichón-Riviere sobre el arte y la locura.
 En ese momento nos dimos cuenta de que no habíamos llamado al mozo y 
			supongo que el mozo no vino a preguntarnos qué queríamos, dado 
			nuestro fervor en la conversación. Ella pidió un café cargado y yo 
			un cortado, mi costumbre de hace años.
 Observé los dibujos. Eran buenos, línea segura, buen manejo del 
			material que utilizaba para cada uno, fueran grafitos, lápices o 
			tintas. Había alguna acuarelas, pero lo otro era más contundente, se 
			lo dije y le aclaré que lo mío era subjetivo, como lo es todo juicio 
			estético. Sonrió.
 -A mi vieja -dijo- le agradan las acuarelas, creo que es por el 
			color, ella es pintora.
 -¿Y con ella -dije- o mejor dicho de ella recibís orientación, 
			hablan?
 -Si -dijo- pero justamente al vivir juntas, creo que no "veo" (hizo 
			con los dedos el entrecomillado) más allá, es como un círculo 
			cerrado. Por eso voy mucho a muestras, a museos. Quiero ver. Y 
			cuando Santiago me habló de vos y la manera en que habló, sentí que 
			sería bueno preguntarte sobre las clases.
 -Vale -dije- hagamos esto: primero; me vas mostrando lo que hacés, 
			hablamos sobre eso hecho y después de lo que conversemos sobre lo 
			visto, si da, trabajás en tu lugar y volvemos a encontrarnos. Si 
			estás de acuerdo.
 -Si -dijo- estoy de acuerdo, lo necesito.
 -Bien -dije- después veremos si podés venir al taller a tomar clases 
			ahí. No hay mucho espacio, es un taller chico, pero si hacemos 
			lugar, entraremos como para poder trabajar. Me va a venir bien 
			acomodar, tirar, limpiar. Eso es a mi favor.
 -Sería genial -dijo- ¿Sabés qué pasa? Siempre me gustó llevar a cabo 
			alguna cosa en la vida, como cambiar el mundo, del cual no estoy 
			satisfecha. Pero me doy cuenta que es demasiado difícil mudar el 
			universo entero y tengo la impresión de que reduciéndolo a un 
			cuadrito, a un dibujo, podría triturarlo, transformarlo a mi 
			voluntad más fácilmente... Para mí, si a vos te parece, pintar, es 
			como hacer esquemas y planes para mejorar el mundo... Bueno, 
			disculpame, es lo que siento...
 -¿Disculparte? -dije- Es hermoso lo que decís, algo tan simple y a 
			la vez tan profundo...
 Sonrió, puso una mano sobre la mía y en voz baja, dijo "Gracias" Y 
			la vi emocionada.
 Llamamos al mozo, pedimos otra vuelta y la charla pasó a contarnos 
			cosas, a empezar a conocernos de otra manera.
 Salimos del Bar y quedamos para otro encuentro, yo con la promesa de 
			que me podría a ordenar el taller. Me dio un beso en la mejilla, la 
			acompañé hasta el colectivo, levantó su mano a modo de saludo.
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