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De noche Bar y discusiones |
Salíamos de la Escuela de Bellas Artes, éramos del turno noche y nos instalábamos en el Bar La Rábida de Juncal y Cerrito, ubicado en diagonal a la escuela. El Bar ya no existe, fue arrasado por el “progreso”, como tampoco la residencia antigua y bella donde se ubicaba la Escuela, demolida para hacer allí un edificio de departamentos y oficinas, propiedad de un banco. Por aquellas noches terminada la tarea en la Escuela, un grupo de compañeros íbamos al Bar y allí ginebras, moscato, café y cortados, cada uno con lo suyo, comenzábamos a conversar acerca del arte y la conversación iba cambiando de tono hasta llegar por momentos a discusiones intensas, con energía, cada quien, defendiendo su postura, su criterio, sus “conocimientos” El mozo (el Gallego), iba y venía con los pedidos que le hacíamos. Una de esas noches, alguien propuso que el arte era un juego y ahí se armó la cuestión, ahí comenzaron a subir los tonos de voz, los ojos abiertos, gestos de manos, golpes sobre la mesa, parecido a lo que decía Macedonio Fernández cuando hablaba de la reuniones en aquel Bar de Flores, que rompían la mesa a golpes de metáforas, sólo que acá no eran metáforas, sino el interés de proclamar cada uno su “verdad”. Siempre pensé que el arte no es un juego, que nada tiene que ver con lo lúdico, sino todo lo contrario, aunque también se diga que el juego es algo inexplicable; pero no deja de ser un esparcimiento, que tampoco crea obras duraderas ni encierra finalidades serias, dado que la idea de juego se vincula siempre a lo superficial e intrascendente, en cambio el arte implica el pensamiento de cosa profunda y eminente. El juego nos ofrece imágenes ilusorias, fantasías, en cambio el arte propone un nuevo género de verdad, una verdad de formas por las cuales se reconoce al artista y éste no intenta divertir ni que su obra se vea como pasatiempo. Aquella noche, uno de los que se opuso a la cuestión del juego, dijo que el arte era una imitación de la realidad. Para qué… Se cambió el ángulo de la discusión, nuevamente el fervor, los gestos, las miradas duras cada uno tratando de imponer su concepción, su visión del arte. Claro, éramos jóvenes estudiantes de la Escuela de Bellas Artes y eso nos daba valor para debatir sobre lo que en ella incorporábamos de los maestros. Pasado el tiempo, con la experiencia en la praxis del taller, me niego a tomar aquello de que el arte es imitativo; digo que es un acto creativo. El arte es fundamentalmente creación, porque justamente, se trata de dar forma en la expresión, donde el artista se vale de colores, de ritmos, armonía, proporciones, oficio y con ello compone su obra, que será un nuevo objeto de belleza instalado en el planeta. |
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© Helios Buira
Barrio de San Nicolás - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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