DESDE EL ARTE
1.
Desde muy lejos me llega el eco de otros textos, de otras maneras de
decir esto que siento, esto que me acontece también; desde remotos
días que de tan lejanos, a veces se desdibujan, se diluyen como si
concertasen a imágenes fantasmales; luego, de repente, cobran una
nitidez casi aterradora, como esperpentos que me acosan y me
persiguen para que les dé la llave que les permita abrir la puerta
de una salida hacia el mundo de la conciencia, el mundo de la luz,
donde tal vez, después de haber llegado, tengan que arrepentirse.
Y me doy cuenta de que sólo son palabras, o letras que se juntan
para tomar forma de algo que pueda leerse, que a su vez, sumadas a
otras formas de palabras, comiencen a tener sentido en cuanto a la
posibilidad de construir un pensamiento, que aflora de este modo
para que se dé el inicio de la comunicación.
Uno y el otro.
Ese otro que está ahí, puedo saber de quién se trata, o tal vez no y
que al leer lo escrito le dé sentido según lo signifique.
2.
Y qué escribir, o acerca de qué escribir en tiempos como este,
cuando la civilización casi bordea su propia destrucción, cuando la
existencia de las personas depende de algo decididamente monstruoso
que se ha desatado en el planeta y es, pareciera ser, el dios Pan
que ha vuelto.
Y el pan, alimento primario que se va, que millones y millones ya no
tienen.
Qué decir desde el Arte, desde la inmersión en un mundo que
ancestralmente está vinculado a la belleza, a la superflua belleza
que nada tiene (o tenía) que ver con la realidad del hombre, según
el decir casi popular de: «para qué sirve el ar-te».
Y la respuesta se hacía imposible, cuando estaba en la escuela de
Bellas Artes y los amigos del barrio me hacían la temida pregunta
que sabía no podía responder.
Roberto gritando en aquel bar, que un médico sí servía, porque
curaba a la gente, porque salvaba vidas; el panadero servía porque
hacía el pan, hacía alimentos. Y yo le preguntaba a mis profesores y
debo decir que ninguno de ellos supo decirme para qué sirve el arte,
salvo cuando hablaban de las exposiciones, de los premios que habían
ganado en tal o cual salón, del mercado, de los museos, de toda la
historia del arte, pero ninguna respuesta de por qué la “gente
común”, estaba tan alejada de ese mundo que con tanta emoción, yo,
había comenzado a vislumbrar.
3.
Leer desesperadamente para encontrar una posible respuesta. Eso es
lo que hacía, esto es lo que hago. Entonces intentaré dar la mía, la
que me parece que es, la que he recogido a lo largo de años y años
de trabajo, de indagar, pero de poner lo que de mí sale, lo que en
mí habita; de poner el cuerpo y el alma, de poner la vida.
La respuesta que estuvo siempre y creció en la medida de mi
crecimiento, se desarrolló mientras se desplegaba la existencia que
me tocó, que me fue dada en la Inmensidad Universal. Sí, como
infinitesimal partícula que pertenece a la concreción del TODO.
Pero a la vez, siendo yo un Todo también, un imperceptible todo dada
la dimensión inabarcable del Universo: sabiendo que puedo sentir,
gozar, gustar, caminar, atarme los zapatos, mear, toser, llorar,
hacer el amor o crear una pintura.
Y cuando hago una pintura no me pregunto absolutamente nada; dejo
que salga, dejo que se haga, que tome la forma que ella quiera:
solamente sigo el dictado de las Sublimes Potencias que me guían,
para que esa nueva cosa en el planeta, tenga sentido.
Y no existe la razón. Lo juro.
4.
En tiempos de aprendizaje, quienes guían nuestro deseo de saber, esa
necesidad de incorporar el conocimiento esencial para luego uno
seguir su propio camino, deben tener sumo y esmerado cuidado en no
entorpecer para nada, el desarrollo del acontecimiento que se genera
en la interacción con el discípulo.
Si el guía, el orientador, el que señala la posibilidad de los
caminos no está atento de manera permanente para descubrir una
mirada, un gesto, aún el más imperceptible que pueda realizar quien
espera la señal, puede provocar un desastre, una catástrofe, un
cataclismo en el espíritu de ese ser que se presenta ante él
vulnerable, entregado a causas que desconoce.
Es cuando hay que tener el mayor cuidado. Ese gesto, esa mirada,
significan demasiado. Quien no sepa verla, quien no se de cuenta, no
está preparado para orientar, para mostrar camino alguno en el mundo
del arte.
La generosidad debe ser absoluta. La entrega, sin reservas.
Esto que digo aflora porque siento no haber recibido en las escuelas
de bellas artes, en los talleres, la intensidad de entrega por parte
de quienes estaban a car-go de impartir la docencia, la enseñanza,
lo que ellos sabían, para que luego no-sotros, discípulos,
pudiésemos hacer desde la experiencia, nuestro propio aprendizaje,
nuestros propios descubrimientos en esa química maravillosa que es
el encuentro de las partes que luego conformarán el todo.
No, no fue posible pues la precariedad espiritual abunda y quienes
llegan a las escuelas para impartir y repartir sus conocimientos,
apenas están en mitad de camino, apenas pueden saber de qué se
trata, inclusive, cuando sus propias obras reflejan lo inacabado, lo
que no llega a mostrar la intensidad, lo verdadero.
La mayoría de los artistas, o quienes se expresan en el mundo del
arte, generalmente lo hacen para realizar la experiencia catártica
de sus respectivas existencias. Las obras que de ellos llegan a
nuestros ojos, no son otra cosa que la muestra de esto que digo. Son
pinturas, esculturas, grabados, dibujos, o como se llamen, pero de
ninguna manera obras de arte. Éstas, sólo las producen los artistas,
aquellos dotados de sabiduría, de conocimientos tales, que llevan en
sí, el destino de la comunicación, el destino de la trascendencia.
Sólo las realizan los que han recibido el DON que se necesita para
poder hacer una de esas obras maravillosas que atravesará los
tiempos. Las pruebas de lo que digo están a la vista, esparcidas por
el planeta. Tienen nombre y apellido.
Cuando el maestro confiere sus conocimientos, no está pensando en
él, sino que transita por una zona difícil de acceder desde la razón
y se involucra con el discípulo de tal manera que ambos, hacen una
unidad esencial, una identidad que agraciará una nueva tendencia,
una nueva entidad en el planeta. Y quien saldrá airoso,
triunfantemente, será el discípulo. Y el maestro regresará a su
interior habiendo cumplido con el mandato que le fue dado cuando
recibió el Don de la maestría, para repetir en otro ser -si es que
llega otro-, y así, una vez más, recorrer el círculo y concentrarse
en el punto que lo significa.
5.
El arte, es presentativo.
No representa.
Cada obra, es una nueva entidad en el planeta, a la vez que un nuevo
objeto.
Lo hecho por el artista, no estaba.
El artista presenta una nueva realidad. Sí, una nueva realidad. Lo
que aconte-ce en ese objeto, ya sea un soporte para óleo, una pieza
de mármol, bronce o chatarra, un visor eléctrico en el cual se apoya
la imagen que será vista luego por el observador; lo que acontece,
digo, es una narración de algo que sucede en ese espacio, en ese
contexto. A la vez que acontece en el mundo, en nuestro rededor.
El Guernica, es en sí mismo.
¿Qué, Picasso lo hizo luego de la carnicería? ¿Por el exterminio?
Eso no modi-fica al Guernica. En todo caso, es la masacre de
Picasso, es Guernica de Picasso. Más no la matanza real, verdadera,
en la cual hubo dolor, hayes, gritos, desespe-ración, violación y
muerte. A esa zona, no llega ninguna obra de arte.
Pero el Guernica de Picasso atraviesa el tiempo, recorre eternidades
y quienes vean esa obra, más allá de cómo la signifique cada cual,
sí, estará viendo el terror, el dolor, el horror producido por los
mercaderes de la muerte.
Picasso tomó la guerra, tomó la muerte, la introdujo en la poesía y
con ello, ali-vió el dolor de quienes la padecieron. A nosotros, a
los que podemos apreciar, sentir esa poesía, nos está diciendo:
cuidado con esto que hace el hombre.
Así, como con esta obra, podemos hablar de otras, de cualquiera de
las obras que durante milenios los artistas legaron para el bien de
la humanidad toda.
© Helios Buira |