EL ÁRBOL DE VAN GOGH
Cuando Van Gogh pintó
aquel árbol, lo que hizo, fue pintar el que vemos en
la tela. No otro, ni aquél.
O sea, pintó un árbol
en sí mismo, un árbol que no está en ningún otro
lugar del planeta. Lo que él creó, es un árbol de
Van Gogh.
Aquel otro, fue la
Energía que el artista tomó para luego dejar su
impronta depositada sobre la tela. Y así, el
espectador no ve otra cosa que la Energía de Vincent
Van Gogh, transmutada en árbol. Y el árbol de Van
Gogh es ese y solamente ese árbol.
Pero acaece, a la vez,
que el observador lo significa desde la subjetiva
apreciación receptora que hace a su persona,
comenzando así, un diálogo que sólo se da en el
mundo sensible, en el cual la razón no interviene.
De inmiscuirse ésta, el observador pierde la
posibilidad de un acontecer único e irrepetible: el
de sentir y por ende, aprehender
Puedo referir con
palabras un árbol, decir que su follaje es frondoso,
su tronco grueso en el diámetro, hablar de su
altura, de los pliegues de la corteza, contar que a
su sombra me reparo del sol veraniego; puedo decir
que sus hojas son pequeñas o grandes y si es
invierno que sus ramas ya no las tienen y quienes
lean la descripción que yo haga del árbol, tendrán
que ir imaginando desde su sentir, la posibilidad de
“verlo” en su interior, de reproducir de algún modo,
los árboles que han comprobado, para acercarse al
que yo estoy describiendo.
Pero el árbol de Van
Gogh, es ese que está ahí en la tela y el
observador, nada tiene que imaginar. Lo ve, y desde
la mirada, lo afirma. Puede suceder que en el acto
subjetivo de la apreciación, el que observa, lo haga
desde su “relación” con los árboles que haya
descubierto, con algún recuerdo placentero o de
tristeza, melancolía, afectos y esto es un adicional
en la subjetividad observadora y el árbol de Van
Gogh lo traslade hacia algún recuerdo. Pero esto, se
corresponde únicamente con el que observa, porque
todo lo que acontezca en ese diálogo sensitivo, en
nada modificará al árbol creado por Vincent.
Por lo dicho en otras
oportunidades: el cómo y el por qué fue hecha una
obra, es algo que no la modifica. Como tampoco, la
mirada del concurrente.
Sí, puede suceder que
luego de haber visto el árbol de Van Gogh, uno,
desde ese instante, percibirá los árboles que vea,
desde una ubicación poética, como ha dicho Artaud:
“Desde su lugar poético en la realidad”
© Helios Buira