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TEXTOS
De mi autoría
 
UNO. ADENTRO. AFUERA Y LO HECHO
Cuando uno se convierte en sí mismo, comienza la vida. No sólo para uno, sino para tantos otros
No exagero, es lo que siento y pienso.
Porque es mucho el tiempo que pasamos afuera, en nuestra propia intemperie. Y allí, nada. Nada de uno mismo.
 
Dicen que Cezanne, vivió como un bohemio hasta los cuarenta años. Recién entonces, cuando conoció a Pissarro, se le despertó el placer por el trabajo. Y de ahí en más, no paró hasta los últimos años de su vida.
Cezanne era un autocrítico fenomenal, nunca estaba conforme con lo que hacía. Claro, se comparaba con los grandes maestros que había visto en el Louvre. Pero al mismo tiempo, él mismo -cuenta Emil Bernard-, se obstinaba en dificultar al máximo su propio trabajo seguramente, en aras de llegar a la perfección.
En Aix, su ciudad natal, era tratado como un viejo estrafalario y parecía que todos se habían puesto de acuerdo en no tomarlo en serio.
Pero Cezanne había intuido que al pintar puede sobrevenir de pronto algo tan desmesurado contra lo que nadie puede.
Cezanne se convirtió en sí mismo. Para él comenzó la vida. Y su obra, es lo desmesurado en belleza que puede disfrutar la humanidad.
 
«¡Alas, alas para sobrevolar la vida!» Dice Vincent Van Gogh.
Cuando el artista se atreve a ver, tras el estancamiento ofrecido a su mirada, todo el desenfreno, la irradiación que se ocultaba, al convertirse en sí mismo, nacen los movimientos giratorios, las rotaciones, los torbellinos que dan aire, aliento, vida. El pintor osa expresar el movimiento insensato que lo habita y pinta las cosas como no las ve, porque él mismo decía: «no se debe pintar copiando lo que uno ve»
Cuando se radicó en Arlés, dada su vestimenta, sus modales y la rareza que despertaba en los habitantes de ese lugar, los chicos, le gritaban “Loco rojo” y le tiraban piedras.
Van Gogh se convirtió en sí mismo. Y se hizo sol para la historia del arte. Y para los hombres.
 
Raquel Forner, desde mi subjetiva apreciación, constituye, sin duda, la representación más vigorosa entre los artistas de su tiempo y posteriores.
Intensidad en la expresión, que ella exalta en la dramaticidad de las figuras, una casi violencia de color y en sus composiciones agrega elementos que bien pudieran pertenecer al surrealismo.
Ella intenta reflejar desde lo emocional, los problemas del hombre, que testimonió en una serie de obras cuyo tema es la guerra civil española y la guerra mundial, telas en la que el desgarramiento y la protesta, que obtiene con una fuerza plástica poco común en el arte argentino.
Ella también se convirtió en sí misma. 
Y luego, parece ser que tuvo necesidad de ampliarse pues a partir de 1957 la mirada de Forner se orienta hacia el tema de la aventura del hombre en el espacio. Tomando como puntos de referencia la tierra y la luna, trabaja el cosmos poblándolo de navegantes antropomórficos. Sus recursos plásticos se transforman al contacto con estas nuevas poéticas. El color y la materia pictórica adquieren un rol más protagónico, mientras las formas se hacen más abiertas, en un espacio que no pierde nunca su dimensión simbólica.
 
Ellos, estaban dentro de sí. 
Viajaban por el cosmos sin salirse de ese recorrido interior que todo lo permite, todo lo dice, en comunión con el Universo Todo.
 
© Helios Buira

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© Helios Buira

San Cristóbal - Ciudad Autónoma de Buenos Aires 2017

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