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De mi autoría |
Se dice,
por algunos lugares, que la única gloria que existe es aquella
de la que el artista tiene conciencia. Que los otros la
conozcan, la proclamen o la ignoren, poco le importa. La
satisfacción, radica en el hecho de poder hacer la obra. De
ejercer el acto de la obra.
Pero a la vez, así como existe la conciencia de esa gloria,
también habita en el artista el conocimiento de su desdicha. Que
suele ser cruel e inversamente proporcional en comparación con
el sentimiento de glorioso. Él lo sabe.
Mientras, no dejará de trabajar en el taller, no dejará de
hacer. Y es así como su vida será por lo menos, tan bella como
su obra.
Y quedarán lejos, muy lejos, aquellos lugares, aquellas zonas en
las cuales quienes nada saben de los sufrimientos del artista,
disfrutarán con esa obra que estará en museos, en galerías, en
colecciones particulares y que el mercado, o los señores del
mercado, le pondrán valor de cosa vendible que dejará sabrosas
ganancias.
Pero la vida creativa, la ascensión, está más allá de la
existencia del artista. El objeto de su trabajo, es fomentar su
propia libertad y en ello, como dice Vincent, “Le va la vida”.
No importa que esa vida se pierda en triunfos imaginarios, en
deseos profundos de “algo mejor” que mitigue el sufrimiento que
implica la diferencia de ser un creador. Porque a la vez sabe
que sólo la obra podrá explicarle de qué se trata y esa
explicación, le dirá que será justificado ante los otros
hombres, aunque sienta que no es necesaria explicación alguna.
De explicarse, la debilidad de lo hecho, de lo creado, estaría
muy cercano a la muerte de esa obra.
El artista se convierte en parte del misterio, vive en él,
además de con él. Aquí, el intelecto no cuenta. Y es gracias a
su arte, que el artista establece un contacto profundo con la
realidad, una vez que transitó por otro plano que no se
corresponde con el mundo tridimensional, con el mundo de cronos.
Se dice que el arte es la manifestación para ordenar el caos. No
sé si es tan así, de esa manera. Sí, digo, que el artista se
alegra al ser consciente de un orden mientras va creando su
obra, mediante la manipulación de los materiales, escuchando lo
que desde lo profundo de su ser el alma le va diciendo dónde
ubicar esos componentes que luego, serán el todo que ha
combinado para que la forma sea el vehículo del contenido hacia
el observador. Porque el contenido determina la forma y luego,
ya son inseparables.
Se trata de sensaciones. Al madurar éstas, se convierten en
Praxis, experiencia. Y la experiencia, en el artista, engendra
otras experiencias.
El artista no trabaja en las tinieblas. Su mente está clara. Su
criterio, “sabe” lo que está haciendo en el instante de crear.
© Helios
Buira
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© Helios Buira
San Cristóbal - Ciudad Autónoma de Buenos Aires 2017
Mi correo: yo@heliosbuira.com
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