Estimado Sábato:
Como su ensayo "Sobre
la metafísica del
sexo" se ha
publicado en SUR,
creo que debo
contradecir algunas
afirmaciones que
usted hace; tengo el
derecho de pensar
que son gratuitas. y
digo "derecho"
porque no se trata
simplemente de esos
errores que uno cree
siempre descubrir en
los razonamientos de
las personas que se
colocan en un punto
de vista diferente
del nuestro. No. No
es que esos errores
me parezcan tales
por causas más o
menos subjetivas
(también existen, no
se lo oculto), sino
lisa y llanamente
por razones de una
objetividad a toda
prueba.
Pasemos por alto su
aclaración: "el acto
propiamente sexual
casi no tiene
importancia para la
mujer" (pág. 35).
Habría mucho para
decir sobre ello y
de ningún modo
abundando en su
sentido. Paemos por
alto su creencia de
que el egoísmo de la
hormiga (rara vez,
sin embargo, esas
hormigas dicen,
llegado el momento:
"Vous chantiez? j'en
suis fort aise Eh
bien, dansez
maintenant!", como
ustedes, las
cigarras, lo tienen
archimerecido), de
que el comadreo, el
chismorreo y los
celos viscerales son
características
femeninas, en tanto
que el hombre, noble
bípedo, cuando se
equivoca se equivoca
al menos como el rey
de la creación, de
manera grandiosa,
haciendo guerras
mundiales (que
arrasan con todo) o
sistemas filosóficos
(en los que
frecuentemente se
toma el rábano por
las hojas). Desde
luego, el hombre
siempre ha
desempeñado el papel
lúcido, hasta cuando
se equivoca.
Adelante. Vayamos a
las cosas concretas
(lo traigo a mi
terreno). Usted
habla, me parece, un
poco a la ligera (o
con ese exceso de
fantasía, de
imaginación, que
caracteriza a la
raza de los nobles
bípedos a que
pertenece) del
Coronel Lawrence
(¿por qué llamarle
cornel? Era éste el
menor de sus
títulos) y de
Malraux (fue también
coronel o algo por
el estilo).
Ante todo es
bastante extraño
tomar como ejemplo
-en el sentido que
usted parece
hacerlo- a un hombre
(T. E.) que, según
propia confesión,
nunca ha tocado a
una mujer, nunca ha
querido conocer el
acto "propiamente
sexual". No estoy
autorizada para
citar en apoyo de lo
que afirmo el
capítulo de El
troquel, en que lo
declara; espero que
mi palabra baste.
Por lo demás, el
libro se publicará
tarde o temprano.
Primera objeción.
Segunda: permítame
asegurarle que ni
T.E. Lawrence, ni
André Malraux
desprecian a las
mujeres. T.E. no se
acostaba con ellas,
lo que es mucho más
sorprendente, mucho
más raro, pero sin
relación (en lo que
a él concierne) con
el desprecio. No se
trata de analizar
aquí las razones de
esa abstención, de
esa castidad laica,
en la que no entraba
la preocupación del
pecado (al menos
conscientemente).
En una carta a
Ernest Thurtle, T.E.
escribe: "¿Las
mujeres? Me gustan
algunas mujeres (es
él quien subraya).
No me gusta el
monstruoso
regimiento de los
hombres. Algunos
hombres (es él
quien continúa
subrayando). No
puedo sentir ninguna
diferencia entre una
mujer y un hombre.
Parecen diferentes,
desde luego, pero si
usted trabaja con
ellas no hay ninguna
diferencia. No puedo
comprender todas
esas historias
acerca del sexo. Es
tan evidente como el
pelo colorado: y tan
poco fundamental".
Sin duda exagera.
Pero tales son sus
opiniones y cito el
pasaje únicamente
para señalar su
punto de vista. Para
él no existen las
mujeres como no
existen los
hombres. Existen
algunas mujeres,
algunos hombres. Lo
comprendo
perfectamente y
estoy tentada de
creer que esta
actitud es más bien
femenina. Y a mucha
honra. Bien conocida
es la amistad de Mrs.
Shaw con T.E. Se
asegura que sus más
hemosas cartas (por
el momento
depositadas en el
Museo Británico)
están dirigidas a
ella. Y ese
sentimiento sólo
puede nacer y
persistir en un
hombre no sólo
incapaz de
despreciar a las
mujeres, sino capaz
de apreciarlas, de
estimarlas en tanto
que seres humanos,
no en tanto que
portadora de óvulos,
etc. Por lo demás,
T:E. tuvo también
gran amistad con
lady Astor (le
dirigió el último
mensaje que escribió
desde Clouds Hill,
el 8 de mayo). Y
tomó muy en cuenta a
gertrude Bell, su
colega en
arqueología. "Había
nacido demasiado
dotada", escribió.
"Una persona
admirable".
Señalemos que dice
"persona".
En lo que concierne
a Malraux, sucede
que he tenido con
él, hace pocos
meses, una larga
conversación sobre
las relaciones entre
los dos sexos (iba a
decir los tres).
Queríamos hacer una
lista de escritores
que han tratado a la
mujer como un ser
humano, de igual a
igual. Decíamos:
"Primeramente,
Shakespeare. Y
después... hmm...
hmm..." Repetíamos "hmm"
para ganar tiempo
como los niños que
han olvidado la
lección. Yo decía:
"En la actualidad,
Malraux (no para
halagarlo porque soy
totalmente incapaz
de ello, y en lo que
concierne a ese
capítulo no bromeo),
Camus...".
No se equivoque
usted. Si Malraux
pinta a hombres
(abundan) que
todavía imaginan que
la mujer es el solaz
del guerrero o una
manera menos
peligrosa de
entregarse a las
delicias del combate
singular y de saciar
su sed de
dominación, el autor
de La condición
humana no se
identifica con ese
género de
trogloditas. Es
incluso lo contrario
de esos bípedos
centrífugos (el
adjetivo le
pertenece a usted),
virtuosos en el arte
de escaparse por la
tangente... aunque a
menudo atribuyan a
sus compañeras ese
género de ejercicio.
Para Malraux La otra
cuenta. Pocas veces
he encontrado
a un hombre que
trata a la mujer o
hablara de la mujer
dando, como él, la
sensación que puede
traducirse por
"libertad, igualda,
fraternidad". Desde
luego, la
fraternidad no es
siempre obligatoria.
Pero el sentimiento
que la reemplaza
existe en Malraux
bajo el signo de la
igualdad. Pondría mi
mano en el fuego.
Sí, sí: es muy
sorprendente, pero
esos milagros
ocurren.
Recordará usted la
carta de Valérie a
Ferral (su amante)
en La condición
humana: "Yo no soy
una mujer a la que
se posee, un cuerpo
imbécil junto al
cual usted encuentra
su placer
mintiéndole como a
los niños o a los
enfermos. Usted sabe
muchas cosas,
querido, pero quizás
morirá sin haberse
dado cuenta de que
una mujer es
también un ser
humano (aquí soy
yo quien subraya).
Siempre he
frecuentado a
hombres que me han
encontrado
encanto... pero que
recurrían a sus
amigos en cuanto se
trataba de cosas
verdaderamente
humanas (salvo,
desde luego, para
ser consolados)
...Conozco bastante
a los hombres para
saber lo que debe
pensarse de las
aventuras: nada
carece de
importancia para un
hombre cuando pone
en ello su orgullo,
y el placer le
permite satisfacerlo
más rápido y
frecuentemente. Me
niego a ser un
cuerpo de igual modo
que usted una
libreta de
cheques... Yo soy
también ese cuerpo
que usted quiere que
sea solamente..."
Me complazco en
transcribir esta
carta. Quien la
escribía sabía de
qué hablaba o había
encontrado mujeres
que se lo habían
enseñado, en el caso
hipotético de que
alguna vez hubiera
tenido necesidad de
ello.
Recuerde usted a Kyo
en el momento de su
muerte. Piensa en
May. Piensa en "la
punzante fuga en
la ternura de los
cuerpos". Piensa
que desde hace un
año May lo había
librado de toda
soledad. Y para
librarse de la
soledad se necesita
esa ternura que es
el espíritu de la
carne. Porque la
carne es la soledad.
Créame: ni T.E.
Lawrence, asceta sin
fe, ni Malraux, para
quien La otra
existe, son lo que
usted parece
suponer. Para esos
dos guerreros la
mujer ha sido ante
todo un ser humano.
Y para terminar,
permítame señalarle
una...
¿contradicción,
diríamos? En la
página 41 ("El
dualismo trágico")
usted declara que el
hombre separa lo
físico de lo
espiritual y que
puede entregarse al
acto sexual puro sin
contaminación de lo
espiritual, dada su
naturaleza
esencialmente
dualista, su
capacidad de separar
el mundo físico del
mundo moral, etc.
Bien. Pero en el
mismo párrafo usted
declara que el
hombre busca a la
madre, a la esposa,
hasta cuando está
con una prostituta.
Helo pues aquí
enredando las cosas,
conduciéndose como
una mujercita
incapaz de esa
"tremenda
dicotomía". Y si
usted acostumbra a
ver en una
prostituta a la
madre, a la esposa o
a la hermana (las
novelas rusas no se
han privado de este
recurso) en verdad
le digo que el
dualismo del hombre
destiñe y que "su
capacidad para
escindir el mundo en
lo material y lo
espiritual" no valen
un comino, a Dios
gracias.
Todo esto para
probarle que he
seguido en su nuevo
túnel "Sobre la
metafísica del sexo"
con atención. "Let`s
agree to differ..."
si es que no lo
convenzo. |