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PRESENTACIÓN
 

La historia del arte está plagada de olvidos, desconocimientos e injusticias, debido al carácter esencialmente subjetivo de la obra artística y de la correspondiente subjetividad del juicio estético. Lo que es notable para uno, puede ser pésimo para otro. Lope de Vega dijo que El Quijote era el peor libro que había leído en su vida, y así fue siempre; sobre todo, cuando el otro está cerca. Me duele que un artista de la calidad de Helios Buira sea desconocido. La injusticia siempre me ha dolido, y mucho más en el caso de Buira, porque conozco la severidad con que trabaja, alejado de las modas, solitario, tomando como punto de referencia los valores de los grandes maestros. Helios Buira, tan gran amigo como extraordinario artista. Una de las pocas amistades con que cuento para sobrellevar mi existencia. Tengo la honda esperanza de que alguna vez su genio será reconocido.

Ernesto Sábato
Santos Lugares, Otoño de 1996 

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De Ernesto Sábato

Carta

Lunes.

Gracias, queridísimo Helios, por su hermosa carta, por su inmensa y profunda amistad. Lo sabemos aquí atrás, como ángel guardián, no sólo por mí, sino, y sobre todo, de la pobre Matilde, que ha pasado en estos días por momentos tremendos y sigue aún como sostenida por un hilo de seda. Pobre Matilde: su enfermedad he sido yo, porque desde los 17 años me ha levantado una y otra y otra vez de pozos profundísimos de depresión y descreimiento en mis propias posibilidades; y no durante momentos sino meses y aún años.

Conozco pues, lo que le pasa, pero es el precio: todo lo que vale cuesta. Cuando le dije a Fernando que su obra me parecía genial, lo mismo creo de usted, porque para mí ese epíteto no es únicamente artístico, sino espiritual; porque se refiere a esa fuerza interior irresistible que le permite a uno superar soledades, incomprensiones, inmundicias, para poder llevar adelante lo que tiene que decir. Y en tales condiciones el resultado tiene siempre esa grandeza que justifica aquel epíteto.

Ahora los snobs y papanatas y frívolos y comerciantes se arrodillan beatamente ante un ramo de flores de Van Gogh, los mismos que lo miraron en su tiempo con indiferencia. Este es el (horriblemente) triste destino de los verdaderos artistas

Venga a verme apenas llegue. ¿Usted tiene más confianza en lo que pueda decirle esa señora de la Galería que en mí? ¿Quién es esa señora? ¿Qué representa?.

No se olvide del pobre Van Gogh. Y era Van Gogh, ¡no esa señora de la galería!

Veré si el estado de Matilde me permite ir mañana a su muestra. Haré lo imposible.

Ernesto.

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De Liliana Heker

Estoy con Ernesto, mi marido, en el café casi mítico de San Pedro, uno de los pueblos que más quiero (no sólo por sus barrancas y su río; sobre todo porque allí nacieron y se nutrieron dos amigos entrañables, dos de los artistas argentinos más intensos del mundo actual: el escritor Abelardo Castillo y el escultor Fernando García Curten). De pronto Ernesto, me dice: "Ese que está ahí debe andar buscando a Fernando: mirá que cara de escultor tiene". Levanto la cabeza y es así que lo primero que sé de Helios Buira es su levítica barba negra, el innegable aire de escultor, y una suerte de generosidad o de grandeza que parece irradiar de toda su persona aun durante el acto trivial de preguntarle al mozo la dirección de una casa.

Debo aclarar que el mozo no sabía la dirección. Por ese azar fuimos nosotros quienes guiamos a Helios Buira en su primer encuentro con Fernando García Curten. Sé que para Helios nuestra aparición en el café tuvo algo de mágico, ya que lo condujo hacia alguien (un amigo, un par) a quien tal vez había estado esperando toda la vida. Para mí esa escena en el café fue meramente un hecho feliz: me permitió conocer a un hombre y a un artista excepcionales. Y el orden no es arbitrario: antes de ver la obra de Buira lo oí hablar a él; conocí su pasión, como un fuego lúcido, y su sabiduría respecto del arte contemporáneo; corroboré esa cualidad suya antes consignada, de irradiar grandeza.

Sólo después de estos acercamientos me topé por vez primera con una de sus esculturas. Fue así: yo estaba por entrar a su taller y ahí estaba: una mujer desnuda, instalada con todo su cuerpo en el estremo de un banco de plaza. Después iba a saber algunas cosas sobre la obra en general, pero nada iba a borrar en mí la impresión que me produjo aquello tan carnal, tan perfectamente instalado en el mundo como era la mujer, fundiéndose con la desolación, o incompletud, o promesa de felicidad, que implicaba el banco de plaza, o mejor, el hecho de estar, la mujer, situada en un extremo del banco de plaza.

Después iba a saber algunas cosas, decía; el propio Buira se encargaría de explicarme en el taller que esa mujer -ahora yo la estaba viendo repetida y diversa hasta sugerir el Universo- se llamaba Deola y venía de un poema de Pavese. Quiero ser irreverente y explicar acá que la explicación no me importa en absoluto. Esa mujer impávida y viva, primitiva y ferozmente contemporánea, no necesita palabras que la completen. Viene desde la prehistoria y al mismo tiempo se instala con toda su plenitud -con todo su cuerpo- en el tiempo actual. Una mesa de café, un banco de plaza, pero sobre todo lo que falta de la mesa o del banco, esos huecos que paradójicamente extienden los objetos de Buira hacia el infinito, ubican a esta mujer, antigua y maciza como su cuerpo, en un mundo inacabado y patético, un mundo que no puede ser otro que el nuestro. Estas esculturas se instalan como testimonio desolado y vital de una humanidad que se aniquila y a la vez, sigue clamando por la vida.

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De Fernando García Curten

La extraña fiebre de Helios Buira

Juan Pablo Castel, que muchas veces ha viajado en este mismo tren, diría que no hay casualidades.

Rodeado de solitarios en masa, voy a Santos Lugares, observo esas figuras. Estudio con obsesión las espaldas curvadas, los torsos desmembrados; piernas, brazos, manos que se aferran al equilibrio. Cabezas inclinadas sobre vidrios sin paisaje, bocas cerradas, ojos que no miran. Ver: ese es mi inevitable oficio.

Pero hay otro hombre. Sostiene su abundoso cuerpo en anchas piernas plantadas sobre el piso inestable. sus manos parecen sabias y su cabeza es cezanniana. También sus ojos observan, también estudia, también ve. Sí, es otro y lo reconozco. En un tiempo distinto, en el que ya no importa el antes o el después, esa misma cabeza se asomaría por la ventana de mi taller para reconocerme y reconocernos.

Y nos conocemos desde hace mucho tiempo, desde antes de viajar en trenes atestados. Lo sé, ahora que soy yo el que se asoma a través de la ventana del taller de Helios Buira, el hombre de las manos sabias. Lo sé, ahora que mis ojos recorren sus figuras: gordas metafísicas de anchas piernas plantadas sobre el inestable planeta. "Para ser original hay que volver a los orígenes" En medio de engranajes opresores, chucherías cibernéticas y tecnología sin alma, Helios Buira, testigo insobornable, redime el origen. Con tierra, agua fuego y aire, trastorna el espacio en volúmenes rotundos y en un banco de plaza instala la soledad más insoportable. "Las obsesiones tienen sus raíces muy profundas y cuánto más profundas, menos numerosas son" Y una de esas figuras abundosa se sienta en un bar. La materia modela la espalda curvada y se desgarra para siempre en la mesa. Al borde de esa grieta abismal presiento el adentro inexorable, pero también la gran verdad del escultor: su esperanza. Desde ese borde de barro antiguo habrá que elegir.

Sin titubeos ni concesiones, por la bondad y la belleza, Helios Buira dibuja testarudo en el papel o en el espacio. Obstinada elección para reparar la realidad destruida. El artista de las manos sabias repara y nos salva.

Me alejo silencioso de su taller. Sé que estará pensando: "Tengo una fiebre extraña: se llama vida"

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De Osvaldo Barone

Una medianera es el límite entre Sábato y Helios Buira

Si algún teórico utilizara su nombre como excusa para justificar que el talento es contagiosos, habría que creerle. El escultor Helios Buira -quien actualmente vive en el fondo de la casa de Ernesto Sábato- comparte la gracia del genio con uno de los más grandes escritores argentinos, aunque en su caso prefiere modelar el silencio y convertirlo en imagen antes que internarse en el siempre oscuro laberinto de las palabras. Sus obras, hasta el pasado domingo expuestas en las salas 3 y 5 del Centro Cultural Recoleta, muestran algunas de las obsesiones que marcaron toda su vida: la forma de los cuerpos, la sugerencia femenina que bajo el nombre de Deola simboliza el Universo y que llega a la escultura desde una poesía de Cesare Pavese, la desolación de la carne hecha obra de arte.

Según cuenta la novelista Liliana Heker, la presencia misma de Buira encierra en sí parte de la magia de su trabajo. "Estaba con Ernesto en el café casi mítico de San pedro -dice Heker-, uno de los pueblos que más quiero (no sólo por sus barrancas y su río; sobre todo porque allí nacieron y se nutrieron dos amigos entrañables, dos de los artistas argentinos más intensos del mundo actual: el escritor Abelardo Castillo y el escultor Fernando garcía Curten)" Y agrega: "

De pronto Ernesto, mi marido, me dice: "Ese que está ahí debe andar buscando a Fernando: mirá que cara de escultor tiene". Levanto la cabeza y es así que lo primero que sé de Helios Buira es su levítica barba negra, el innegable aire de escultor, y una suerte de generosidad o de grandeza que parece irradiar de toda su persona aun durante el acto trivial de preguntarle al mozo la dirección de una casa. Debo aclarar que el mozo no sabía la dirección. Por ese azar fuimos nosotros quienes guiamos a Helios Buira en su primer encuentro con Fernando García Curten. Sé que para Helios nuestra aparición en el café tuvo algo de mágico, ya que lo condujo hacia alguien (un amigo, un par) a quien tal vez había estado esperando toda la vida. Para mí esa escena en el café fue meramente un hecho feliz: me permitió conocer a un hombre y a un artista excepcionales."

La escultura no es, se sabe, convocante exaltada como la pintura: exige del espectador una mirada de silencio no de erudición ni de esnobismo. Buira lo sabe. Y acaso por eso es reservado y modesto. No por casualidad Ernesto Sábato, jugando ex profeso con los banales, suele decir: "Es un gran escultor. Vive en el fondo de mi casa".

En realidad, ambos viven uno al lado del otro. Sólo que uno de ellos es el célebre.

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PARTE DEL AIRE 

Esculturas de Helios Buira en Recoleta

Hasta el domingo 10 puede visitarse, en el Centro Cultural Recoleta, una conmovedora serie de esculturas, y dibujos de Helios Buira. 

El artista realiza esta vez, y a su manera, un homenaje poético y testimonial a la joven anarquista argentina Soledad Rosas, que muriera trágicamente el año último en una cárcel de Italia. En la visión particular de Buira, la imagen desoladora de esta mujer de poca suerte se transforma casi en un haz luminoso. Con un tratamiento minucioso y sensible, Buira acusa al mundo de las apariencias, cruel e individualista, por haber condenado a los seres que no pueden adaptarse a sus reglas. Estas esculturas son el resultado de un extraño cruce entre formas abstractas y perfiles de una realidad cruda. Nadie que las vea y se deje llevar por su impronta podrá quedar indiferente. El cuerpo sin vida de Soledad Rosas cuelga desde el espacio, ubicado para siempre en un punto en el que ya nadie puede hacerle daño. 

Helios Buira . Esculturas. Hasta el 10 del actual, en el Centro Cultural Recoleta. Junín 1930. Tel. 803-1041. Martes a viernes, de 14 a 21; sábados y domingos, de 10 a 21. Gratis 

Publicado en el Diario La Nación, de Buenos Aires, el viernes 8 de enero del 2000 

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Expone el escultor Helios Buira

El Centro Cultural Biguá, reinicia su actividad artística para 1995, invitando a la muestra del gran escultor argentino Helios Buira

Con toda una vida dedicada por entero al arte, Buira estudió en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano. Fue discípulo y luego ayudante de los maestros Antonio Pujía y Naum Knop. Trabajó por muchos años en el Taller de Escultura Escenográfica del Teatro Colón de la Ciudad de Buenos Aires.

Su encuentro en 1976, con Ernesto Sábato (profundo admirador de la obra de Buira) y su literal vecindad con el gran escritor, marca su escultura de nueva elocuencia y patetismo.

No expone sus obras con asiduidad, siendo su última presentación la del Centro Cultural Recoleta en 1990. Tampoco participa en certámenes pese a haber obtenido años atrás premios y reconocimientos. Es muy importante su labor docente, dirigiendo el Centro Cultural Juan Carlos Castagnino (1984-1989). Fundador, junto a Fernando García Curten, el "Taller del Fondo" y en la actualidad conduce "La Ermita", su propio taller de enseñanza. Es además, Coordinador General en el Centro Cultural Recoleta.

El Centro Cultural Biguá considera que la presencia del escultor y dibujante Helios Buira en sus salas, como un acto de estricta justicia hacia uno de los más sólidos artistas argentinos contemporáneos. La muestra integrada por esculturas y dibujos, será presentada por la escritora Liliana Heker y el escultor Fernando García Curten, quedando inaugurada el 28 del actual, a las 19:30.

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De Hernández Rosselot

Helios Buira presenta su muestra personal de esculturas (Galería Christel K)

Ha estudiado en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, pero no es un clásico. Se perfeccionó con Antonio Pujia y ha sido su ayudante en la Escuela-Taller durante algunos años; pero su concepción escultórica es diferente de la del maestro. Posee experiencia de escultura escenográfica con el maestro Ermando Bucci, en el Taller de Escultura del teatro Colón de la Ciudad de buenos Aires, pero rehuye lo alegórico. Ayudó al escultor Naum Knop a concretar murales y a la escultora Lidia Juárez en el monumento al Inmigrante, emplazado en la Ciudad de Bahía Blanca.

Pero lo que Buira exhibe son pequeñas terracotas, algunas de las cuales fueron posteriormente patinadas; pero su vigor y grandeza tienen el tamaño de la vida. El personaje es tan real y concreto como una ficción templada por lo imaginario, por cuanto la inspiraron lecturas de Sábato (Héroes y Tumbas) y Cesare Pavese, quien ideó esta mujer llamada Deola.

El escultor la ha modelado con fuertes volúmenes. Acostada o reclinada, de pie o sentada en el banco de una plaza. Son muchas las variantes y la viste con su propia carne abundosa, hecha con una materia áspera, rugosa, al igual que su existencia. Sólo sublimada por la estética que redime la desdicha tan plena como los volúmenes que la determinan. Una mujer fuerte, albergadora de existencias propias y ajenas. 

En suma: una obra lograda y un artista que es ya más que una promesa.

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De Luis Felipe Noe

Texto presentación de la muestra realizada en el año 2002, junto con la pintora Mirta Narosky en el Centro Cultural Recoleta.

Un mundo + Un mundo = Otro Mundo

La amistad y/o el posicionamiento estético común son los factores que generalmente hacen que dos o más artistas expongan juntos. En el caso de Mirta Narosky y Helios Buira esas características se encuentran pero como consecuencia y no como motor de su asociación, causada esta por otro motivo: el mutuo descubrimiento de sus coincidencias en "sus mundos".

¿Cómo son éstos y cuáles son aquellas?

Seres humanos asomados a vacíos que son contemplados desde vacíos, construcciones que son barreras entre ambos, soledades multitudinarias o multitudes solitarias (da lo mismo si están representadas por muchas personas o por una sola) Helios lo plantea sin color, mera forma, dado que lo hace en esculturas pequeñas (dimensión de lo íntimo). Mirta, en cambio, en cuadros dibujos con fondos categóricos de color. O sea en Helios el espacio es el real planteado como un vacío, en Mirta es un grito: el color -ese viejo anarquista metebombas. se expande solitario con toda su fuerza. En las obras de Helios una mujer acompaña a un ahorcado que pende de un marco y hombres y mujeres pispean el amor de otros trepándose a los muros. En los cuadros de Mirta, hombres y mujeres se asoman o danzan en el vacío-grito, ya sea azul, rojo o amarillo.

Así, entre los dos terminan objetivando sus subjetividades al bordar entre ambos su coincidencia. De esta manera sus "mundos" se convierten en un planteo plástico y anuncian una amistad de cosmo-visiones.

La suma de los dos "mundos" hace otro mundo distinto a los que se adicionan: si estos son testimonios de soledad, al unirse, revelan coincidencia.

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César Magrini dijo:

HELIOS BUIRA esculpe y muestra sus trabajos bajo la denominación de Deola de buenos Aires, aclarando de paso que se trata de un homenaje al gran poeta italiano Cesare Pavese, lo cual implica soledad e invencible tristeza en su obra (hay asimismo algunos dibujos que sirven de punto de partida para la comprensión de su camino hacia la concreción de las formas en el espacio), abandono, resignación y fatalismo.

Por otros senderos transita, empero, la capacidad creadora del artista: por los mejores. Trabaja con soltura y con elocuencia los materiales, asomando de vez en cuando una chispa de optimismo en sus figuras -mujeres desnudas, en decadencia- y la certeza innegable de aquello que tan acertadamente Pavese definía en el título de uno de sus libros: "Lavorare Stanca".

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De Luis Gruss

DEOLA DE BUENOS AIRES

Para los que están cansados de recorrer galerías de arte donde sirven buen vino y saladitos -cualquier cosa menos arte en serio, cualquier cosa menos esfuerzo- la propuesta es simple: llegarse hasta el Centro Cultural Recoleta, y ver los bocetos y las esculturas de un señor barbudo llamado Helios Buira.

La muestra es en rigor un homenaje al italiano Cesare Pavese, autor del poema Los pensamientos de Deola, versos que Buira ilustra con figuras abundosas y desesperadas, macizas y desoladas en su portentosa humanidad.

Para ser original hay que volver a los orígenes. Buira lo sabe y por eso, al igual que su colega Fernando García Curten -otro peso pesado de la escultura viva que aún se hace en este país- echa luz a formas tan reales como los poemas de Pavese.

(Texto escrito por Luis gruss, para una de mis muestras publicado en en diario Sur)

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Alejandro Castelli

Una Carta.

Queridísimo Helios:

Acabo de recibir tu carta que me alegró muchísimo y que estaba seguro que en algún momento llegaría.

No me disculpo por el silencio y la distancia, pues ya hemos acordado que entre hermanos existe esa unión sutil que los trasciende. Sin embargo, es cierto que algo pasó.

No sé, pero estoy tratando de ir por el Centro Recoleta para verte desde octubre pasado y cada fin de semana, incluso estando ya por salir, pasa algo, algo me traba.

Estoy profundizando en la Astrología; en estos momentos, y por bastante tiempo más, tengo a Saturno, el Maestro Espiritual y el Señor del Karma, en mi casa de la Personalidad. Él, naturalmente frena y demora. No sé si será eso, o este sistema que por momentos me abruma. Hacia fin de año, sólo pensaba en el alquiler. El Arte, el Espíritu, el Amor, eran sólo palabras lejanas y difusas. En este Nuevo Tiempo, en cambio, sin que haya cambiado en nada mi situación material, el Maestro me ha hecho reflexionar (supongo) y estoy trabajando a nivel profundo para rearmarme y volver a la lucha espiritual que tan bien describís en tu Carta-Manifiesto.

Esta semana me va a ser difícil llegarme por tu casa (la próxima seguramente iré) Por eso te mando este abrazo de papel y tinta, dos materiales que ambos amamos, con la confirmación de mi inquebrantable y profundo afecto.

Y un saludo de nuestro amado Michelángelo Buonarrotto.

Que estés Bien.

El Vasco. 

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De Mirta Narosky

Carta

Queridísimo Helios

Como siempre, mi vómito epistolar. Son las dos de la mañana y como si las piezas de ajedrez se acomodaran una a una para mostrarme el Jaque Mate, aquí estoy escribiéndote sin poder dormirme. 

Vine para el taller en automático, sin saber si para pintar, o escribir, o ambas, porque tengo una gran angustia en la garganta y a la vez una emoción por la claridad que cada vez más invade mi mente y mi alma. 

Te escribo porque sos la ayuda que necesito para convencerme de la magia del Arte, para sentir que estamos cerca de Van Gogh cuando le escribe a Theo, que las nuestras están en la misma Energía. Sabés que siempre dudo. No sé por dónde empezar. Lo cierto es que estoy teniendo evidencias a diario de que la muestra que haremos juntos, es atinada en extremo: "El amor en tiempos de horror" o "Entre el amor y el horror". Título que ya será.

Acabo de terminar de ver una película de tres horas de duración que es emblemática para lo que nos atañe: "La mirada de Ulises". Por favor, alquilala, comprala, aunque sé que no tenés equipo para pasarla, pero hacé algo para verla. Es exactamente el amor en tiempos de horror, hay músicos tocando en la guerra de Sarajevo, hay actores, pero no hay plásticos; esa es la parte que falta: nosotros y nuestra muestra.

Por otro lado -estoy verborrágica, disculpame- ayer estuve en la galería donde voy a exponer en diciembre y me sucedió algo increíble o algo demasiado fuerte como para aceptar. Esperé por una hora a la galersita que me citó a las cinco de la tarde y llegó a las seis. Entonces aprovecho y converso con el secretario que, desde que lo vi por primera vez lo asocié con un alumno mío cordobés de 28 años, que murió de Sida. Cada vez que veo a este chico me recuerda a mi alumno y se lo dije, sin contarle que murió. Es homosexual y cada vez que me cuenta algo, lo relaciono más. Pero ayer fue el sumun. Cuando llegó la galerista, dije en voz alta: Mirta, tranquila (por la espera) Ommmm Ommm y él me contestó que dijese una frase algo así como: Namiojo Rencovenkio. Se me erizó la piel. Mi alumno, Gustavo, era budista y me enseñó exactamente esas palabras. La última vez que las escuché fue cuando al año de su muerte me llamaron para asitir a una meditación budista en su honor y recuerdo. Se lo dije al secretario y ahí le conté todo, su muerte por Sida. Y este chico se acercó a mi oído y me dijo: -Yo también tengo HIV, pero no me voy a morir. 

¿Podés entender querido Helios, lo que sentí? Caían lágrimas por mis mejillas. Es "el", mi alumno, con otra oportunidad.

¡Me está pasando de todo! Ya te contaré. Veámonos por favor esta semana. Vení, porque sino, exploto. Lo terrible y lo hermoso coexisten totalmente, todo el tiempo. Y aún lo hermoso no nos animamos a vivirlo completamente y a veces en esta coexistencia, solemos aceptar el horror. Si pudiera con la imagen de todo esto que siento, haría obras maravillosas. Algo me acerco, pero no llego todavía.

Recibí tu carta. No te vi en la muestra de la SADE y no pude ir al Recoleta. Agarrá el teléfono -que no muerde- y llamame. Mi pequeño cuerpo no resiste tanta cosa sola ¿entendés? ¡SOS!, amigo del alma. ¡SOS!

Hay otra cosa que quiero contarte, pero esto debe ser personalmente. ¡Contestame, llamame, visitame! 

Besos de alma a alma. 

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LA HUMANIDAD DE HELIOS BUIRA 

Rolando Gabrielli 

El trazo de Helios Buira es absolutamente humano. Viaja de la mano, al corazón del observador más distraído. En la representación de su autor, está el abrumador mensaje de la sencillez. Una línea que desemboca en sí misma y respira el aire del espacio que acumula para transformarse en figura única. 

Las mujeres de HB son tenaces, aguerridas, porfían más allá de la imagen y se sostienen por un afán de ser aún en el vacío, en la imposibilidad. 

Tiran de una soga real e invisible el sueño que habilitan; a veces, pareciera, a través de un esfuerzo superior y soportan el juego inútil de la des-esperanza. No dejan de ser ellas, el gesto de la victoria o de la derrota, más bien dirían, trazan su propio camino. 

Posan y reclaman su espacio, pero no dejan de compartir y disfrutar en la medida de su libertad, sus vidas con el Maestro que las recrea en madonas aparentemente desnudas, porque sólo están despojadas de sus ropas. Les anima un espíritu tenaz, propio de la autenticidad. No hay un doble fondo en sus imágenes, como muñecas rusas, sino la simple piel desde los párpados al talón de los pies. 

A Helios Buira lo conocí en Internet hace algunos años y es el fiel retrato de sus propios personajes: un sentido humano de las gentes y las cosas. Un artista que deambula en el yo colectivo, pero no se arrima a ningún árbol frondoso, sino camina con pies y pasos propios. Es un poeta de la Mancha, no por la tinta que usa, sino lo quijotesco en el real sentido del término. 

No tengo muchos datos del autor y para una obra que es fiel expresión de su autenticidad, poco se requieren. Sé que es argentino y a mí me parece suficiente. Oye, me digo, estamos en el siglo XXI, una era catastrófica, espeluznante, decadente, terrorífica, cínica, banal, atiborrada de partículas de mierda que pretenden ser un caleidoscopio de Disney. En ese inmerso mar en que nos encontramos, sigo pensando que el horizonte es bello y sólo hay que apartar las cucarachas frente al soleado mar o en ese panorama, escenario gélido con que nos llenan de escalofrío las noticias y sus mentiras. 

El Arte trasciende y porfía más allá de la técnica del reciclaje, la farándula, del propio mercado y de la indiferencia burlona de los amos del gusto. 

Helios Buira nos entrega su mirada, primer derecho de un artista, todo lo demás corre por su cuenta, amigo espectador, observador, internauta. La obra es un acto individual, como el amor porque se comparte. 

En todo este arte e inspiración, trabajo, debo decir a confesión de su autor está el personaje del inolvidable Cesare Pavese: Deola. Mujer de la vida, que sentada en el café disfruta un cliente por las noches y los escoge a su manera o no. Los hombres acuden a ella para sacarse sus caprichos que no les dan la esposa ni la novia. 

Deola es esta musa.


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© Helios Buira

San Cristóbal - Ciudad Autónoma de Buenos Aires 2017

Correo: misitio@heliosbuira.com

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