PSICOPATOLOGÍA
DE
LA
VIDA
COTIDIANA 1900-1901
[1901]
Nun
ist
die
Luft
von
solchem
Spuk
so
voll,
Daß
niemand
weiß,
wie
er
ihn
meiden
soll.
I. -OLVIDO
DE
NOMBRES
PROPIOS
En
el
año
1898
publiqué
en
Monatsschrift
für
Psychiatrie
und
Neurologie
un
pequeño
trabajo,
titulado
«Sobre
el
mecanismo
psíquico
del
olvido»,
que
quiero
reproducir
aquí,
utilizándolo
como
punto
de
partida
para
más
amplias
investigaciones.
Examinaba
en
dicho
ensayo,
sometido
al
análisis
psicológico,
un
ejemplo
observado
directamente
por
mí
mismo,
el
frecuente
caso
de
olvido
temporal
de
un
nombre
propio,
y
llegaba
a la
conclusión
de
que
estos
casos
de
falla
de
una
función
psíquica
-de
la
memoria-,
nada
gratos
ni
importantes
en
la
práctica,
admitían
una
explicación
que
iba
más
allá
de
la
usual
valoración
atribuida
a
tales
fenómenos.
Si
no
estoy
muy
equivocado,
un
psicólogo
a
quien
se
pregunta
cómo
es
que
con
mucha
frecuencia
no
conseguimos
recordar
un
nombre
propio
que,
sin
embargo,
estamos
ciertos
de
conocer,
se
contentaría
con
responder
que
los
nombres
propios
son
más
susceptibles
de
ser
olvidados
que
otro
cualquier
contenido
de
la
memoria,
y
expondría
luego
plausibles
razones
para
fundamentar
esta
preferencia
del
olvido;
pero
no
sospecharía
más
amplia
determinación
de
tal
hecho.
Por
mi
parte
he
tenido
ocasión
de
observar,
en
minuciosas
investigaciones
sobre
el
fenómeno
del
olvido
temporal
de
los
nombres,
determinadas
particularidades
que
no
en
todos,
pero
sí
en
muchos
de
los
casos,
se
manifiestan
con
claridad
suficiente.
En
tales
casos
sucede
que
no
sólo
se
olvida,
sino
que,
además,
se
recuerda
erróneamente.
A la
consciencia
del
sujeto
que
se
esfuerza
en
recordar
el
nombre
olvidado
acuden
otros
-nombres
sustitutivos-
que
son
rechazados
en
el
acto
como
falsos,
pero
que,
sin
embargo,
continúan
presentándose
en
la
memoria
con
gran
tenacidad.
El
proceso
que
os
había
de
conducir
a la
reproducción
del
nombre
buscado
se
ha
desplazado,
por
decirlo
así,
y
nos
ha
llevado
hacia
un
sustitutivo
erróneo.
Mi
opinión
es
que
tal
desplazamiento
no
se
halla
a
merced
de
un
mero
capricho
psíquico
cualquiera,
sino
que
sigue
determinadas
trayectorias
regulares
y
perfectamente
calculables,
o,
por
decirlo
de
otro
modo,
presumo
que
los
nombres
sustitutivos
están
en
visible
conexión
con
el
buscado,
y si
consigo
demostrar
la
existencia
de
esta
conexión,
espero
quedará
hecha
la
luz
sobre
el
proceso
y
origen
del
olvido
de
nombres.
En
el
ejemplo
que
en
1898
elegí
para
someterlo
al
análisis,
el
nombre
que
inútilmente
me
había
esforzado
en
recordar
era
el
del
artista
que
en
la
catedral
de
Orvieto
pintó
los
grandiosos
frescos
de
`Las
cuatro
últimas
cosas'.
En
vez
del
nombre
que
buscaba
-Signorelli-
acudieron
a mi
memoria
los
de
otros
dos
pintores
-Botticelli
y
Boltraffio-,
que
rechacé
en
seguida
como
erróneos.
Cuando
el
verdadero
nombre
me
fue
comunicado
por
un
testigo
de
mi
olvido,
lo
reconocí
en
el
acto
y
sin
vacilación
alguna.
La
investigación
de
por
qué
influencias
y
qué
caminos
asociativos
se
había
desplazado
en
tal
forma
la
reproducción
-desde
Signorelli
hasta
Botticelli
y
Boltraffio-
me
dio
los
resultados
siguientes:
a)
La
razón
del
olvido
del
nombre
Signorelli
no
debe
buscarse
en
una
particularidad
del
mismo
ni
tampoco
en
un
especial
carácter
psicológico
del
contexto
en
que
se
hallaba
incluido.
El
nombre
olvidado
me
era
tan
familiar
como
uno
de
los
sustitutivos
-Botticelli-
y
mucho
más
que
el
otro
-Boltraffio-,
de
cuyo
poseedor
apenas
podría
dar
más
indicación
que
la
de
su
pertenencia
a la
escuela
milanesa.
La
serie
de
ideas
de
la
que
formaba
parte
el
nombre
Signorelli
en
el
momento
en
que
el
olvido
se
produjo
me
parece
absolutamente
inocente
e
inapropiada
para
aclarar
en
nada
el
fenómeno
producido.
Fue
en
el
curso
de
un
viaje
en
coche
desde
Ragusa
(Dalmacia)
a
una
estación
de
la
Herzegovina.
Iba
yo
en
el
coche
con
un
desconocido;
trabé
conversación
con
él
y,
cuando
llegamos
a
hablar
de
un
viaje
que
había
hecho
por
Italia,
le
pregunté
si
había
estado
en
Orvieto
y
visto
los
famosos
frescos
de…
b)
El
olvido
del
nombre
queda
aclarado
al
pensar
en
el
tema
de
nuestra
conversación,
que
precedió
inmediatamente
a
aquel
otro
en
que
el
fenómeno
se
produjo,
y se
explica
como
una
perturbación
del
nuevo
tema
por
el
anterior.
Poco
antes
de
preguntar
a mi
compañero
de
viaje
si
había
estado
en
Orvieto,
habíamos
hablado
de
las
costumbres
de
los
turcos
residentes
en
Bosnia
y en
la
Herzegovina.
Yo
conté
haber
oído
a
uno
de
mis
colegas,
que
ejercía
la
Medicina
en
aquellos
lugares
y
tenía
muchos
clientes
turcos,
que
éstos
suelen
mostrarse
llenos
de
confianza
en
el
médico
y de
resignación
ante
el
destino.
Cuando
se
les
anuncia
que
la
muerte
de
uno
de
sus
deudos
es
inevitable
y
que
todo
auxilio
es
inútil,
contestan:«¡Señor
(Herr),
qué
le
vamos
a
hacer!
¡Sabemos
que
si
hubiera
sido
posible
salvarle,
le
hubierais
salvado!»
En
estas
frases
se
hallan
contenidos
los
siguientes
nombres:
Bosnia,
Herzegovina
y
Señor
(Herr),
que
pueden
incluirse
en
una
serie
de
asociaciones
entre
Signorelli,
Botticelli
y
Boltraffio.
c)
La
serie
de
ideas
sobre
las
costumbres
de
los
turcos
en
Bosnia,
etc.,
recibió
la
facultad
de
perturbar
una
idea
inmediatamente
posterior,
por
el
hecho
de
haber
yo
apartado
de
ella
mi
atención
sin
haberla
agotado.
Recuerdo,
en
efecto,
que
antes
de
mudar
de
tema
quise
relatar
una
segunda
anécdota
que
reposaba
en
mi
memoria
al
lado
de
la
ya
referida.
Los
turcos
de
que
hablábamos
estiman
el
placer
sexual
sobre
todas
las
cosas,
y
cuando
sufren
un
trastorno
de
este
orden
caen
en
una
desesperación
que
contrasta
extrañamente
con
su
conformidad
en
el
momento
de
la
muerte.
Uno
de
los
pacientes
que
visitaba
mi
colega
le
dijo
un
día:
«Tú
sabes
muy
bien,
señor
(Herr),
que
cuando
eso
no
es
ya
posible
pierde
la
vida
todo
su
valor.»
Por
no
tocar
un
tema
tan
escabroso
en
una
conversación
con
un
desconocido
reprimí
mi
intención
de
relatar
este
rasgo
característico.
Pero
no
fue
esto
sólo
lo
que
hice,
sino
que
también
desvié
mi
atención
de
la
continuación
de
aquella
serie
de
pensamientos
que
me
hubiera
podido
llevar
al
tema
«muerte
y
sexualidad».
Me
hallaba
entonces
bajo
los
efectos
de
una
noticia
que
pocas
semanas
antes
había
recibido
durante
una
corta
estancia
en
Trafoi.
Un
paciente
en
cuyo
tratamiento
había
yo
trabajado
mucho
y
con
gran
interés
se
había
suicidado
a
causa
de
una
incurable
perturbación
sexual.
Estoy
seguro
de
que
en
todo
mi
viaje
por
la
Herzegovina
no
acudió
a mi
memoria
consciente
el
recuerdo
de
este
triste
suceso
ni
de
nada
que
tuviera
conexión
con
él.
Mas
la
consonancia
Trafoi-Boltraffio
me
obliga
a
admitir
que
en
aquellos
momentos,
y a
pesar
de
la
voluntaria
desviación
de
mi
atención,
fue
dicha
reminiscencia
puesta
en
actividad
en
mí.
d)
No
puedo
ya,
por
tanto,
considerar
el
olvido
del
nombre
Signorelli
como
un
acontecimiento
casual,
y
tengo
que
reconocer
la
influencia
de
un
motivo
en
este
suceso.
Existían
motivos
que
me
indujeron
no
sólo
a
interrumpirme
en
la
comunicación
de
mis
pensamientos
sobre
las
costumbres
de
los
turcos,
etc.,
sino
también
a
impedir
que
se
hiciesen
conscientes
en
mí
aquellos
otros
que,
asociándose
a
los
anteriores,
me
hubieran
conducido
hasta
la
noticia
recibida
en
Trafoi.
Quería
yo,
por
tanto,
olvidar
algo,
y
había
reprimido
determinados
pensamientos.
Claro
es
que
lo
que
deseaba
olvidar
era
algo
muy
distinto
del
nombre
del
pintor
de
los
frescos
de
Orvieto;
pero
aquello
que
quería
olvidar
resultó
hallarse
en
conexión
asociativa
con
dicho
nombre,
de
manera
que
mi
volición
erró
su
blanco
y
olvidé
lo
uno
contra
mi
voluntad,
mientras
quería
con
toda
intención
olvidar
lo
otro.
La
repugnancia
a
recordar
se
refería
a un
objeto,
y la
incapacidad
de
recordar
surgió
con
respecto
a
otro.
El
caso
sería
más
sencillo
si
ambas
cosas,
rechazo
e
incapacidad,
se
hubieran
referido
a un
solo
dato.
Los
nombres
sustitutivos
no
aparecen
ya
tan
injustificados
como
antes
de
estas
aclaraciones
y
aluden
(como
en
una
especie
de
transacción)
tanto
a lo
que
quería
olvidar
como
a lo
que
quería
recordar,
mostrándome
que
mi
intención
de
olvidar
algo
no
ha
triunfado
por
completo
ni
tampoco
fracasado
en
absoluto.
e)
La
naturaleza
de
la
asociación
establecida
entre
el
nombre
buscado
y el
tema
reprimido
(muerte
y
sexualidad,
etc.,
en
el
que
aparecen
las
palabras
Bosnia,
Herzegovina
y
Trafoi)
es
especialmente
singular.
El
siguiente
esquema,
que
publiqué
con
mi
referido
artículo,
trata
de
representar
dicha
asociación.
En
este
proceso
asociativo
el
nombre
Signorelli
quedó
dividido
en
dos
trozos.
Uno
de
ellos
(elli)
reapareció
sin
modificación
alguna
en
uno
de
los
nombres
sustitutivos,
y el
otro
entró
-por
su
traducción
Signor-Herr
(Señor)-
en
numerosas
y
diversas
relaciones
con
los
nombres
contenidos
en
el
tema
reprimido;
pero
precisamente
por
haber
sido
traducido
no
pudo
prestar
ayuda
ninguna
para
llegar
a la
reproducción
buscada.
Su
sustitución
se
llevó
a
cabo
como
si
se
hubiera
ejecutado
un
desplazamiento
a lo
largo
de
la
asociación
de
los
nombres
Herzegovina
y
Bosnia,
sin
tener
en
cuenta
para
nada
el
sentido
ni
la
limitación
acústica
de
las
sílabas.
Así,
pues,
los
nombres
fueron
manejados
en
este
proceso
de
un
modo
análogo
a
como
se
manejan
las
imágenes
gráficas
representativas
de
trozos
de
una
frase
con
la
que
ha
de
formarse
un
jeroglífico.
La
coincidencia
no
advirtió
nada
de
todo
el
proceso
que
por
tales
caminos
produjo
los
nombres
sustitutivos
en
lugar
del
nombre
Signorelli.
Tampoco
parece
hallarse
a
primera
vista
una
relación
distinta
de
esta
reaparición
de
las
mismas
sílabas
o,
mejor
dicho,
series
de
letras
entre
el
tema
en
el
que
aparece
el
nombre
Signorelli
y el
que
le
precedió
y
fue
reprimido.
Quizá
no
sea
ocioso
hacer
constar
que
las
condiciones
de
la
reproducción
y
del
olvido
aceptadas
por
los
psicólogos,
y
que
éstos
creen
hallar
en
determinadas
relaciones
y
disposiciones,
no
son
contradichas
por
la
explicación
precedente.
Lo
que
hemos
hecho
es
tan
sólo
añadir,
en
ciertos
casos,
un
motivo
más
a
los
factores
hace
ya
tiempo
reconocidos
como
capaces
de
producir
el
olvido
de
un
nombre
y
además
aclarar
el
mecanismo
del
recuerdo
erróneo.
Aquellas
disposiciones
son
también,
en
nuestro
caso,
de
absoluta
necesidad
para
hacer
posible
que
el
elemento
reprimido
se
apodere
asociativamente
del
nombre
buscado
y lo
lleve
consigo
a la
represión.
En
otro
nombre
de
más
favorables
condiciones
para
la
reproducción
quizá
no
hubiera
sucedido
esto.
Es
muy
probable
que
un
elemento
reprimido
esté
siempre
dispuesto
a
manifestarse
en
cualquier
otro
lugar;
pero
no
lo
logrará
sino
en
aquellos
en
los
que
su
emergencia
pueda
ser
favorecida
por
condiciones
apropiadas.
Otras
veces
la
represión
se
verifica
sin
que
la
función
sufra
trastorno
alguno
o,
como
podríamos
decir
justificadamente,
sin
síntomas.
El
resumen
de
las
condicionantes
del
olvido
de
nombres,
acompañado
del
recuerdo
erróneo,
será,
pues,
el
siguiente:
1º.
Una
determinada
disposición
para
el
olvido
del
nombre
de
que
se
trate.
2º.
Un
proceso
represivo
llevado
a
cabo
poco
tiempo
antes.
3º.
La
posibilidad
de
una
asociación
externa
entre
el
nombre
que
se
olvida
y el
elemento
anteriormente
reprimido.
Esta
última
condición
no
debe
considerarse
muy
importante,
pues
la
asociación
externa
referida
se
establece
con
gran
facilidad
y
puede
considerarse
existente
en
la
mayoría
de
los
casos.
Otra
cuestión
de
más
profundo
alcance
es
la
de
si
tal
asociación
externa
puede
ser
condición
suficiente
para
que
el
elemento
reprimido
perturbe
la
reproducción
del
nombre
buscado
o si
no
será
además
necesario
que
exista
más
íntima
conexión
entre
los
temas
respectivos.
Una
observación
superficial
haría
rechazar
el
último
postulado
y
considerar
suficiente
la
contigüidad
temporal,
aun
siendo
los
contenidos
totalmente
distintos;
pero
si
se
profundiza
más
se
hallará
que
los
elementos
unidos
por
una
asociación
externa
(el
reprimido
y el
nuevo)
poseen
con
mayor
frecuencia
una
conexión
de
contenido.
El
ejemplo
Signorelli
es
una
prueba
de
ello.
El
valor
de
lo
deducido
de
este
ejemplo
depende,
naturalmente,
de
que
lo
consideremos
como
un
caso
típico
o
como
un
fenómeno
aislado.
Por
mi
parte
debo
hacer
constar
que
el
olvido
de
un
nombre,
acompañado
de
recuerdo
erróneo,
se
presenta
con
extrema
frecuencia
en
forma
igual
a la
que
nos
ha
revelado
nuestro
análisis.
Casi
todas
las
veces
que
he
tenido
ocasión
de
observar
en
mí
mismo
tal
fenómeno
he
podido
explicarlo
del
mismo
modo,
esto
es,
como
motivado
por
represión.
Existe
aún
otro
argumento
en
favor
de
la
naturaleza
típica
de
nuestro
análisis,
y es
el
que,
a mi
juicio,
no
pueden
separarse
en
principio
los
casos
de
olvido
de
nombres
con
recuerdo
erróneo
de
aqueIlos
otros
en
que
no
aparecen
nombres
sustitutivos
equivocados.
Estos
surgen
espontáneamente
en
muchos
casos,
y en
los
que
no,
puede
forzárselos
a
emerger
por
medio
de
un
esfuerzo
de
atención,
y
entonces
muestran,
con
el
elemento
reprimido
y el
nombre
buscado,
iguales
conexiones
que
si
su
aparición
hubiera
sido
espontánea.
La
percepción
del
nombre
sustitutivo
por
la
consciencia
parece
estar
regulada
por
dos
factores:
el
esfuerzo
de
atención
y
una
determinante
interna
inherente
al
material
psíquico.
Esta
última
pudiera
buscarse
en
la
mayor
o
menor
facilidad
con
la
que
se
constituye
la
necesaria
asociación
externa
entre
los
dos
elementos.
Gran
parte
de
los
casos
de
olvido
de
nombres
sin
recuerdo
erróneo
se
unen
de
este
modo
a
los
casos
con
formación
de
nombres
sustitutivos
en
los
cuales
rige
el
mecanismo
descubierto
en
el
ejemplo
Signorelli.
Sin
embargo,
no
me
atreveré
a
afirmar
rotundamente
que
todos
los
casos
de
olvido
de
nombres
puedan
ser
incluidos
en
dicho
grupo,
pues,
sin
duda,
existen
algunos
que
presentan
un
proceso
más
sencillo.
Así,
pues,
creemos
obrar
con
prudencia
exponiendo
el
estado
de
cosas
en
la
siguiente
forma:
Junto
a
los
sencillos
olvidos
de
nombres
propios
aparecen
otros
motivados
por
represión. |