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TEXTOS
De mi autoría
 
El artista. El arte. Luis Felipe Noé y las palabras
Luis Felipe Noe, escribe en un texto que titula: "El artista… ¿y eso qué es?"
Gombrich dice “No existe, realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas. Estos eran en otro tiempo hombres que cogían tierra coloreada y dibujaban toscamente las formas de un bisonte sobre las paredes de una cueva; hoy, compran sus colores y trazan carteles para las estaciones del metro. Entre unos y otros han hecho muchas cosas los artistas. No hay mal en llamar arte a todas estas actividades, mientras tengamos en cuenta que tal palabra puede significar muchas cosas distintas, en épocas y lugares diversos, y mientras advirtamos que el Arte con A mayúscula no existe, pues el Arte con A mayúscula tiene por esencia que ser un fantasma y un ídolo”.
 
Luego, Noe, contrapone un párrafo de Regis Debray, en su historia de la mirada de Occidente titulada Vida y muerte de la imagen de Occidente y dice que esa afirmación de Gombrich, no es otra cosa que diferir el problema y afirma: “No es el artista el que ha hecho el arte, es la noción de arte la que ha hecho del artesano un artista y esa noción no emerge majestuosamente sino con el quattrocento florentino, en ese período que va de la conquista por los pintores de su autonomía corporativa (1378) hasta la apoteosis funeraria de Miguel Ángel, escenificada por Vasari (1564)”
 
Entonces Noe hace un análisis sobre ¿qué está primero? Y se interroga: ¿qué hacen los artistas? ¿Se puede definir su oficio como el de un carpintero, un verdulero, un agricultor, un médico por ejemplo?
No se puede comparar, porque como ejemplo, el mejor y más bellos sillón hecho por el mejor carpintero de su tiempo, en el cual se sentaba Shakespeare, es nada más que ese sillón. Carece de metáfora para poder ser comparado con una obra de arte. Esas son las diferencias. Es más, si en alguna de sus obras Shakespeare describiría un sillón, puedo asegurar que ese sí, pertenece al mundo del arte.
 
El asunto, es que me parece que estas personas se refieren más a palabras, a etimologías y a interpretaciones o significantes de esas palabras. Y eso no hace al arte, ni a los artistas.
 
Si digo médico, puedo decir medicina. Si digo artesano, puedo decir artesanía. ¿Y qué pasa entonces cuando digo artista y a la vez digo arte?
 
Nada. Absolutamente nada. Lo mismo que cuando menciono cualquier otra palabra.
 
Pero cuando observo la obra de un artista, eso que observo es lo que me emociona, sin que esté pensando en las palabras. Es un encuentro entre la obra y yo. Pero a la vez, lo es también con quien la creó
 
La Energía de Vincent Van Gogh, está en cada una de sus obras. Bueno, pues, lo que me llega, al observarlas, es esa energía de ese hombre concreto, de carne y hueso, que plasmó su sentir en un tela, utilizando diferentes colores, para decirme algo. Y lo que me dice, son emociones que tienen formas: de árboles, de pinos, de noches estrelladas, de girasoles, campos de trigo, de personas que él guardó en esos soportes para los tiempos.
 
Paul Valery dice “La obra del espíritu sólo existe en acto. Fuera de este acto, lo que permanece no es más que un objeto que no ofrece ninguna relación particular con el espíritu. Transporten la estatua que admiran a un pueblo suficientemente diferente del nuestro: sólo es una piedra insignificante. Un Partenón no es más que una cantera de mármol”.
 
O bien Paul Valery es un provocador, o cuando sentenció eso se había tomado uno vinos demás.
¿Acaso los impresionistas no se emocionaron con el arte africano? Picasso crea las Señoritas de Avignon, luego de haber estudiado a los artistas africanos, y muchas de las obras de esos creadores, pasaron a Francia. Entonces cómo Valery puede decir que una escultura quitada de su pueblo y trasladada a otro, pasa a ser una cosa insignificante. Esa es la trampa de las palabras cuando se las utiliza desde la razón, para referirse al mundo del espíritu. En “mensaje” que lleva una obra de arte, es siempre el mismo. Sólo que cada observador, la significará desde la subjetividad que alberga. El Pensador de Rodín, seguirá pensando en cualquiera de los lugares donde sea emplazado. Acá, en Argentina, lo tenemos en la plaza de Los dos Congresos, es un calco del original tan bello como el mismo Rodin lo creó. Ahora, lo que yo sienta ante esa obra, se corresponde únicamente con mi subjetividad.
 
Y siempre, la suposición. Porque Valery, está suponiendo el traslado de esa escultura que menciona.
 
El Partenón, puede agradar o no al observador, pero no es un pedazo de mármol o una cantera. Es un edificio que tuvo su esplendor durante la Grecia de su tiempo. Hoy, aunque ruinas, quedan vestigios de su belleza y esa belleza, es la energía que atraviesa el tiempo. Un pedazo de columna, puede llegar a emocionar intensamente si uno se “comunica” con su energía.
 
El artista, se encuentra individualizado, sea en la época que sea. Quien creo la Venus de Willendorf, no lo hizo en un acto colectivo. Cuando Gaudi diseñó el Parque Güell o La Sagrada Familia, lo hizo él. Que la construcción correspondiese a un equipo de trabajadores, no quita la autoría de Gaudi y es reconocido individualmente por ello. Y así hasta nuestros días; lo que en todo caso se colectiviza, es la observación de la obra de los artistas. Claro que individualmente, esas obras pueden agradar o no. Pero en nada se modifican.
 
Se puede decir que las palabras, cuando se las organiza para la novela, la poesía, la dramaturgia o libreto operísticos, cobra dimensión de obra de arte; entonces, el sentido y la energía transmisora, es solamente eso. Es un acto del espíritu, como dice Valery, pero no es lo que Valery quiere decir.
 
© Helios Buira

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© Helios Buira

San Cristóbal - Ciudad Autónoma de Buenos Aires 2017

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